Uno tras otro. Poco a poco. Pian pianito. Hasta segar su vida.
Todo porque el chico, José Oliver, alias El Codi, estaba furioso, con rencor y sed de venganza, en contra del padre, Esteban, quien maltrataba y golpeaba a su madre.
Y e muchacho se le fue encima con el hacha en la mano.

PASAMANOS: Crimen a sangre fría.
Pero de igual modo, sangre fría de “El Codi”.
Al día siguiente, quitado de la pena, llegó al velorio para velar a su padre.
Para entonces, la policía tenía la historia de los hechos. Y las circunstancias. Y los antecedentes.
Y lo detuvieron.
Ahora, sentenciado a 26 (veintiséis) años de cárcel.
Internado en el penal de “La Toma”.

CORREDORES: En Playa Vicente, otra historia (¡ay, la naturaleza humana!) truculenta y tormentosa.
Una mujer mató a machetazos a su pareja.
Luego, lo cortó en cachitos.
Después, la asesina huyó.
El hombre se llamaba Guadalupe N. 69 años. Agricultor.
Ella, Aurelia N.
Eran pareja sentimental. Se habían conocido por ahí y trabaron amistad. Y decidieron vivir juntos.
Pero fue, digamos, una relación intensa y volcánica, pues, por ejemplo, tenían pocos días de haber empalmado sus vidas.
La noche del crimen ellos convivían en la vivienda de unos amigos.
Luego se retiraron.
Pero después de la medianoche, los vecinos escucharon gritos desgarradores, al parecer, del hombre.
Después, vieron a Aurelia salir en la noche con una maletita en las manos y sin decir adiós, caminando de prisa y aprisa, se perdió en la oscuridad.
Ahora está presa.
De aquella noche de pasión al crimen violento.
Y con tanta furia, caray, que luego de matarlo tuvo ánimo y voluntad para cortarlo en cachitos (Notiver).

BALCONES: Digamos, entonces, que así suele amarse en Veracruz.
En todo caso, cada quien haciéndose justicia por sí mismos.
El hijo matando a su padre como ajuste de cuentas por la madriza a su señora madre.
Y la amante, pareja en turno, compañera de vida quizá, sintiéndose carnicera y convirtiendo el cuerpo de su hombre, su pareja, su “ñor” como les llaman por ahí, en bistecitos.

PASILLOS: Los sociólogos y sicólogos dirán que “nada nuevo bajo el sol”.
Peores historias truculentas se han dado en todos los tiempos, digamos, una de las más sórdidas, Caín matando y por envidia y celos a su hermano Abel, los dos hijos de Eva y Adán, de acuerdo con el relato bíblico.
Caray, el asuntito sórdido y siniestro de las famosas “Poquianchis”.
Y el asesino serial de la ciudad de México en el siglo pasado, Goyo Cárdenas, el estrangulador de Tacuba.
Y Genaro de Dios Arias, el caníbal de Playa Vicente, descrito en el gran libro de crónicas de Alejandro Almazán.
Y la “Mataviejitas”, Juana Barraza Samperio.

VENTANAS: Veracruz, entonces, disputando su lugar nacional en las historias negras y grisáceas.
La vida, pues.
Dura y ruda la historia del periodista de Coatzacoalcos, Gregorio Jiménez de la Cruz, a quienes los sicarios obligaron a cavar su propia tumba encañonado en la espalda y la sien y luego el tiro de gracia para enterrarlo.
Todo, porque la suegra les había pagado pues le caía muy mal.