Pero por encima de toda posibilidad (y en todo caso como siempre ha ocurrido) un ejército de camaleones brincó de un partido político a otro.
De pronto, ellos descubrieron que el instituto político donde militaban las tribus encaramadas en el poder ya nada, nada, nada, podían ofrecer.
Vaya, y en todo caso, las puertas cerradas para continuar escalando la pirámide del poder, considerando, entre otros hechos, que “el hombre es nada y el poder es todo”.
Entonces, a camaleonar.
Indicativo, ¡cuánta ingratitud política, social y humana de todos ellos “tirándose del barco naufragando… como las ratas” dice el viejito del barrio!
Tantos años de militar en el PRI, el PAN y el PRD, por ejemplo, para que de pronto, ¡zas! alardeen “la purificación moral y la honestidad valiente” y en nombre de tantas virtudes renuncien.
Más cuando, y en muchas historias de por medio, fueron síndicos, regidores, alcaldes, diputados locales y federales a la sombra y cobijo del partido que les abrió la puerta por vez primera en sus vidas.
Más inverosímil que todos ellos se treparon al partido político en el poder: MORENA. Morenacos que se volvieron y ahora son.
Peor, mucho peor, hablando de moralidad de los priistas y quienes encumbraron al partido tricolor en el primer lugar mundial de la corrupción.
Ellos mismos salpicados y salpicándose.
Usufructuando muchos años “las mieles del poder” efímero y fugaz.
Ahora, obradoristas puros.
Por ejemplo, en Veracruz, los Fernandos Arteaga, las Anilú, los Pepín Ruiz, los Basilios Picazos, los Felipe Sosa, los Javier Herrera Borunda, los Marcos Theurel.
Incluso, gente que durante sexenios se benefició con su familia del priismo, el panismo y el perredismo con los negocios, digamos, lícitos e ilícitos, y de pronto, camino a Damasco, el gran descubrimiento como morenacos.
Y de paso, “rasgándose las vestiduras” por la justicia económica, social, educativa, de salud, seguridad y desarrollo humano.
Los camaleones de cada sexenio y cada partido en lo más alto del poder público.

II (Tiempo de los Judas)
Desde “La última cena” de Jesús con los apóstoles, los Judas siempre han existido.
El hijo ilegítimo de José María Morelos, por ejemplo, Juan Nepomuceno Almonte, traicionó a Benito Juárez García y se entregó a Maximiliano de Habsburgo.
Victoriano Huerta ordenó asesinar y por la espalda y tiro de gracia a su amigo Francisco I. Madero y José María Pino Suárez.
El general Álvaro Obregón ordenó el asesinato de Pancho Villa.
Venustiano Carranza ordenó la emboscada y el crimen de Emiliano Zapata.
En la historia quedó que Plutarco Elías Calles ordenó asesinar a Álvaro Obregón porque estorbaba en su Maximato.
Lázaro Cárdenas del Río traicionó a su amigo de toda la vida, el general Francisco J. Múgica e impuso como candidato presidencial al poblano Manuel Ávila Camacho.
“No se hagan bolas. Es Colosio” precisó Carlos Salinas a los suyos antes de la traición yéndose con Manuel Camacho Solís para la sucesión presidencial.
En todo caso, diría el viejito del barrio, la traición forma parte de la naturaleza humana.
Hay amor y desamor.
Lealtad e ingratitud.
Rencor y perdón.
Buena vibra y karma.
Humildad y soberbia.
Fidelidad y Sanchos.
Y sin un ejército de camaleones migraron del PRI, PAN y PRD soñando con el paraíso terrenal en otros partidos y con otras tribus políticas, ni fueron los primeros ni serán los últimos.
Y si les va bien, bendito el Ser Superior.

III (Hasta la ignominia, qué caray)
Unos esquiroles se fueron, por ejemplo, luego de cuarenta años de militancia en un partido.
Otros, después de veinte años.
Y en ambos casos, desempeñando durante tales décadas varios cargos públicos.
Y hasta con presupuesto “para ordeñar la vaca”.
Otros, migraron en un berrinche creyendo que en MORENA los encumbrarían en el peldaño más alto del poder.
Unos, presidentes municipales en funciones, “se tiraron de la borda al proceloso mar de la política” amenazados por cuentas públicas bajo sospecha en la Legislatura.
Incluso, caray, la denuncia penal de la autoridad estatal en la Fiscalía General en contra de unos exalcaldes que por el estercolero que dejaron en sus tiempos.
Nomás, quizá, para que los demás sepan el riesgo enfrentado.
Con todo, larga vida a los camaleones.
Lo más fácil, claro, es el “cambio de piel” para continuar “en los cuernos de la luna”.
En la conquista del poder, “ni un paso atrás”.
Y hasta la ignominia si es necesario…