La revelación sexenal
I (Ahora, Cuitláhuac, bolichero y beisbolista)
Está bien que Cuitláhuac García juegue ahora boliche. Y béisbol. Y sea el gran bolichero. Y el extraordinario beisbolista. Y con estilacho.
En todo caso, al presidente Lázaro Cárdenas del Río fascinaba caminar temprano, trotar a caballo y nadar.
Luis Velázquez
Y a Plutarco Elías Calles encantaba llegar con parte de su gabinete legal al congal de “La bandida”, propiedad de la exrevolucionaria Graciela Olmos, y en donde Agustín Lara tocaba el piano y cantaba y componía canciones a las mesalinas.
Y a cada rato, Antonio López de Santa Anna nombraba un interino como gobernador y agarraba camino en los pueblos de Veracruz, acompañado de una sabrosa mulata, para apostar a los gallos, jugar naipes, emborracharse y bailar en la madrugada.
Y Gustavo Díaz Ordaz era feliz cuando Irma Serrano, La Tigresa, le llevaba serenata a Los Pinos.
Y AMLO, el presidente, juega beisbol.
Etc.
Se trata de la naturaleza humana.
Además, ninguna prohibición ni veto constitucional para que un político en el ejercicio del poder abandone así nomás su deporte preferido.
Sus debilidades.
Razones de peso y con peso.
Por eso, y entre otras cositas, Cuitláhuac García se ha creado y recreado en los últimos cinco años y tres meses y doce días las siguientes imágenes, proyecciones, formas de ser:
Salsero. El gran bailador del Palacio de la Salsa. Incluso, trepando a las redes sociales sus pasitos en bailongo con una subalterna y amiga.
Huapanguero. Y en la vía pública en el norte de Veracruz.
Danzonero. Y compitiendo en concurso en Actopan.
Chicharronero, atragantándose con chicharrones bien doraditos tomado de una paila en la vía pública.
Camaronero, gran chef especializado en camarones enchipotlados.
Bistecero, haciendo bistecs en un rastro municipal.
Hotdoguero, comiendo hot dogs en un puesto ambulante.
Jaranero, a tono con la Sheinbaum a quien de pronto revelaron como una jaranera experta iniciada en la adolescencia.
Inventor de aparatos, instrumentos científicos, y que le valió (¡sorpresas que da la vida!) condecoración de la Universidad Veracruzana a cargo del rector egresado de la Soborna.
Bolichero, todo indica, de fin de semana.
Y jugador de beisbol, igual, igualito que AMLO, el presidente.
En el ejercicio del poder sexenal, gracias a AMLO, el presidente, quien lo ungiera su candidato en par de ocasiones, Cuitláhuac ha deseado proyectar las diez imágenes anteriores.
Más, las que, claro, faltan por conocerse.
Es la imagen con la que “veinte y las malas” ha entrado, ingresará, a la historia estatal.
La frivolidad y la vanidad en su más elevado decibel.
Casi casi a la altura de una estrella de cine.
Digamos, un Luis Miguel, un Juan Gabriel, un Vicente Fernández.
Así lo dispuso AMLO con su Doble Dedazo y ni hablar, con que AMLO esté a gusto allá los querubines y los ángeles si emberrinchan.
II (“Nos vemos en las urnas”)
Y, bueno, cada profe trae su librito como también cada gobernador.
Incluso, con tantas cualidades y atributos Cuitláhuac debió vivir en el siglo XVIII cuando los hombres eran universales.
Ok.
Pero… si el góber obradorista hubiera (el hubiera no existe) gobernado con altura y alteza de miras y con logros y resultados sociales enalteciendo la calidad de vida de los ocho millones de habitantes, entonces, otro gallo le cantaría.
Es más, su obra social validaría sus diez frivolidades anteriores en un Veracruz sin feminicidios, secuestros, desapariciones, extorsiones, tiradero de sangre y fosas clandestinas.
Los ciudadanos de a pie y motorizados lo dicen:
“Está bien que un político robe, pero que, al mismo tiempo, haga obra pública”.
Las mujeres de la marcha del ocho de marzo (8M) lo dejaron claro con una frase memorable, citable y bíblica: “Nos vemos en las urnas”.