Acultzingo, “escuelas de los Zetas”
-El siguiente reportaje está en el libro “El infierno de Javier Duarte” del periodista y escritor, el maestro Noé Zavaleta
-En el poblado “Sierra de Agua” tuvieron centro de adiestramiento de células para delinquir
-Incluso, los enseñaban a torturas, “el tableado”, para castigar a los contrarios
-Técnicas de ahogamiento en una pileta de aguas negras con olores fétidos
La sangre aún está coagulada. Sobre la explanada del rancho “San Pedro” persisten indicios de la refriega. Un tenis viejo en tonos negros y rojos, manchado de sangre, quedó ahí como único recuerdo de uno de los tres jóvenes “vigías" abatidos por fuerzas federales. También hay ropa del sexo masculino tirada de forma dispersa en el pasto aplastado por las botas de los militares y los tanques del Ejército. Sillas y otros artefactos de madera en completo desorden.
Es la congregación “Sierra de Agua”, en las montañas de la Cumbre de Maltrata, en el municipio de Acultzingo, tierra fértil para que Los Zetas establecieran un centro de adiestramiento de futuras estacas y células para delinquir. Aquí los profesores –por llamarlos de alguna manera- eran Policías Municipales de los municipios de Maltrata y del propio Acultzingo.
Esos profesores enseñaban técnicas de disparo de armas de fuego, tortura, “tableado” para castigar a contrarios, a secuestrados o a propios integrantes que cometían indisciplinas, también aleccionaban en técnicas de ahogamiento en una pileta de aguas negras con olores fétidos.
La escuela-rancho fue desmantelada el lunes 1 de septiembre del 2014, un día después de la refriega donde fueron abatidos tres presuntos sicarios y hubo 33 detenciones –en su mayoría jóvenes y cinco policías municipales-, los enviados de Proceso lograron entrar al lugar.
El Rancho “San Pedro” se encuentra enfrente de la escuela primaria “Leona Vicario”, sobre una angosta privada de viviendas de madera y cubierto por frondosos árboles se encontraba la escuela de Los Zetas, un centro de adiestramiento en las montañas de esta entidad.
Aquel día, ni la casa principal del rancho, ni la entrada tenía sellos de clausura, ni vigilancia policiaca. La entrada al recinto es por demás lúgubre, tiene tres inmuebles: Una vivienda azul de tres piezas con ventanas polarizadas y una puerta de fina madera, sobre su pared lateral, una leyenda en letras negras presume el nombre del terreno.
Además, un inmueble en obra negra, con una fosa séptica en condiciones insalubres que era utilizado como celda de castigo o para el resguardo de personas secuestradas. El parte policial estatal indica que ahí fue “encontrada” una persona “esposada” y “vendada” del rostro. Su identidad no fue dada a conocer.
La otra edificación es un enorme galerón, recubierto con una malla ciclónica y alambre de púas. En ese sitio se encontraban las armas que fueron aseguradas por fuerzas castrenses. Al final de la edificación azul hay una pila de lavaderos y en la parte trasera, otros insumos para el adiestramiento.
Al otro costado, hay unas escuálidas vacas y dos becerros, ningún lugareño las cuida.
En la estancia, un sujeto con camisa vaquera desabrochada a la mitad del torso y con los ojos desorbitados –como si estuviera bajo el efecto de una droga- salió a “correr” a los reporteros de Proceso: “¿a quién buscan?, ¿a quién buscan?, aquí ya no hay nada, ya no hay nada…váyanse, con una chingada”.
Vecinos de Sierra de Agua, ubicada a 4 kilómetros de la cabecera municipal de Acultzingo detallan que la tarde del lunes 23 de septiembre, ese rancho fue sitiado por fuerzas federales y estatales.
“Sólo veíamos como sacaban un montón de detenidos”, relata una señora. “Estuvo bien grueso”, agrega otra.
“Nosotros mejor nos encerramos, se oían gritos muy feo y los marinos alumbraban a todas las casas alrededor… buscaban a alguien”, consignan.
En esta población no hay más de mil habitantes, 15% de los cuales sólo hablan el náhuatl. Este sitio se encuentra en un trayecto de la carretera Orizaba, Veracruz-Tehuacán, Puebla.
Un año después de ese hallazgo, la violencia siguió reproduciéndose, razón por la que los propios pobladores tuvieron que establecer retenes de seguridad.
Previo al operativo de inteligencia militar donde se desmanteló el narco-rancho, fuerzas federales descubrieron a un ‘estaca’ de Los Zetas comprando “abundante” comida en varios restaurantes ubicados a orilla de la carretera y cuidados de cerca “al parecer” por policías municipales de Acultzingo.
“Al aproximarse a la casa en la que ingresó el sujeto, fuimos agredidos… respondiendo la agresión. En el lugar fueron abatidos 3 delincuentes, de los cuales 2 quedaron en la parte de afuera de la casa (sic) y el tercero en el interior –el que dejó el zapato negro con vivos rojos-. Se aseguraron dos armas de fuego, un R15 y una pistola tipo escuadra, así como dos armas de gotcha tipo fusil. En el interior de la casa se encontraron 33 personas quienes manifiestan que están realizando adiestramiento para ser estacas de “Los Zetas” y una persona más de la cual se encontraba esposada y vendada del rostro”, consigna el parte oficial de las fuerzas federales y que coincide con el parte informativo de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) entregado a este reportero.
Luego de la reyerta, las autoridades federales recabaron evidencias de que excomandantes de las policías municipales de Acultzingo y Maltrata participaron en el adiestramiento y las actividades ilícitas de la organización delincuencial, consigna el documento interno de la SSP. Agrega que también se apoyan con policías municipales que aún están en activo en ambos municipios.
