Y entre ellos pelean. Unos, por seguir pa’lante. Otros, por regresar.
Y como López Tarso lleva una pistola primero mata a su amigo. Luego, a la esposa.
Entonces, su esposa sale huyendo en medio del desierto y desaparece.
Y más adelantito, López Tarso también cae muerto.
La historia, el destino, la vida, entre tantas otras, de los migrantes.
Unos, muriendo al cruzar el río Bravo. Otros, en el desierto. Otros más, quienes llegan a EU, expuestos a ser capturados y concentrados en una cárcel y esperar la deportación inminente.
Es la historia, por ejemplo, del trío de migrantes originarios de Veracruz y Jalisco recién fallecidos en el desierto de Arizona, a la altura de Tucson, una zona cien por ciento desértica.
Y sin agua que tomar.
Y sin comida.
Y expuestos a las inclemencias del tiempo.
Y a las víboras.
Y, claro, los cadáveres expuestos a la rapiña de las águilas y zopilotes.
Todo, debido a la errática política económica de Veracruz (y Jalisco) para animar y reanimar la creación de empleos en las regiones indígenas, campesinas y obreras.
Y suburbanas y urbanas.
Todo, porque en el caso de Veracruz, el gobierno del Estado fue y es incapaz de recuperar los miles de empleos perdidos (siete mil) en el par de años del covid de acuerdo con informe documentado de la secretaría de Trabajo federal y el Seguro Social.
Todo, por los miserables salarios pichurrientos.
Todo, por la falta de oportunidades laborales.
Caray, según el INEGI, Veracruz, campeón nacional en migración.
Palabras mayores si se considera la peor miseria y pobreza en otros estados como, por ejemplo, Oaxaca, Chiapas, Tlaxcala, Hidalgo y Guerrero.
La apuesta de los migrantes a perder la vida en el intento por entrar al paraíso terrenal de Estados Unidos, la nación más poderosa del planeta, ahora, claro, compitiendo con China.
Tres hogares más…
Tres familias más…
Hijos huérfanos…
Esposas viudas… dejaron el trío de migrantes.
En vez de remesas, dolor y sufrimiento.
Y las familias, a la deriva económica y social.
Por fortuna (caray, “la vida es así y qué le vamos a hacer”), las tribus guinda y marrón listas para seis años más con vientos favorables encaramados en la cresta del poder público.

II (Político y magnate contra los migrantes)
Los tiempos que parecen venir en Estados Unidos, digamos, si Donald Trump sale candidato presidencial y gana las urnas, su política migratoria fue definida en el primer debate con un triste y lamentable Joe Biden:
Trump, culpando, como siempre, a los migrantes “de todos los males de Estados Unidos…
Desde el índice de criminalidad a la economía…
La crisis del seguro social, al medio ambiente, a la seguridad nacional.
Los migrantes están matando a nuestra gente en Nueva York…
En California…
En cada estado de la unión porque ya no tenemos fronteras…
Los únicos empleos creados por Biden fueron para indocumentados…
Los millones y millones de migrantes que ingresan por las fronteras abiertas se están robando empleos de latinos y afroestadunidenses” (La Jornada, David Brooks y Jim Cason).
Entonces, “la cruda verdad” cuando un millón de habitantes de Veracruz está de migrante en Estados Unidos.
Y cuando todos, sin excepción, migran por la incapacidad gubernamental para crear empleos dignos y pagados con justicia laboral.
Terrible y escalofriante el dato oficial de que cada semana en el camino a EU están muriendo doce migrantes.
Más la libertad a la policía migratoria para la feroz persecución en contra de todos ellos.
Treinta millones de mexicanos en el otro lado.
La mayoría, indocumentados.