Dos, por lo general (y como sucede en la mayor parte de las empresas, fábricas, industrias, comercios y negocios, quizá hasta changarros), las mujeres periodistas reciben menos salario que los hombres.
Y trabajando duro y tupido y con frecuencia, con mayor productividad, talento, inteligencia e imaginación.

PASAMANOS: Tres, en términos universales “son reducidas a espacio de trabajo operativo, con bajas posibilidades de ascenso a puestos de liderazgo”.
Cuatro, a cada rato y en cada nuevo día se topan con la violencia de género y derivadas y anexas y conexas.
Cinco, los reporteros hombres son vistos y considerados como unos expertos y las mujeres menospreciadas.
Seis, en tanto los hombres son comisionados en fuentes privilegiadas, digamos, política, economía y deportes, las mujeres son enviadas a las fuentes de espectáculos, ONG, activistas, Colectivos, turismo, gastronomía, moda, estilos de vida (Centro de Estudios Espinoza Yglesias).

CORREDORES: Siete, hay por ahí organizaciones no gubernamentales de mujeres periodistas que para defender sus legítimos derechos.
Ocho. El acoso y el hostigamiento sexual de reporteros a reporteras. Y, claro, de los jefes a las subalternas.
Y el premio, caray, abrir las puertas para una fuente informativa disputada.
Y está bien. ¡Súper! ¡Hosanna, hosanna!
Pero el resultado social es limitado.
Los dueños de los medios impresos, hablados y digitales… ni en cuenta.
El machismo en su más alto decibel.
Los hombres mandan.
Desde luego, hay excepciones. Pero como todo en la vida, excepcionales.

BALCONES: En Estados Unidos, por ejemplo, el 44 por ciento de las mujeres periodistas suele tener acceso a puestos de liderazgo.
En México, apenas, apenititas es el cinco por ciento.
Y como por lo regular son mujeres íntegras, honestas, honradas, con una firmeza social fuera de serie, cuando se vuelven incómodas (caso Azucena Urresti) las destituyen.
Más, mucho más, cuando de por medio se trata de congraciarse con las tribus políticas en el poder sexenal.
Claro, es el mismo caso de los hombres reporteros indeseables.
Incluso, así, tal cual, suele funcionar el periodismo empresarial en “la república amorosa y humanística”.
Y ni modo, lo escribió Carlos Fuentes Macías en una novela: “Aquí nos tocó… Qué le vamos a hacer”.

PASILLOS: Con todo, resulta impresionante la investigación del Centro de Estudios Espinoza Yglesias sobre “la desigualdad de género y baja movilidad social” de las reporteras (La Jornada).
Una lucha social, digamos, de igual modo como las mujeres políticas que trepadas en el ring con los guantes puestos han empujado la carreta para abrirse paso.
Y cuando fue creado el legítimo derecho de “la cuota de género” quizá, logrando la justicia social, laboral y económica.

VENTANAS: La lucha para dignificar a las mujeres todavía tiene un largo y extenso camino al Gólgota, lleno de espinas y cardos.
Y lo peor, sin una lámpara alumbrando el túnel al paso del ferrocarril.
La dignidad humana en las oficinas públicas y la iniciativa privada.
Y en la empresa, la fábrica, el taller.
Y en el salón de clases.
Incluso, caray, hasta en casa donde los hijos suelen usufructuar las prebendas, algunas veces con la orden paternal de cuidar a las hermanas en la disco.
Bastaría referir que Veracruz ocupa en el tiempo de la 4T, MORENA y el obradorismo el primer lugar nacional en feminicidios.