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Jueves 01 agosto, 2024

Abogados, una estafa

**No tienen llenadora
**Largas a los asuntitos

ESCALERAS: Ente una de las profesiones, oficios, más desacreditas está la abogacía. Igual, igualito, por ejemplo, que la política, la policía y el periodismo.
Todos, con honrosas, extrañas y raras excepciones, en el sótano de la confianza ciudadana. Y pública.
Los licenciados, por ejemplo, que “no tienen llenadera” como afirmaba Fidel Herrera Beltrán de los vecinos de Tlacotalpan, casi casi sus paisanos.

Luis Velázquez

En cada cita suelen pedir y pedir más dinerito al cliente que para “mordidas” al Agente del Ministerio Público, al juez, a los policías.
Y al mismo tiempo, vaya paradoja, varios meses después sin resolver el conflicto.

PASAMANOS: Muchos abogados (como los políticos, policías y reporteros) constituyen una estafa. Una patraña. Un abuso claro y notorio de confianza.
Y de paso, de probidad.
A veces, citan al cliente nomás para venderle esperanzas ramplonas y baratas.
Y decir que por ningún motivo pierda la esperanza porque los trámites así son en el mundo burocrático.
Tardados. Muy tardados.
Y como los expedientes están muy rezagados, ni modo, se necesita mucha paciencia y tolerancia para esperar el momento.

CORREDORES: Desde luego, nadie lo duda, abogados de primera.
Íntegros. Honestos. Eficientes. Eficaces.
Pero como “en la viña del Señor” hay de todo, también la contraparte.
En la encuesta de Latinobarómetro, ni los políticos se salvan.
La fama pública de que son, suelen ser, pillos, ladrones, corruptos y corruptazos como repiten en “La mañanera”.
El descrédito, entonces, por todos lados.
Y la burra se volvió arisca.
Sin confiar en nadie. Ni en nada.
Un país, digamos, de gente desconfiada. Incrédula. Agnóstica.
Llena de pesimismo.
Y de coraje social. Y de indignación crónica.
Por eso, entre tantos otros hechos, los ciudadanos tomando calles y avenidas y con plantones frente a los palacios municipales y con bloqueos en las carreteras y caminos para ser escuchados y con hechos como respuesta concreta y específica.

BALCONES: En el caso de los abogados, lo más común es renunciar al licenciado en turno y tocar la puerta de otro.
Y con el riesgo de que sea igual, digamos, de transa. O peor.
Peor, mucho peor, cuando el cliente es un indígena, un campesino, un obrero, un ciudadano común y sencillo.
Simplemente, los abogados se endurecen en el abuso y exceso.
PASILLOS: Hacia el final de la jornada, el cliente prefiere “quitarse los guantes” y esperar la justicia divina.
Y si el problema se arregla solo con el tiempo, bendito el Ser Superior.
Y si continúa, pues ya veremos.
Un abogado, por ejemplo, daba largas para arreglar el pendiente de un terreno vedado para su venta con notificación en el Registro Público de la Propiedad.
Entonces, otro abogado habló en corto con un empleado del Registro de la Propiedad.
Y el burócrata arrancó del libro la hoja correspondiente y santo remedio.
Dijo el abogado: “Asunto arreglado”.
De inmediato, el cliente vendió el terreno y “se acabó la rabia”.

VENTANAS: Los Colegios y Barras de Abogados, por ejemplo, sueñan con la honestidad valiente y la purificación moral en el gremio.
Y predican. Y organizan cursos sobre la moral. Y convocan los ideales, principios y valores de la abogacía.
Por desgracia, la mitad de los mortales y otra parte de la otra mitad solemos tener una imagen negra, oscura y grisácea del gremio.
De igual modo, se repite, con los políticos, policías y reporteros y columnistas.
El PRI con más de setenta años en el poder presidencial encumbró a México en el primer lugar de la corrupción política mundial.
Y aun cuando desde el año 2000 empezara a perder el Palacio Nacional, la imagen de corrupción le sigue causando el peor de los daños morales y en las urnas, sobre todo.


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