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Escenarios
Miércoles 29 mayo, 2024

“Mi marido desgraciado”

**Miel en el noviazgo
**“Me tortura con mi pasado”

UNO. Ultraje en la madrugada

“Mi marido se volvió un desgraciado. De una miel en el noviazgo, a un torturador en la vida común. “De una perita en dulce” en tantos años de novios, al peor desalmado de la historia.

Luis Velázquez

Siempre que llega borracho a casa, me tortura. Como si fuera un sicario, un pistolero.
Incluso, un policía de la desaparición forzada.
Y me tortura, haciéndome recordar cuando en un viaje por carretera de Veracruz a Tabasco, unos malandros nos detuvieron en la noche.
Y como íbamos cortos de dinero, entonces, simplemente, me tomaron y me llevaron al monte y tres me ultrajaron.

DOS. Asalto en carretera

En el monte, mis gritos y en la noche fueron desgarradores. Mis tres hijos, en la parte trasera del coche, llorando. Mi esposo tratando de callar el llanto de los niños.
Luego, cuando amanecía, nos dejaron en libertad. Y seguimos el camino a Villahermosa. Y en silencio.
Ninguna palabra dijo aquel. Tampoco yo. El niño mayor de siete años de edad preguntando por qué gritaba y qué me habían hecho.

TRES. “¿Te gustó?”

En Tabasco cumplimos con el compromiso familiar. Luego, nos regresamos, pero ya de día. Y escoltados por un hermano.
Y a la semana de estar viviendo en el puerto de Veracruz, mi esposo llegó ebrio. Borracho. Pero consciente de lo que hacía y decía.
Entonces, sin más, se fue contra mí. Y comenzó la tortura. Me preguntaba:
“¿Y qué te hicieron? ¿Te gustó? ¿Pedías más? ¿Cuántos pasaron por ti? ¿Quién te gustó más y por qué? ¿Los extrañas? ¿Los quieres volver a ver? ¿Vamos a Tabasco otra vez? ¿Y en viaje en la noche?”.
Mi esposo quedó traumado. Pero yo mucho más.
Sin embargo, me seguía torturando con sus preguntitas en cada borrachera.
Más porque desde entonces, empezó a embriagarse más y más. Y cada semana. El sábado.

CUATRO. Modelo de esposa

Ignoro si porque es un macho, macho, macho.
Y porque así desea vengarse de mí…, cuando en todo caso yo nunca fui culpable de lo sucedido.
Más, porque él quiso manejar por carretera. Y exigió que fuéramos de noche así como están las cosas en Veracruz y Tabasco.
Más, porque nunca en los diez años de casados le ha dado motivos, ni siquiera, vaya, para una escena de celos.
Yo, siempre en casa. Pendiente de los niños y de la comida y de la casa limpia y de la ropa bien planchadita.
Y si salimos a la calle es con los niños. Y con él, cuando a veces por su trabajo se da un tiempo.

CINCO. Inmolada en el infierno

Ganas me sobran para denunciarlo. Y hasta llevarlo a la cárcel.
Pero al mismo tiempo, me pregunto de dónde sacaremos para la despensa, el itacate y la torta.
Y para la escuela de los niños.
Y para una emergencia médica, por ejemplo.
Entonces, me freno. Y me inmolo en la mesa de los sacrificios.
Cada vez cuando ya es tarde y tarda en llegar el sábado en la noche estoy segura que anda en la borrachera me entra el miedo y el pánico por su llegada porque de nuevo la tortura sicológica.
La última vez, caray, me golpeó. Me agarró a cachetadas. Y hasta me desmayé.

SEIS. Bravucón y violento

Mi esposo es mecánico. Ni siquiera dueño del taller. Un empleado más.
Es fornido. Alto. Y por desgracia, los descubrí con los años de casados. Viviendo juntos día y noche.
Desde aquel viaje nocturno por carretera, nunca más hemos agarrado camino.
Y aquí sigo, cargando la cruz a cuestas y en un camino lleno de espinas, cardos y abrojos.
Y ni modo, como dijo aquel, “¡aquí nos tocó vivir y qué carajos le vamos a hacer!”.


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