Reina de la acrobacia y las cabalgatas en el pueblo, estudiaba en el Tecnológico y el 12 de diciembre desapareció. Dí­as después, los plagiarios se comunicaron con la familia exigiendo un millón y medio de pesos. Apenas y pudieron juntar 350 mil y los entregaron.

Pero los raptores nunca, jamás, volvieron a comunicarse. Y el 17 de enero, luego de que un par de sicarios fuera detenido, desembucharon la ubicación de una fosa clandestina donde enterraron el cadáver.

Y Mary fue encontrada.

Su muerte incendió la Cuenca del Papaloapan. Y el domingo 26 de enero, a las 16:15 de la tarde, decenas, cientos de vecinos, calculan 600, se reunieron en el parque de Carlos A. Carrillo, todos vestidos de blanco, para una manifestación sin precedente, caminando en silencio, con el sacerdote Rolando al frente, clamando y reclamando justicia.

Pero más aún, un alto a la zozobra y la incertidumbre, el miedo y el temor al tsunami de violencia donde Agustí­n Lara nació y/o quiso nacer.

Y es que el asesinato de Mary se ha sumado a los 26 asesinatos de personas secuestradas y desaparecidas que hasta el dí­a de hoy permanecen en la impunidad.

Y que, además, ha obligado a decenas, cientos quizá de familias a salir huyendo de tales poblados, temerosos de que una mañana, una tarde, una noche también vivan el apocalipsis que están padeciendo, como por ejemplo, el secuestro y desaparición hasta la fecha de Jorge Chiunti, el hermano del diputado local, Juan René Chiunti, de quien sólo pagaron 300 mil pesos cuando los malosos exigí­an un millón y nadie sabe de su destino.

EL SILENCIO DE UN PUEBLO ENARDECIDO

En la carretera de Carlos A. Carrillo a Cosamaloapan, los poblados, vestidos de blanco inmaculado, mujeres, hombres, niños, se fueron uniendo a la caminata silenciosa, de una manera espontánea.

Cuatro, cinco kilómetros caminaron en silencio y tardaron unas dos horas, dos horas y media en llegar al parque de Cosamaloapan y plantarse, en silencio, sin una palabra, sin un discurso, porque el silencio también es un lenguaje, muchas veces mejor que la palabra y ene millón de veces mejor que la palabra escrita.

Por alguna razón, la prensa de igual manera guardó silencio y nunca el resto de Veracruz conoció de la marcha del silencio, inspirada por la muerte de una chica de 19 años.

Pero que al mismo tiempo se convirtió en la causa común de los familiares de 26 desaparecidos y de una región de Veracruz, la Cuenca del Papaloapan, que años, siglos quizá anteriores, trascendió en el paí­s y en el mundo con el ingenio más grande del planeta, San Cristóbal, y porque en el sexenio de Luis Echeverrí­a el lí­der cañero, Roque Spinoso Foglia, con los suyos, bloqueó la factorí­a azucarera y el gobierno federal les echó encima a los militares.

¡Ah!, pero junto al silencio existió otro lenguaje en la caminata: el llanto de la gente. Lloraron los familiares de Mary y de los 26 desaparecidos. Lloró el pueblo, angustiado porque la vida cotidiana está convertida en una pesadilla. Lloraron porque de acuerdo con las versiones, los malosos son gente de la misma Cuenca del Papaloapan, sus vecinos y conocidos, quizá. Lloraron porque, con todo y el programa llamado “Veracruz seguro”, la pesadilla ahí­ está, como el dinosaurio de Tito Monterroso.