la confusión de las personas, el olvido de nombres y fechas y sucesos… Entonces, Sastre tuvo a su lado cuatro mujeres… Las cuatro amantes…

ROMPEOLAS: Y el cuarteto de amantes en una civilidad total y absoluta por el amor amado lo procuraban y estaban pendientes de su salud… Incluso, se turnaban en un haz de voluntades como si fuera una sola enfermera… Tres de las mujeres eran jóvenes, dos de ellas estudiantes en su salón de clases… Y la cuarta mujer era Simone de Beauvoir quien fue su pareja durante cincuenta años…

ARRECIFES: En los días más duros y rudos de las múltiples enfermedades, una chica la cuidaba un día y una noche… Y otra, otro día y noche… Y la tercera, otro día y noche… Y Simone en el cuarto día y noche… Pero de igual modo, Sartre agarraba camino a otra ciudad y compartía el tiempo durante un mes completito con cada una… Y en ciudad diferente… Mientras, Simone lo esperaba en París y acompañada de una chica, su amante…

ESCOLLERAS: Incluso, en el último día de su vida cuando muriera de una gangrena, Simone lo cuidó hasta el amanecer… Y cedió el turno a una de las tres chicas… Y dos, tres horas después, aquella chica le habló por teléfono para decirle que “todo había terminado”… “Las mujeres jóvenes me alegran la vida” confesaba Sartre a Simone… Y al mismo tiempo, le decía que ella era la catedral… Alguna vez le dijo: “Es usted una buena esposa”… Y le dijo “usted” porque así se hablaban… Lo insólito, inverosímil (y que, claro, deja perplejo) es la madurez sentimental, moral, sicológica, espiritual y social que uno y otro tenían para tener amantes y al mismo tiempo, seguir ellos con su relación… Y tener amantes sin celos ni recelos… Ni envidias ni intrigas… Y sin pleitos rancheros…

PLAZOLETA: Simone cuenta aquellos días en el libro “La ceremonia del adiós”… Día con día, semana con semana, mes con mes, año con año, los achaques de la vejez… En una parte del libro, la historia… Y en la otra parte, una larga y extensa conversación de los dos y en donde Sartre le cuenta su vida, digamos, desde cuando leyó en la infancia los primeros libros que el abuelo le acercaba… Incluso, cuando a los once años de edad ya tenía definido que sería escritor… Más todavía, había ya escrito el primer cuento…

PALMERAS: La madurez humana de ambos llegaba, por ejemplo, a que se reunían a desayunar, comer y cenar y hasta irse de vacaciones acompañados cada uno por su amante en turno… Y ellos,
caray, como pareja histórica, memorable y citable… Y cuando la relación amatoria solía terminar, entonces, “tan quitados de la pena” y como si nada los dos reiniciaban la vida íntima… Lo decía la actriz María Félix: si el hombre quiere irse de casa déjalo ir… Así conocerá otras mujeres y sabrá valorarte… Y quizá regrese a ti…