80 años de señora
**67 años como jornalera
**Todo por los nietos
La señora “F” está cumpliendo ochenta años de edad. Incluso, caso insólito en la historia laboral del país, 67 años (sesenta y siete) como trabajadora doméstica.
Inició a los 13 años cuando le pusieron un banquito para alcanzar el lavadero y hacer limpieza de las cazuelas y los platos y los vasos y los tenedores de la comida.
Luis Velázquez
Ahora vive con una angustia: seguir laborando para ayudar a sus dos nietos quienes estudian la universidad.
De acuerdo con la ley ha cumplido el tiempo para jubilarse (y pensionarse) en dos ocasiones y todavía le sobran siete años.
DOS. Nada le duele
Ella es del Alto Papaloapan. Indígena pura. Fue hecha con madera teca, la más resistente de todas y utilizada, entre otras cositas, para construir barcos.
En cada nuevo amanecer su vida inicia a las seis de la mañana cuando, incluso, nadie en casa, ni las otras asistentes domésticas, se ha levantado.
Y termina, caray, cuando todos en casa ya están agotados.
La única enfermedad padecida es la presión arterial alta. Pero la controla con una pastillita diaria.
Y de ahí pa’lante, ningún achaque. Nadie le duele. Nadie le ocupa ni preocupa en materia de salud.
TRES. Cada amanecer se ejercita
De seis a siete de la mañana se ejercita caminando alrededor del parque de la esquina.
Luego, bañito obligado. Y a las siete y media horas está en la cocina preparando el desayuno para las ocho personas de casa.
Cuatro miembros de la familia y tres más empleados en una casa con alberca.
CUATRO. Ecónoma de casa
Después del desayuno de la familia distribuye la chamba del día y hacia las once horas agarra la bolsa y el chofer la lleva al mercado y a la plaza comercial para comprar la despensa.
Y todos los días porque así le gusta a la patrona.
Y en todos los casos ahorrando lo más que pueda pues también es una especie de administradora, ecónoma, contadora.
Nadie como ella cuida el dinerito del patrón y a quien, incluso, cambiara los pañales de niño y le diera el biberón como a todos los hermanos.
CINCO. Dichosa de estar viva
Hacia mediodía una vez más se encierra en la cocina acompañado de una auxiliar y a quien está enseñando el arte culinario.
Celosa de su chamba, y como es natural, a nadie permite meta mano. Ella decide cada día los platillos y el tiempo del sazón.
En las tardes se va con las amigas a la manualidad donde tejen y destejen y aprenden nuevas técnicas.
Y la señora “F” siempre sonriente. Alegre. Contenta. Dichosa de chambear en el palenque sin dar tregua a nada ni a nadie.
Respetada. Querida. Admirada.
Insólito trabajar a los ochenta años de edad como si se tuvieran veinte, treinta, cuarenta.
SEIS. Clausuradas pasiones del amor
Su marido, padre de su único hijo, la abandonó por otra hace unos 45 (cuarenta y cinco) años, aprox.
El hijo tendría unos cinco años.
Y desde entonces, jamás volvió a conocer el amor, la pasión, el deseo.
Ni tampoco tuvo una aventura por ahí.
Cerró las puertas y ventanas del corazón y ha vivido, primero, para el hijo. Segundo, para los patrones. Y tercero, y ahora, para el par de nietos.
Y con alegría. Con muchísima alegría.
Dice que nunca ha necesitado aletear con otras pasiones amorosas, pues tiene suficiente (y hasta de sobra) con sus quereres familiares y quienes le dan sentido a su vida.