en el cerro de Tuxpanguillo para que el Ser Superior, Dios, Diosito Santo, Yahvé, tenga piedad y misericordia de Veracruz y apague los incendios forestales.
Y, claro, de paso, ayude a la secretaría de Protección Civil.
En el puerto jarocho, un chico de 23 años manejaba de noche su motocicleta en la carretera a Dos Lomas y chocó con una vaquita lechera y murió.
En la ciudad jarocha, de igual manera, hartos, hartísimos, molestos, irritados, encabritados, enfurecidos, los trabajadores del Seguro Social bloquearon la avenida Cuauhtémoc.
Uno, inconformes con que los aires acondicionados están fuera de servicio.
Y dos, porque los elevadores están descompuestos.
En Xalapa, la capital, la sede de los tres poderes, los vecinos de colonias populares bloquearon la avenida Chedraui Karam sosteniendo en las manos una cartulina dura, ruda y canija, con la siguiente leyenda: “¡CMAS… culero. CMAS… culero”.
Todo, porque desde hace un mes están sin agua.
Y lo peor, indicativo y significativo, la Comisión Municipal del Agua enviando recibos con un incremento.
Y el presidente municipal, el hidalguense de toda la vida, Ricardo Ahued Bardahuil, ni fu ni fa.
La vida cotidiana, la vida diaria, así caminan en el último semestre del sexenio de la inmaculada y sacrosanta (ajá) 4T obradorista en el Estado de Veracruz.
Ahora sí, como exclamara el ideólogo ruso pelón, “¿Qué sigue?”.

II (Hora de prender las farolas)
Hay en la población coraje social y la indignación crónica.
Todos, sublevados reclamando servicios públicos.
Indicativo y significativo, la inconformidad popular llega a tanto que los vecinos mejor convencen al sacerdote del pueblo para regar agua bendita en la montaña y oficiar una misa para que el Ser Superior tenga piedad y compasión y se haga el milagro de la lluvia.
Fernando Gutiérrez Barrios, dos años gobernador de Veracruz, profundo conocedor de la naturaleza humana, lo expresaba del siguiente modo:
“Si es mediodía y el pueblo dice que es de noche, hora de prender las farolas”.
En el Veracruz de la 4T, indiferencia, apatía, desdén y menosprecio.
Así fue desde el mes de diciembre del año 2018 cuando en los límites de Isla y Rodríguez Clara, unos migrantes de Guatemala fueron emboscados y una mujer perdiera la vida.
Entonces, el secretario General de Gobierno luego luego, sin datos de por medio, acelerado mostrando la línea, inculpó a los policías municipales de Isla.
Y antes de que el gallito bíblico cantara tres veces, el alcalde de Isla le reviró diciendo que los asesinos eran “polleros”.
Y la misma política social ante los problemas y los pendientes fue repitiéndose durante cinco años y siete meses que van.
“¡Culero, culeros!”, el grito de los vecinos de Xalapa cuando llevan un mes sin agua en sus casas para bañarse y cocinar y lavar la ropa y limpiar la casa.
Claro, claro, claro, a Cuitláhuac García, el góber, por un oído entra el vocinglero y por el otro oído le sale.

III (Desencanto social de Cuitláhuac)
En el sexenio de la 4T dominan los colores guinda y marrón. Son con los colores gris, negro y café, los símbolos de la tristeza.
Pero también los colores del desencanto y el horror social.
Colores que golpean el alma social y arruinan la vida.
En el tiempo de Cuitláhuac, la luz se volvió oscuridad. Noche. Tenebra.
“Un campo yermo, sin un árbol, sin una hoja” (Julio Scherer García).
Sin un espacio para el diálogo, el acuerdo, el pacto ni tampoco un espacio para la libertad y la dignidad, los más altos valores de la política.
Como si la vida estuviera aniquilada.
Peor aún, ningún signo de vida.
Mejor dicho, la inmovilidad como principio de la muerte social.
El desdén.
El menosprecio.
La apatía.
La soberbia.
El autoritarismo.
“Aquí mando yo” y pónganle como quieran…
Así lo permitió AMLO, el presidente…