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Expediente 2024
Jueves 13 junio, 2024

Indígenas jodidos

I (Historia de Celedonio Macuixtle Tecpile)

Celedonio Macuixtle Tecpile fue un compañero indígena de la montaña negra de Zongolica. Toda su vida (unos 50 años de edad) fue migrante en el estado de Veracruz.
Migrante en el corte de café, cítricos y caña de azúcar.
A los ocho años, y en cada ciclo escolar, y en temporada de cosechas, su padre lo sacaba de la escuela y llevaba a los campos para significar una mano de obra más en el corte y ganar la familia otros centavitos.

Luis Velázquez

Toda la vida, Celedonio viviendo con la impresionante modestia, sencillez y pobreza.
Siempre, por ejemplo, con una ropita sencillita.
Además, siempre con unos huaraches.
Los huaraches tradicionales y famosos de los indígenas y los campesinos.
Los huaraches con que los jornaleros se fueron a la guerra de Independencia con Miguel Hidalgo y José María Morelos.
Varios años después, cuando su hijo Noel creció, hacia los nueve, diez años, también lo sacaba de la escuela y llevaba a la cosecha.
Entonces, los jornaleros en haciendas y latifundios en el siglo pasado, viviendo y durmiendo en unas gigantescas galeras y que, caray, al mismo tiempo eran insuficientes por tantos compañeros.
Y en haciendas donde los patroncitos tenían tiendas de raya para vender la despensa a cada uno y cobrarles el sábado, día de pago.
Y a fuerza, claro.
Vivía en Astacinga, con su familia. Un pueblo en la parte más alta de la sierra de Zongolica. A un pasito de Tehuipango, el municipio limitando con Puebla.
Los pueblos rodeados de nubes blancas. Y con frecuencia, en la temporada nubes negras y oscuras, muy oscuras, anunciando la lluvia intensa y volcánica.
Con su esposa Rosita Acahuatl y sus hijos, habitaban una casa modesta y sencilla. Con piso de tierra. Y techo de lámina. Y paredes con horcones.
Y por donde en las noches y las madrugadas se colaba el viento frío.
Toda la vida, con duras y terribles privaciones.
En el patio tenían sembradas unas hortalizas a base de chícharos, en su mayor parte, para comer.
Chícharos en el desayuno. Chícharos al mediodía. Chícharos en la noche, acaso, con un cafecito negro.
A un lado, y en el patio, digamos, la única llave para abastecerse del líquido y que las hijas solían acarrear a casa en cubetas.
Enfrente estaba la iglesia y una cancha con piso de tierra y polvo, digamos, para que los niños, la escuela primaria a un costado, jugaran a la hora del recreo.
En las tardes, la esposa de Celedonio, con otras señoras, se reunía en la iglesia para rezar el rosario.
Y de paso, pedir, porfis, por favorcito, al Ser Superior “el socialismo con rostro humano” tan predicado por los políticos que por ahí llegaban (claro, claro, claro) en tiempo de campañas electorales.

II (Gran estafa de un académico)
Algunas veces, el antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán solía llegar a la sierra de Zongolica y hacer parada en Astacinga.
Entonces, soñando, soñando, soñando con un mejor destino personal y para su familia (esposa e hijos), Celedonio se acercó y se ofreció, digamos, como guía en la montaña negra.
Y Aguirre Beltrán lo aceptó dada la simpatía, el buen karma, la alegría de vivir, la voluntad de Celedonio.
Y Celedonio, claro, lo procuraba y cuidaba.
Y dejaba la migración a los campos de Veracruz para servir al famoso antropólogo que fuera Rector de la Universidad Veracruzana.
Tiempo existió cuando Aguirre Beltrán le ofreció todo el apoyo del mundo. Incluso, el respaldo oficial para que sus hijos estudiaran, vaya, hasta carrera universitaria.
Pero el antropólogo “le tomó el pelo”.
Le vendió esperanzas baratas, ramplonas, demagógicas y populares.
Y un día desapareció.
Y sin decir adiós.
Culpa, claro, de Celedonio quien lleno de buena fe y un corazón y neuronas limpias depositó su confianza en el estudioso aquel.
Aguirre Beltrán dejó de llegar a Astacinga y como reza la canción de “La Martina”, “ni por el caballo volvió”…

III (78 gobernadores después…)
Historias, claro, repetitivas y frecuentes.
Siempre con el desencanto y la desilusión social… para los jodidos.
Por ejemplo, en Veracruz han ejercido el poder “y en la plenitud del pinche poder” un total de 78 (setenta y ocho) gobernadores.
Y el resultado económico y social es el siguiente, entre otros:
Seis millones de los ocho millones 60 mil habitantes, en la miseria y la pobreza.
El desempleo. El subempleo. Los salarios pichurrientos. Y sin las prestaciones de ley.
Y con la migración a Estados Unidos y en el primer lugar nacional de acuerdo con el INEGI, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Industria.
Pero ni hablar, “la vida es así y qué diablos vamos a hacer”.
Un millón de indígenas de las ocho regiones étnicas de Veracruz, con la esperanza de días mejores…


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