Y en la mayor parte de los casos (quizá todos los casos) revolotear la tierra allí donde unas neuronas y unos corazones arrepentidos les pasaron el tip de una fosa en un Veracruz campeón nacional en fosas clandestinas.
Además, y como todos los vientos son huracanados y torrenciales en contra, los Colectivos también buscan la forma de avenirse de recursos con que subvencionar la búsqueda.
Digamos, gastos elementales.

PASAMANOS: Una tarea cien por ciento admirable, respetada y respetable.
Por ejemplo, ahora con la Semana Santa, y como lo han aplicado desde hace varios años, instalaron un changarro con venta de comida y bebidas naturales en la playa jarocha.
Y desde primera hora, 8 de la mañana, hasta las cuatro de la tarde, las señoras cerca del fogón preparando alimentos para ofrecer a los turistas.
Más, en un Veracruz cuyo único destino ha sido (y será por siempre) el turismo de jícama, horchata, picadas, gordas y tostadas, entre otros platillos gastronómicos sabrosos, sabrosísimos.

CORREDORES: Todas ellas (sobre todo, las madres, las señoras, las mujeres) con excepcional energía creadora y vitalidad inextinguible.
Además, llenas de alegría porque entre ellas son, están y trascienden.
Y la única razón de peso y con peso es la esperanza de encontrar a los hijos y parientes.
Y, claro, en cada nuevo amanecer, seguir buscando y buscando y buscando en los municipios de Veracruz y Alvarado, el área de operación del Colectivo “Solecito”.

BALCONES: La fuerza espiritual de su lucha familiar y colectiva es la búsqueda de los suyos para, entre otros hechos y sin duda demoledor, dar la cristiana sepultura y tener un lugar en el panteón para llevar flores y oraciones.
Y al mismo tiempo, unidas todas ellas porque la autoridad estatal (de ahora y desde antes, por ejemplo, con Javier Duarte), de hecho y derecho, los ha declarado enemigos públicos.
Peor, mucho peor, que los carteles y cartelitos para quienes AMLO, el presidente, ha pedido “abracitos y besitos porque también son seres humanos”.

PASILLOS: Por eso, la admiración sin límites para los treinta Colectivos del Estado de Veracruz aparecidos, aprox., a partir del año 2011 cuando de norte a sur y de este a oeste, el territorio jarocho se fue convirtiendo en una gigantesca fosa clandestina.
Más, mucho más, porque de pronto se incurrió en la llamada desaparición forzada, aquella resultante de la alianza (sórdida y siniestra) de los políticos, los funcionarios públicos, las policías y la delincuencia organizada.
Entonces es una lucha, digamos, de una parte débil y frágil como las madres de los Colectivos, contra Sansón, el gobierno.

VENTANAS: El secuestro y desaparición de una hija, un hijo, una abuela, un abuelo, una madre, un padre, un hermano, etcétera, significa la peor entre las peores de las pesadillas sociales.
Duro y rudo cuando, por ejemplo, se recuerda que la esencia superior del llamado Estado de Derecho es garantizar la seguridad en la vida y los bienes.
Sobre todo, en la vida, porque los bienes van y vienen… si regresan, claro, como en la historia de Job, el paciente bíblico.
Indicativo que en Veracruz existan treinta Colectivos.
Un número incalculable de padres de familia enlutados (quizá para siempre) por tantos hijos desaparecidos.