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Escenarios
Jueves 16 mayo, 2024

Un viaje esotérico

**Leer, en vez de ejercitarse
**Un hombre en el parque

UNO. El extraño caminante

En el transcurso de la semana anterior, y apenas aclarando el día, antes de las 6 de la mañana tibia y fresca, un huésped, un deportista más, en el parque del barrio.
Pero un hombre raro y extraño, digamos, cuando todos sin excepción

Luis Velázquez

se ejercitan.
Caminando y trotando. Incluso, paseando a la mascota.
Era un hombre de piel blanca y de unos cuarenta y cinco años de edad, aprox. Con una playera y un short y tenis.
Y como los otros caminantes dando vueltas alrededor del parque. Pero con pasitos de anciano, poco a poquito, pian pianito.

DOS. Leer, en vez de ejercitarse

El hombre caminaba alrededor del parque con un libro en las manos. Leyendo, claro.
Era un libro de unas setecientas páginas, a primera vista. Y el hombre llevaría leídas unas cien páginas.
Leía y movía los labios como si cuchareara una sopita.
Una que otra ocasión levantaba la mirada para dar los buenos días cuando sentía que alguien por ahí se acercaba.
En otras, continuaba leyendo sin mirar a los lados y sin que nadie ni nada lo perturbara.
De seguro el libro lo agarró como escribió el poeta, “torciendo el cuello al cisne de hermoso plumaje” y necesitó seguir leyendo.
Y se lo llevó al parque.
Acaso, nadie lo dudaría, se trata de su disciplina cultural.

TRES. Química con la tierra

Así, caminó unas tres vueltas alrededor del parque.
Luego, caminó en medio del pasto y se detuvo en el centro del parque.
Y se quitó los tenis y agarrado de un arbolito posó la planta de los pies desnudos sobre el pasto haciendo química con el pasto, la hierba y la tierra.
Química, como dice el chamán, para que la electricidad y la buena vibra y el mejor karma y el súper fario se le transmiten.
Igual, igualito, como dicen que la electricidad se transmite abrazando un árbol y caminando descalzo sobre la arena.

CUATRO. Viaje esotérico

El hombre aquel permaneció con los pies desnudos sobre el pasto unos quince minutos.
Y con los ojos cerrados. Digamos, en una especie de viaje esotérico.
Y, claro, el libro cerrado. En la mano izquierda, se ignora si en la izquierda por devoción ideológica.
Luego, dio una vuelta más leyendo el libro y se retiró.
Alrededor del parque seguían caminando y trotando un trío de señoras, cada una con su mascota, un perrito.
En un extremo del parque, las palomitas comían los pedacitos de pan que un señor de la séptima década todos los días les sirve.

CINCO. Caminar es cavilar

Por lo general, pocas, poquísimas personas llegan temprano al parque del barrio para ejercitarse.
Digamos, unas cuantas.
La mayoría suele agarrar camino al bulevar quizá, quizá, quizá, porque les gusta estar y sentirse en medio de la gente.
Una especie de compañía.
Pero nada mejor como estar solo en el amanecer tibio y fresco, pues como refiere el viejito del barrio, caminar, trotar, ejercitarse es pensar y recordar y programar cosas y hechos del día y sobre el día.
Y caminar en el bule significa toparse con alguna persona y platicar y perder la gran oportunidad de la soledad.

SEIS. El mismo ritual de todos los días

El hombre que decidió leer un libro ejercitándose en el parque ha seguido con su rutina, su práctica, su creencia, su preferencia.
Todos los días llega con el mismo ritual.
Casi casi como el otro hombre de unos cincuenta años de edad que cada mañana llega al mismo restaurante con cuatro y cinco litros y suele leer algunas páginas de cada libro.
Entonces, los meseros, asombrados y perplejos, dicen:
“Lee mucho. Mucho”.
Y los tiene apantallados.
Cada uno su vida, entonces. Y suerte, bastante suerte.


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