Pero se trata de “unos puteros” fuera de serie, extraordinarios. En la mayor parte, las mesalinas en ningún momento son mexicanas. Digamos, jarochas, poblanas, jaliscienses, sinaloenses, etcétera.
Más todavía: de entrada, “los lenones” las tienen vedadas así sean, como dicen los reporteros de sociales, “con cuerpo de tentación y caderas juncales”.
Todas son, y sin excepción, de Sudamérica y Centroamérica.

DOS. Pura muñequita…

Las hay de Cuba y Venezuela. Brasil y Panamá. Uruguay y Colombia. Argentina y Guatemala, Honduras y El Salvador.
Además, todas, como dicen los clientes, “unas muñequitas”.
El cliente que por allí se asome debe llegar, mejor dicho, llega, consciente de que la noche le saldrá en unos cien mil pesos.
Caro el licor. Caro el champagne. Caro el show. Caro el servicio de las chicas.
Una noche esplendorosa en el paraíso terrenal.

TRES. Morenacos, clientes

En Playa del Carmen, Campeche, por ejemplo, los preferidos son los congales con los nombres de “Chillis Wilys” y “No name”.
Y en Mérida, “El Tropicana”…, como en el siglo pasado se llamaba gran centro nocturno en Boca del Río, y en donde (desde entonces), la droga solía circular con vientos favorables.
Por allá, políticos y funcionarios de MORENA, la Gran Cuarta Transformación y el obradorismo de Veracruz han sido vistos.
Gastando la lana… a manos llenas.
Total, están en el poder total y absoluto.
Y nada les cuesta tomar el avión en el puerto jarocho con destino a Mérida y de ahí moverse en sabroso fin de semana.
Incluso, desde el viernes en la noche.

CUATRO. Festín lujuriento

A principios del siglo XXI, la investigadora Patricia Ponce aseguraba, luego de investigación social “a ras del piso” que Veracruz estaba considerado el productor y exportador número uno en el país de trabajadoras sexuales.
En los congales más famosos de la nación, las chicas jarochas prestando servicios eróticos.
Pero a partir, digamos, del desarrollo exponencial de la prostitución y tomando la perspectiva latinoamericana, ni modo, las jarochas quizá, quizá, quizá habrán sido desbarrancadas del trono imperial y faraónico.
Guapas y seductoras y jóvenes sudamericanas migrando de sus países de origen al paraíso terrenal de México.
El festín lujuriento de la carne extranjera, pues.

CINCO. Negocios exponenciales

El caso insólito del prostíbulo en la frontera norte del país donde unas ochocientas hetairas trabajan día y noche.
Y en donde cada turno, mínimo, cada chica tiene cinco relaciones sexuales.
Y la mayoría, de igual modo, extranjeras, aun cuando, caray, los dueños permiten la chamba de las mexicanas.
Tiempos duros y rudos, difíciles (ya se sabe) del poscovid, la recesión y la inflación descarrilada e imparable.
Un negocio ha crecido de manera exponencial en el país como es la delincuencia organizada.
Y el segundo, la prostitución.
En contraparte, en la frontera sur de México, los antros con mujeres migrantes de América Central detenidas por la delincuencia organizada y puestas a chambear.

SEIS. Prostitución bíblica

El negocio más antiguo de la humanidad se afirma.
En el relato bíblico la historia de una mujer dueña de un congal y en donde una noche esconde a dos enviados de Jesucristo y a quienes salva la vida y en la madrugada siguiente los encamina hasta la salida del pueblo para seguir los pasos.
La historia de María Magdalena, la apóstol número trece, a quien la esposa de Herodes, Herodías, encierra en un prostíbulo como esclava sexual y en donde para su fortuna logra huir y un soldado romano la rescata y convierte en pareja.
Un pueblo indígena y campesino se vuelve próspero si tiene un prostíbulo… aunque sea, como dicen en el rancho, “de mala muerte”.