De acuerdo con Suetonio en el libro “Los doce Césares” y Gregorio Marañón en el libro “Tiberio, historia de un resentimiento”, la más alta capacidad de un político es la cordura, la prudencia, la mesura, la tolerancia, la sangre fría, la ecuanimidad.

PASAMANOS: AMLO, el presidente, lleva cinco años y dos meses y días enojándose todos los días. Así, tal cual, lo expresa y manifiesta desde el púlpito religioso, político, social y moral de “La mañanera”.
Caray, bastaría referir que tan solo a la politóloga, escritora y analista, Denise Dresser, hacia la publicación de su último libro, “¿Qué sigue?”, editorial Aguilar, había despotricado en su contra más de cien ocasiones.
Todo, porque Dresser como analista libre, autónoma e independiente, puso “los dedos en la llaga purulenta” en el ejercicio del poder obradorista.

CORREDORES: Nunca como líder social y moral de los indígenas y campesinos de Tabasco luchando en contra del Pemex priista conoció la mesura al expresarse.
Siempre, evidenciando (y lo que acaso era su tarea) a las tribus priistas en el poder.
Incluso, lo repitió como jefe de Gobierno en la Ciudad de México.
Y como la vida y los días y las noches así le funcionaron y llegó a Palacio Nacional, ahora como jefe del Poder Ejecutivo federal está convencido de que así es, ha de ser, la política.

BALCONES: Insólito: en el ejercicio del poder presidencial se ha enojado con la ONU, Organización de las Naciones Unidas.
Y con el presidente Joe Biden.
Y con el Departamento de Estado de Estados Unidos por el reportaje del periodista Tim Golden donde señala que un cartel de la delincuencia organizada lo financió.
La piel política de AMLO es frágil. Quizá porque es tabasqueño. Acaso porque está convencido de enviar “al carajo a las instituciones”.
Más, ahora cuando su bombardeo está, incluso, en contra del Poder Judicial y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Caray, hasta en contra de la UNAM.

PASILLOS: Indicativo, nadie del gabinete legal ni ampliado se atreve a razonar y reflexionar y cavilar sobre su estilo personal del ejercicio del poder.
¡Ay, si un temerario se atreviera!
Nunca como ahora la versión popular de que el poder político con nadie se comparte.
Y con frecuencia, ni con la esposa. Y menos con la amante.
Hay días, escribió Calígula, cuando me siento un dios.
Por fortuna, la enfermedad suele durar seis años. Con todo y que el sucesor sea igual. O peor.
El poder, aseguraba Eufemio Zapata, el hermano menor de Emiliano, el caudillo del sur, marea, perturba, enloquece y hace levitar.

VENTANAS: Virtud máxima la cordura y la mesura en los seres humanos, más, mucho más, en los políticos encumbrados, se tendría la percepción de que de cara a la historia únicamente se salvarían unos cuantos.
Por ejemplo, Lázaro Cárdenas del Río.
Francisco I. Madero.
Benito Juárez García queda descartado a partir de que cayó en la tentación reelectora y durante quince años se adueñó de la silla embrujada del palacio federal.
Nunca AMLO, el presidente, ha podido ser (ni será) mejor que Cárdenas y Madero.
Soñó demasiado con la posibilidad.