Y los cafés están llenos con gente arreglando el mundo.
Y las fondas de los mercados populares repletas con platillos sabrosos y baratos.
Y Yuri fue coronada reina del carnaval por segunda ocasión.
Y Ricky Martin estremeció al continente desde la Macroplaza jarocha.
Y en tanto Veracruz se desangra, Cuitláhuac, el inventor condecorado por la Universidad Veracruzana, duerme en el cielo y se lleva de tú con los ángeles y querubines del Palacio Federal.
Aquí, en el diario vivir y de norte a sur y de ese a oeste, la vida tiene las siguientes características, hechos concretos y específicos, en ningún momento inventados como los morenacos cacarean por ahí:
Feminicidios.
Secuestros.
Desaparecidos.
Extorsiones.
Fosas clandestinas.
Impunidad.
Seis preseas, premios Nobel, premios mayores de la Lotería Nacional… para la Gran Cuarta Transformación jarocha.
Todo en conjunto (más el desempleo, el subempleo y la migración a Estados Unidos buscando un empleo digno, estable y pagado con justicia laboral) han exhibido al góber salsero como un hombre limitado.
La quiebra económica.
La quiebra educativa.
La quiebra de salud pública.
La desesperanza y el desencanto social.
Las marchas de protesta.
Las carreteras y caminos bloqueados debido al coraje social y a la indignación crónica.
Escuelas tomadas.
Madres con hijos con cáncer boteando en la vía pública para comprar las medicinas.
Empresarios desencantados por tanta inseguridad.
La vida, rodando en la pendiente.
Viajando por un túnel larguísimo y tenebroso y sin ninguna lucecita atenuando la oscuridad.
El fracaso social como destino único de la mayoría poblacional.
Noches sin estrellas sociales.
Días, semanas, meses, años, sin esperanzas.
Los políticos encumbrados, tejedores de alfombras mágicas vendiendo utopías.
Utopías siempre lejanas, siempre inaccesibles.
“Tomaduras de pelo”.
¡Qué duro y rudo y difícil es vivir en Veracruz!