el concepto de Resentimiento se fue convirtiendo en una especie de pesadilla truculenta y todos, sin excepción, vivían, digamos, acosados por un gendarme desconocido, una especie de policía vigilando la conducta de cada uno.
Y en automático si se pensaba y actuaba mal, el reproche aparecía como un fantasma real implacable.

DOS. Pecado mortal y venial

Incluso, el concepto de Resentimiento fue anexado a los pecados veniales y mortales.
Y, bueno, si era al lado de un pecado venial se tenía conciencia de que rezando un padrenuestro y una avemaría la persona sería perdonada.
Y si era un pecado mortal el riesgo de achicharrarse en el infierno al lado de Luzbel.
Un sicólogo dirá acaso que la palabra Resentimiento forma parte de la naturaleza humana y desde el tiempo de Eva y Adán en el paraíso celestial ha existido.
Más, cuando ambos se comieron la manzana y el Ser Superior los castigó, y ni modo, entraron los resentimientos a sus neuronas, el corazón y el hígado.

TRES. Todo por la calentura efímera…

De acuerdo con el terapeuta familiar, el Resentimiento es tan duro, rudo y canijo que, por ejemplo, suele vivirse en medio de los reproches inacabables y nunca vuelve a conocerse la paz y la tranquilidad interior.
Menos la exterior.
Por ejemplo, cuando “se le baja” la novia, la pareja y/o la amante a un hermano, un compadre, un amigo.

CUATRO. “Atrapados y sin salida”

Pecado mortal (lleno, claro, de remordimientos) cuando se le roban unos centavitos a mamá o papá.
Más, cuando es para “echarse unas chelitas” con los amigotes.
Pecado ultra contra súper mortal cuando nos cambiamos de religión, pero también de partido político.
Más cuando se tienen veinte, treinta, cuarenta años de militancia en un instituto político y de pronto, tiramos el delantal en la oficina y salimos corriendo a otro partido.
Hay personas que “atrapadas y sin salida” en el Remordimiento se han pegado un tiro, colgado de un árbol, quitado la vida.

CINCO. Emborracharse para evitar revires

Lleno de remordimientos por vender a Jesús en treinta monedas, Judas, dicen unos, se colgó de un árbol en el rancho comprado en las goteras de Jerusalem.
Otros, aseguran que se tiró de cabeza a un pozo artesiano de agua dado de baja.
Nunca, claro, el general Victoriano Huerta (se tomaba una botella diaria de whisky) padeció remordimientos luego de ordenar el fusilamiento por la espalda y con tiro de gracia de su amigo, el presidente Ignacio I. Madero, y su vicepresidente, José María Pino Suárez.

SEIS. Adiós a malos pensamientos

Quizá, quizá, quizá, lo mejor en la vida para caminar los días y las noches sin fantasmas es declarar la guerra a los remordimientos.
Ya de por sí la vida es una carga pesada de la cruz camino al Gólgota repleto de espinas, cardos y abrojos.
Entonces, nada de andar pensando si eres bueno o malo, justo o inclemente, solidario o apático, porque como decía Fernando López Arias en la campaña de candidato priista a gobernador de Veracruz, “el peor gendarme de un hombre es su conciencia”.
Y cuando la conciencia se inunda de remordimientos suele vivirse en el centro del infierno.