En el listado que cotejó la PGR con la SSP y la PGJE ninguno de los detenidos aparece en la extensa lista de personas desaparecidas en Veracruz; en el caso de los tres 3 abatidos no fueron identificados durante unas semanas posterior a la reyerta.
El crimen organizado ha encontrado en Veracruz tierra fértil para sus actividades: En lo que va de la administración de Javier Duarte, las fuerzas armadas han desmantelado tres campos de adiestramiento de Los Zetas.
La primera escuela zeta fue descubierta en el municipio de Carrillo Puerto en noviembre del 2012. En ese entonces, elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) descubrieron que el rancho “San Francisco” y/o “La Leona”, ubicado por las montañas de Cotaxtla, operaba como centro de capacitación de esa organización delictiva.
En el operativo, los militares decomisaron 22 armas largas, cartuchos de diversos calibres, miles de municiones, cientos de cargadores, lanzagranadas, cuatro camionetas y uniformes especiales para camuflaje en la maleza. En una parte del predio, los Zetas instalaron su propio campo de tiro y contaban además con tecnología de punta para rastrear y grabar llamadas telefónicas.
El tercer centro de adiestramiento se desmanteló días después, el 23 de septiembre, el hallazgo de dicha escuela fue fortuito, luego de que una camioneta de lujo con reporte de robo se atascó entre el lodo en medio de la selva de Tihuatlán, al norte de la entidad. Esto despertó la sospecha de elementos del Ejército y de la SSP que al momento de indagar descubrieron el centro de adiestramiento en el norte de la entidad.
Al dar parte a sus superiores se armó un operativo que dejó un saldo de cinco presuntos sicarios muertos, dos heridos y 14 detenidos. Una fuente militar reveló que la mayoría de las personas que vivían en ese rancho tenían un promedio de edad de 17 a 24 años.
En el parte militar, los detenidos revelaron que en ese lugar los enseñaban a cavar fosas clandestinas sin dejar huellas, a “tablear” a sus víctimas, a disparar, a torturar y a matar.
La tierra sin ley
El pequeño palacio municipal de Acultzingo carece de vida, apenas unos 20 empleados municipales se encuentran presentes, de los cuales cuatro son policías. El alcalde, el perredista Salomón Cid Villa desapareció el día del operativo, tardó varias semanas en regresar a su oficina, a finales de octubre su antecesor en el cargo, Candido Morales, fue ejecutado, torturado y con disparos en la pierna, apareció flotando en el Río Blanco, dos municipios debajo de las faldas montañosas de Acultzingo.
Con el miedo en las vértebras, el edil, Salomón Cid envió al Congreso Local -con sus subordinados, pues no se apersonó- una licencia de 59 días para separarse del cargo. Regresó dos meses después, para despachar custodiado por Policías Federales, admitiría a sus subordinados que no confiaba ni en su propia policía, ni tampoco en la estatal.
Su antecesor, Candido Morales duró 20 días desaparecido, nadie en esa región quiso dar a conocer las causas de cómo cayó en manos de la delincuencia organizada.
En la ausencia del edil titular, el síndico único, Candido Carrillo, tomó el cargo provisional de la alcaldía, con la firma convicción de “ni los veo, ni los oigo”. Cuestionado por Proceso por el desmantelamiento de una escuela Zeta en el municipio, Carrillo contestó:
“La verdad es que estamos desinformados. Certezamente (sic) no sé lo que pasó. Yo soy de una comunidad distinta (a Sierra de Agua) y luego no me llega la información”.
Eduardo Contreras, enlace interinstitucional de la Policía Municipal de Acultzingo prefirió minimizar el hecho: Es algo totalmente nuevo. En diversos rondines no habíamos avistado nada, es algo nuevo (para nosotros), es un hecho aislado, los delitos que aquí más se presentan son las riñas, el robo a trenes (productos agrícolas y otros insumos que viajan en ferrocarriles) y los de faltas a la moral”, excuso Contreras.
La comandancia policíaca de Acultzingo es una pequeña cuartería de dos mini piezas y apenas una letrina. Un día después del operativo federal, sólo cuatro policías se encontraban de guardia. Uno de ellos, lamenta que la corporación policíaca no tenga unidad (patrulla) para desplazarse, razón por la que, cuando acuden a algún llamado de auxilio, tienen que hacerlo en la camioneta de Protección Civil o en alguna de otro departamento municipal.
En el otro desmantelamiento del narco rancho de Tihuatlán, los propios militares se mostraron sorprendidos por la juventud de sus detenidos, muchos de ellos, menores de edad.
En Tihuatlan, en un montículo, dentro del rancho, en medio de la maleza y bajo la sombra de un árbol, fueron sentados en tres filas, los 14 jóvenes detenidos. En su mayoría, morenos, escuálidos, con la mayoría de edad apenas librada en el rostro.
Los cinco pistoleros que murieron en la refriega con las fuerzas militares, fueron acomodados en una camioneta blanca de servicios periciales, encimados, uno tras a otro, como si fueran reses. Los jóvenes abatidos, apuradamente sobrepasaban los 20 años.
En el interior del rancho se aseguraron armas largas, cartuchos, armas cortas, tablas de castigo y capuchas, así como equipo táctico que era empleado para dar “clases” a los futuros sicarios. Una decena de radios de alta frecuencia.
Durante sus primeros informes, los militares destacaron que “se encontraron indicios de al menos dos fosas clandestinas”, pero al pasar las horas, y durante trabajo de búsqueda el miércoles, se descartó la presencia de cuerpos inhumados de manera ilegal.
Horas después, uno de los detenidos explicaba que ahí “ensayaban” como cavar un hoyo, para después enterrar a sus víctimas bajo tierra húmeda y dejar el menor rastro posible. En el rancho también fue asegurada una camioneta Journey con reporte de robo.