Una Buena Persona
**Gente de mala leche
**Cada uno... su destino
UNO. La persona reducida
El título académico más honroso, por encima de un doctorado. Y el más digno más allá de referencias de nobleza y alcurnia. Y la distinción más elevada lejos, lejísimos de un cargo público, cualquiera sea su investidura, es el reconocimiento como una buena persona.
Luis Velázquez
Una gran persona.
Una persona, digamos, humana, muy humana, en el sentido (claro, claro, claro) humanístico del significado (y permítase la redundancia).
Más, cuando podrán tenerse diplomas con uno, dos, tres doctorados, por ejemplo, y hasta en universidades extranjeras.
Pero si la persona aquella es autoritaria, soberbia, engreída, petulante, excluyente, intolerante, mala leche, de nada sirve.
Ella misma se va reduciendo como un cero a la izquierda.
DOS. La Lámpara de Diógenes
Por demás está recordar que Diógenes buscó siempre con su lámpara y al mediodía en las calles de su pueblo al Hombre Ideal.
Es decir, a una buena persona.
Una persona, entre otros atributos y cualidades, generosa, solidaria, tolerante, respetuosa, discreta, callada, noble y abnegada.
Simplemente, una persona que nunca pierda la serenidad en las horas buenas y malas.
Ni tampoco le corra la envidia, el resentimiento, el odio y la venganza.
Ni menos, mucho menos, anda en la vida soñando con ajustar cuentas con quienes se la deben… según ella.
TRES. Búsqueda eterna
Desde el llamado “socialismo con rostro humano” hasta el simple socialismo.
Desde Adán y Eva en el paraíso con todo y que procrearon cinco hijos, dos de los cuales, Caín y Abel, y en donde de acuerdo con el relato bíblico, Caín, lleno de envidia, mató a su hermano Abel.
La búsqueda inacabable con Lenin y León Trotsky luchando por la llamada “Dictadura del proletariado”.
Y Tomás Moro con su famosa utopía.
José Vasconcelos Calderón, el filósofo mexicano, definió aquel hombre como parte de La Raza Cósmica.
CUATRO. Manotazos de la historia
De poco o nada sirve para estar, ser y trascender a un político encumbrado, por ejemplo, que por aquí ocupa la silla embrujada del palacio de gobierno ordena excluir y lanzar del paraíso terrenal a los enemigos, adversarios, opositores y críticos.
Y lo peor, idear todo para encarcelarlos como, por ejemplo, Antonio López de Santa Anna enviando a las mazmorras del castillo de San Juan de Ulúa a Benito Juárez García y Melchor Ocampo.
Caray, hasta Francisco I. Madero encarcelando en la Ciudad de México a Pancho Villa nomás para quedar bien con Victoriano Huerta, el amigo traidor, el Judas, su Judas.
CINCO. “Difícil ser justo”
Un amigo, Rodolfo Molina, abogado, tenía en su oficina un letrero colgando con la siguiente leyenda bíblica:
“Es fácil ser bueno. Lo difícil es ser justo”.
Una buena persona, entonces, también es una persona justa.
Justa en el trato con los suyos como la pareja y los hijos. Y los hermanos. Y en el trato con los amigos. Y en el trato con los compañeros en el salón de clases y en la oficina, la empresa, el taller, la fábrica, el surco.
SEIS. Persona agradecida
Una buena persona es aquella, dice el viejito del barrio, que también es agradecida, muy agradecida (y con hechos, no sólo con la palabra) con quienes le han abierto puertas y ventajas para desarrollarse como ser humano.
Y por añadidura, que suele vivir con gratitud.
Ya sea con quienes lo apoyaron: la esposa, los hijos; así sea con pequeños grandes detalles por si, digamos, aquella persona está bien y los vientos soplan siempre a su favor.