La historia anual, caray. La vieja, histórica, milenaria y bíblica profecía: “Muchos son los llamados. Pocos los elegidos”.

PASAMANOS: Los chicos, con sus padres en muchos casos, haciendo fila en la USBI para el examen correspondiente.
En unos casos, desde las cuatro, cinco de la mañana.
Soñando. Soñando. Soñando.
Y cuando quizá la mayor parte de los jóvenes obtuvieran, digamos, un promedio de ocho en el examen, si 4 mil 042 sacan nueve y diez, ni modo, con todo y su ocho quedarán fuera.
En contraparte, la fama de que las universidades públicas y privadas están convertidas en una fábrica de desempleados.

CORREDORES: A un chico a dos meses de egresar de una carrera en la universidad se le preguntó sobre sus planes y su respuesta fue: “Gracias por preguntar, pero por ahora no quisiera hablar de esa realidad”.
Y es que, de entrada, si bien les va, suelditos de cinco a seis mil pesos mensuales.
Y a prueba, qué caray, porque afuera, en la calle y en la oficina administrativa hay montón de solicitudes.
Y como decía un profesor por ahí en cada nuevo ciclo escolar a los alumnos:
“Mi trabajadora doméstica gana más, mucho más, que un egresado de esta facultad”.

BALCONES: Desde hace muchos años, las universidades inscritas en la ANUIES, que aglutina a las públicas incluidos los tecnológicos y politécnicos, tocan las neuronas y el corazón de Palacio Nacional soñando (también sueñan los Rectores) con un mayor presupuesto para ampliar la oferta estudiantil.
Uno, plazas para académicos. Dos, plazas para burócratas. Tres, construcción de aulas. Cuarto, talleres y laboratorios.
Y la respuesta siempre, siempre, siempre, la venta burda, ramplona y baratas de cada presidente de la república.
El más canijo fue Andrés Manuel López Obrador creando sus universidades. Que más de cien en el país.
Y que todas, caray (a ver quién le cree) mejores que las establecidas en cada entidad federativa.
Digamos, el populismo mesiánico en su más alto decibel.

PASILLOS: En todo caso, miles y miles de chicos rechazados para esperar, quizá, un año más, dada las circunstancias económicas de la familia.
Acaso por ahí inscribiéndose en una universidad “patito” y que tanto abundan.
Y de ñapa, ofreciendo (sin ningún control oficial, acaso con una buena “mordidita”, untada de mano) las carreras saturadas en el mercado local, regional, estatal y nacional.
Derecho. Medicina. Odontología. Veterinaria. Comunicación. Ingenierías. Contaduría.
Tan es así que en la fila de los chicos aspirantes a ingresar a la UV los dueños de tales colegios de educación superior enviando a las secretarias a repartir volantes de que ahí están, a sus órdenes, por si reprueban el examen de admisión.

VENTANAS: Un pendiente académico que ningún Rector ni ANUIES ha podido resolver.
Y cada vez, multiplicados el número de chicos egresados del bachillerato soñando con las ilusiones, esperanzas, quimeras y utopías de continuar una carrera universitaria.
El año anterior, la UV dejó fuera a más de cien mil muchachos.
Y la UNAM a más de doscientos mil chicos.
El peor jinete del Apocalipsis.
El peor Círculo del Infierno.
El peor mal de la caja de Pandora.