En la primera versión que número incalculable de cadáveres.
Y en la segunda, doce cadáveres.
Días antes, en Tuxpan, sobre el puente del ríon, el tiradero de quince cadáveres.
Días antes, en Poza Rica, el tiradero de cadáveres en hieleras en una calle.
Y días antes, en Poza Rica, el tiradero de cadáveres en el refrigerador de una casa particular.
La fosa en Tihuatlán fue descubierta en la congregación de San Pedro Miahuapan.
En una parcela sembrada con maíz.
En la región central, el Colectivo, integrado con padres con hijos y parientes secuestrados y desaparecidos, de la señora Aracely Salcedo (famosa, además, por encarar a Javier Duarte sobre el plagio de su hija Fernanda Rubí) reveló que siguen revoloteando la tierra en Río Blanco, el nuevo infierno de fosas clandestinas.
Los Colectivos en la ciudad jarocha continúan, de igual modo, hurgando la tierra buscando fosas.
Al paso que vamos, iniciado en el Duartazgo, caray, bien pudiera evocarse el tiempo político y dictatorial de los militares en América Latina cuando dispararon el número de fosas clandestinas en el continente.
Y cuando sintieron que se habían “pasado de tueste” con las fosas decidieron tirar a los enemigos, opositores y adversarios (y tirar vivos) a un océano infectado de tiburones.
Y por las dudas de que pudieran salvarse amarradas unas piedras gigantescas a sus cuerpos para evitar flotaran.
Tantas fosas clandestinas en Veracruz que más bien parece una pesadilla atroz, dura y ruda.
Y, bueno, los expertos aseguran que si los carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros, malosos y malandros operan así (“en la plenitud del pinche poder”, digamos) se debe a que desde el Estado son protegidos.
Las fosas clandestinas fueron resucitadas en el tiempo feroz de la llamada Guerra Sucia en México.
Tiempo de los presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, además, claro, de la masacre del dos de octubre en la Plaza de Tlatelolco.
Con el dictador Porfirio Díaz Mori, los opositores eran asesinados por la espalda y con tiro de gracia como, por ejemplo, los nueve jarochos ejecutados con Luis Mier y Terán como gobernador porfirista con la famosa orden de “¡Mátalos en caliente!”.
¡Ay, el tiempo inmaculado y sacrosanto de MORENA y la 4T ondeando la bandera de los derechos humanos como eje rector de la izquierda!
Un infierno llamado Veracruz.
Antes, mucho antes. Y ahora de igual modo.
¡Vaya forma del góber obradorista trascendiendo en su época sexenal y entrando a la historia estatal!
La ineptitud.
La incompetencia.
El principio de Peter.
Quizá, la indiferencia y la apatía.
Acaso el principio francés de “dejar hacer y dejar pasar”.
La ineficacia en la tarea de gobernar.
La ineficiencia.
El objetivo superior, razón de ser, congraciarse y quedar bien siempre, siempre, siempre, con AMLO, el presidente.

II (¡Vaya desencanto de MORENA!)
Luego del Duartazgo la esperanza social bien pudo resucitar con la llegada al palacio de Xalapa de las tribus guinda y marrón.
Más, mucho más, quizá en su total dimensión, porque de por medio estaba Andrés Manuel López Obrador.
El luchador social al frente de indígenas y campesinos.
Duro. Rudo. Intransigente. Bélico. Belicoso. Honesto. Integro.
Pero, y por desventura, pronto llegó el desencanto y la frustración social.
Más, desde el Palacio Nacional y encaramados en el púlpito religioso, político y social de “La mañanera”.
Más, con aquel sonsonete de que para los carteles y cartelitos “besos y abrazos” porque “también son seres humanos”.
Más, con estar predicando desde el Palacio Nacional el “Amaos los unos a los otros”.
Entonces, el espejismo social, la esperanza, la fe, se diluyó por completo.
Y se fue al vacío.
Por eso, entre otras cositas, las fosas clandestinas creciendo de norte a sur y de este a oeste del país en las entidades federativas.
Indicativo, significativo, preocupante, angustiante, Veracruz ocupe el primer lugar nacional en fosas clandestinas.
Y ni hablar, si Javier Duarte convirtió a Veracruz “en el rincón más peligroso del mundo para el gremio periodístico”, Cuitláhuac García Jiménez, el obradorista puro, nos ha puesto en el primer lugar nacional en feminicidios, secuestros, extorsiones, desaparecidos… y fosas clandestinas.
¡Pinche destino social trágico para los ocho millones 60 mil habitantes del territorio jarocho!
Los políticos, los grupos gobernantes, las tribus en el poder… siempre, siempre, siempre, bajo predicamento.
En el caso, un Veracruz ensangrentado viviendo cada día y noche en la zozobra, la incertidumbre, el miedo, el pánico, el terror y “el miedo al miedo”.
Veracruz, un fosario, decía el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra a propósito de los migrantes de América Central (Honduras, Guatemala y El Salvador) en su paso por la tierra jarocha.