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Escenarios
Jueves 08 febrero, 2024

Santo milagroso

**Pastor de almas
**Guízar y Valencia

UNO. Pastor de indígenas

El viejito del barrio recuerda que en la casa paterna y materna sus padres tenían varias fotos del obispo Rafael Guízar y Valencia, el ministro de Dios con sede en Xalapa que a cada rato se internaba en las regiones indígenas de Veracruz para pastorear las almas étnicas.

Luis Velázquez

Fotos en las tres recámaras. Una foto en la sala. Otra foto en el comedor. Otra foto en la cocina.
Incluso, una foto en el cuarto de servicio.
Desde luego, se debía a que su señora madre tenía una fe inconmovible, repleta de esperanza, en Guízar y Valencia.

DOS. Plegarias cumplidas

De acuerdo con la madre del viejito del barrio, Guízar y Valencia cumplió todas las plegarias expuestas y solicitadas en la iglesia del pueblo.
Desde conseguir un empleo a dos de sus hijos hasta curar la depresión de un hermano hasta que el dinerito de la quincena le alcanzara para comprar la despensa hasta proteger a sus hijos y nietos en los días violentos de Veracruz.

TRES. Santo preferido

La señora tenía en su recámara un altar sencillo y modesto y bien decorado.
En el centro, la estampita de la Virgen de Guadalupe. A los lados, una foto de Jesucristo y otra de Dios padre.
Y varias veladoras. Y flores fresquecitas compradas la mañana en el mercado popular.
En las noches, y de manera infalible e infaltable, le rezaba un rosario.
A veces, ponía a los hijos a rezar. Otras, con alguna vecinita. También, claro, creyente en el espíritu milagroso de Guízar y Valencia.
Con tanto fervor, el viejito del barrio también idolatró al obispo de Veracruz y lo convirtió en su santo preferido.

CUATRO. Nunca el santo lo escuchó

En los días y noches negras, duras, rudas y adversas, el viejito rezaba a don Rafael pidiendo el milagro de su blindaje.
En los tiempos de desempleo y subempleo y salarios pichurrientos se encomendaba a Guízar y Valencia para el milagro de un salario pagado con justicia laboral para dar a la familia una mejor calidad de vida.
En el tiempo de achaques a la salud, de igual modo elevando las plegarias para una pronta curación.
Y para su desventura, nunca don Rafael lo escuchó en tiempo y modo.
De seguro, quizá, el obispo de Xalapa habría estado ocupado, muy ocupado, en tareas superiores.

CINCO. La fe perdida

Tanto rezaba el viejito a don Rafael…
Y tanta indiferencia llegó a sentir…
Que de pronto, ni modo, dejó de creer en Guízar y Valencia.
Y las fotos que guardaba del obispo fueron archivadas en el baúl de los recuerdos y desaparecieron de sus recámaras y de su comedor y de su cocina y del cuartito de servicio.
Simplemente, decía, me mataron la esperanza.
Y nada peor en la vida como que de pronto, una persona pierda (y/o le arrebaten) todas las esperanzas de la vida.
La persona llega a sentirse y creerse en una especie de orfandad total y absoluta.

SEIS. Riesgo de pegarse un tiro…

Las fotos del obispo fueron retiradas, pero tampoco han sido relevadas por otro santo, una santa, un ángel de la guarda, un querubín, algún Sumo Pontífice declarado santo.
Basta referir que el viejito del barrio también dejó de creer en sus héroes infantiles como, por ejemplo, Superman, El Llanero Solitario, Batman y Robin y hasta Chanoc y Memín Pinguín.
Por fortuna, nunca creyó en Miguel Hidalgo, José María Morelos, Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas, pues de lo contrario, ya se habría pegado un tiro.


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