Veracruz.
De entrada, y luego de 78 (setenta y ocho) jefes del Poder Ejecutivo estatal, Veracruz con seis millones de los ocho millones de habitantes en la miseria, la pobreza, el desempleo, el subempleo, los salarios pichurrientos, la migración, la incertidumbre, la zozobra y la inseguridad y la impunidad en el diario vivir.

DOS. “Meter la mano al cajón”

¿Se vota, ajá, para cumplir con un deber cívico?
(¡Ay, mi marcha de Zacatecas, ni que fuéramos tan patriotas?
¿Se vota para elegir a una tribu política en el poder político, sinónimo de poder económico y social, mientras el grueso población sigue en la jodidez total y absoluta?
¿Se sufraga para que los políticos encaramados en el poder “ordeñen la vaca?
¿Y para que hagan negocios sucios, ilícitos, debajo de las cañerías como, por ejemplo, obra pública asignada por Dedazo y creación de empresas fantasmas para succionar el erario?

TRES. Nepotismo total

¿Se vota para que las elites políticas impongan a la familia, los amigos, los compadres, los socios, aliados y cómplices y hasta a sus barbies en turno en cargos públicos?
¿Además, se sufraga para que las amistades cercanas y lejanas, y hasta los vecinos, sean beneficiados con un puesto público, pero de igual modo, con “una aviaduría”, una beca para estudiar en universidad extranjera, vacaciones pagadas al otro extremo del mundo con dinero oficial, comprar bienes materiales?

CUATRO. Subasta de esperanzas ramplonas y populacheras

¿Se vota, como en Veracruz, para que los políticos vendan y vendan y vendan promesas, esperanzas, el paraíso terrenal con la experiencia en cada ciudadano de que todos, todos, todos los políticos suelen utilizar a los ciudadanos para satisfacer su frívola vanidad con placeres mundanos?
¿Se vota para que a la primera de cambios con un desaguisado el político renuncie al partido y se vaya a otro “tan fresco como una lechuguita”, además de creerse y sentirse un mesías, un profeta, un gurú, un tlatoani, un chamán?

CINCO. Político encumbrado… amigo perdido

Cierto, y como observa el viejito del barrio y también los expertos, cada seis años, el ciudadano suele renovar la esperanza social y cree a ciegas, totalmente a ciegas, en la posibilidad de que la nueva tribu gobernante tenga piedad y misericordia de su destino.
Más si por ahí fue elegido un amigo, un vecino, un conocido, un compadre, un cuate, caray, hasta un familiar, en un cargo público.
Y si así fuera, la esperanza en su más alto decibel con todo y el riesgo de que “político encumbrado (si es amigo), político que se pierde”.
Y se pierde porque como la silla del palacio de gobierno está embrujada y hace levitar a quien la ocupa, el político suele volverse creído, mesiánico, soberbio, arrogante y excluyente.
Pero ni hablar, el relato bíblico cuenta que los pobres, la gente en la miseria, y los jodidos y los excluidos, y los precaristas, viven de la esperanza.

SEIS. Apostar al ganador

Y por eso mismo, y con todo y tantos desencantos, frustraciones y decepciones sociales, el ciudadano sigue apostando a un ganador amigo para ver si puede treparse en la barca sexenal y mirar la luz en la noche tan larga, dura y ruda vivida y padecida.