Luego del asalto a una joyería más en plaza comercial Las Américas en Boca del Río, en Coatzacoalcos prendieron fuego a par de restaurantes.
A uno de ellos, por tercera ocasión.
Se llamaba “Langostinos”.
Entonces, simple y llanamente, y ante la impunidad con que operan los carteles… los dueños anunciaron el cierre definitivo del restaurante de mariscos.
El fracaso de un negocio más, una empresa más, creadora de fuentes de empleo, debido a la incertidumbre y la zozobra donde “la muerte tiene permiso”.
Y los feminicidios, secuestros, extorsiones y fosas clandestinas figuran en el primer lugar nacional.
Ni más ni menos.
Y con la llamada Gran Cuarta Transformación… al mando.
El peor fracaso, incompetencia, ineficiencia, ineficacia del gobierno obradorista en el Estado jarocho, la inseguridad en la vida y los bienes.
El segundo, la manifiesta incapacidad para animar y reanimar la creación de empleos dignos y estables y pagados con justicia laboral.
Pero, bueno, está manifiesto que nunca en los últimos cinco años y ocho meses al góber de AMLO, el presidente, ha interesado, ocupado y preocupado el destino común.
Le vale.
Al góber únicamente le interesó quedar bien con Andrés Manuel López Obrador y parte del gabinete.
Segundo, congraciarse con la expresa candidata presidencial de AMLO.
Y tercero, el desdén y el menosprecio y el desprecio para los graves pendientes sociales de un Estado pródigo en recursos naturales, pero con seis millones de los ocho millones de habitantes en la miseria, la pobreza, la jodidez, la inseguridad, el desempleo, el subempleo, los salarios pichurrientos y el éxodo a Estados Unidos buscando un trabajo.
Nada, entonces, de que “no somos iguales” a los priistas y panistas.
Son peores.
Y peores, porque a cada rato han pasado el viaje sexenal “dándose golpes de pecho” como ángeles de la pureza.

II (Cobrar a la malagueña “el derecho de piso”)

Los malosos lanzaron las bombas molotov a par de restaurantes de Coatzacoalcos como estrategia de presión para cobrar el llamado “derecho de piso”.
Es decir, la extorsión, el delito que ha encumbrado a Veracruz en el primer lugar del ranking nacional.
Aquí, donde los carteles y cartelitos hacen y deshacen porque extorsionan y nada, absolutamente nada, pasa.
Bastaría citar que la extorsión se multiplica como los peces y los panes y de norte a sur y de este a oeste del territorio jarocho.
Y en la tierra fértil y prodigiosa, insólita, de la impunidad.
En cinco años y ocho meses, los carteles con la extorsión pusieron a Veracruz en las grandes ligas.
Entonces, los dueños del restaurante “Los Langostinos” tomaron la decisión más prudente.
Y luego de tres quemazones.
Cerrar el negocio.
Y cerrar en definitiva.
¡Oh, secretaría de Desarrollo Económico de Veracruz!
¡Oh, secretaría de Seguridad Pública!
¡Oh, Fiscalía General!
¡Te amamos, Veracruz, te amamos!
Además del cierre del restaurante, el despido del personal.
Mayor desempleo.

III (Más impunidad, más zozobra)

Todo es grave. Toda una pesadilla inacabable.
Uno. Feminicidios.
Dos. Secuestros.
Tres. Desaparecidos.
Cuatro. Fosas clandestinas.
Cinco. Extorsiones.
Seis. El tiradero de cadáveres hasta en los ríos y lagunas.
Y siete. La impunidad.
Premisa universal: A mayor impunidad, mayor incertidumbre y zozobra.
Razones de peso y con peso de los carteles para recrudecerse.
Entre otras cositas y hechos, mostrando el puño, los bíceps, las bombas molotov y el rafagueo para obligar a los empresarios a pagar la extorsión.
La cuota fijada.
Y cada mes.
Y cuidadito si se atrasan.
Cada cartel imponiendo su ley.
Y encima del Derecho Universal.
Nunca hay vacíos de poder.
Los vacíos de poder creados y recreados por la incapacidad gubernamental los carteles los ocupan.
El estilo personal de ejercer el poder del científico condecorado por la Universidad Veracruzana y que, de paso, sabrá el chamán los lugares específicos donde, digamos, estaría aplicándose y con resultados.