Son personajes populares. Incluso, sin una identidad. Rostros, caras, que con los años han ido cambiando.
Y al mismo tiempo, ligados a una actividad, un oficio, una chamba.
Y más allá de tratarse de una forma digna de ganar el pan y la sal, de igual modo la vocación social.
Servir a los demás. Servir a las familias. Servir a los otros.

DOS. Famosos tendajones

Por ejemplo, y entre tantos otros, los barquilleros, los cacahuateros, los volovaneros, los gelatineros, los taqueros, los torteros, los lecheros y los aguadores.
De igual modo, los afiladores de tijeritas para cortarse las uñas y de paso, dar manicure y pedicure a la población femenina.
Los tamaleros, los dueños de tendajones, tienditas de abarrotes donde expendían de todo y de todo se encontraba.
Caray, desde el pancito recién salido del horno hasta sabrosos chiles rellenos y de ñapa, hasta la venta de llantas para automóviles.

TRES. El pregonero de la mantequilla…

Famoso, entre otros, Armando, apodado “El juile” de forma cariñosa, quien entre las seis y siete de la mañana se anunciaba en las casas gritoneando “Mannntequiiilla”, recién preparada, fresquecita, lista para comerse con una tortillita recién hecha en el comal y rociada con sal.
El cacahuatero, un señor de unos setenta años, que cada tarde se instalaba abajo del kiosco en el parque municipal con los conos repletos de cacahuate a un precio cien por ciento accesible para los niños con el dinerito de su recreo escolar.

CUATRO. Los lecheros metiéndose a la cocina

Desde luego, todos con permiso y derecho hasta para entrar a casa.
Pero al mismo tiempo, de todos los lecheros y aguadores para meterse en casa y hasta la cocina.
A tal grado que, por ejemplo, famosos los lecheros por el montón de amoríos que les creaban y recreaban, quizá inventaban, con las señoras de las casas, pues podían quedarse en casa el tiempo suficiente para “un rapidín” como dice los estudiantes.
Y, bueno, cuando un niño nacía por ahí nunca faltaba el irrespetuoso asegurando que se parecía más al lechero… que a su señor padre.

CINCO. Filas para alquilar comics

Gran personaje el chicharronero en el mercado popular.
En una paila gigantesca friendo los chicharroncitos.
¡Ay, los cueritos tan sabrosos extraídos del fondo de la paila para atragantarse con una tortillita comprada en la maquiladora de la esquina!
Con todo, claro, y escurriendo la mantequita y el aceite.
Filas inmensas de los estudiantes del quinto y sexto año de la escuela primaria y de la secundaria esperando el turno para alquilar en unos cuantos centavitos la revista con los comics del momento para leerse ahí mismo y ante la imposibilidad de comprarlas.
Superman y la reportera Luisa Lane. Charlie y sus amigos. La Pequeña Lulú. Batman y Robin. El Llanero Solitario y Toro.
Tarzán y Jane. Chanoc y Tsekub. Memín Pinguín. Rarotonga, ay la sensual Rarotonga con su piel oscura, muy oscura.

SEIS. Historias extraordinarias

Todos ellos personajes, grandes personajes, de la infancia, la adolescencia y la juventud. Incluso, en la madurez.
Tremendo escándalo, reality show, de aquel lechero que en el pueblo y repartiendo leche todos los días sedujo a tres señoras y embarazó a dos y los dos niños con un insólito parecido físico a él.
Tan insólito que, ni modo, los maridos se divorciaron de ellas y las dos en abierta y feroz pelea para quedarse con él.
Además, casado y con par de hijos.
Las deslumbrantes historias de pueblo en pueblo.