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Reportajes
Lunes 07 marzo, 2011

Crónica/Sexo en carnaval/07 de marzo de 2011

* Exuberantes pompis y tetas de Sonia Furió, la artista más sensual en la década de los 70
* ”˜”˜Mientras más hago el amor... más ganas tengo de hacer la revolución”™”™ y viceversa
* El zócalo, la Sodomita y la Gomorrita del siglo XXI en el Golfo de México


Sexo en carnaval

* Exuberantes pompis y tetas de Sonia Furió, la artista más sensual en la década de los 70
* ”˜”˜Mientras más hago el amor... más ganas tengo de hacer la revolución”™”™ y viceversa
* El zócalo, la Sodomita y la Gomorrita del siglo XXI en el Golfo de México

Luis Velázquez Rivera
07 de marzo de 2011

1967.
El desfile del carnaval se perpetúa en la avenida Independencia del puerto jarocho. Las banquetas y las calles están más pobladas que el infierno. Los cromos de mujeres, corpazos con tetas y pompis exuberantes, piel blanca, cabellera larga, incitante, prenden el ánimo, multiplicado por el alto consumo de alcohol. Sobresale una figura. La artista Sonia Furió, la más sensual de la época, trepada en un carro. Casi desnuda. El éxtasis. La locura.
Abajo, la gente se arremolina. Los machos quieren mirar y admirar de cerca a las modelos. Normal, explicable, los muchachos son los más exaltados. Y si de joven no eres irreverente, entonces, nunca en otra edad.
La multitud se empuja. Unos contra otros. Todos contra todos. La gente busca un espacio para huir del avispero. Pero es inútil. El empuje de la gente crea y recrea un remolino humano. Trepidante. Oscilatorio. Uno es una hojita arrastrada por el viento. Empujones. Apretones. Codazos. Tallones, restregadas, qué caray.
Y a la altura de Rayón, frente a una zapaterí­a, la fuerza volcánica jala a mi novia. Se la lleva, arrastrando. Ella extiende los brazos y yo también. Pero la corriente humana la jala, la absorbe, la traga, la chupa, la desaparece.
Azorado, la rastreó con la mirada. Apenas y visualizo caras desconocidas, cabecitas humanas volviéndose un puntito negro en el tumulto. He perdido los lentes de aumento. Menos, mucho menos, la veo.
Grito su nombre y no hay respuesta. Vuelvo a gritar y el silencio. La voz se apaga cuando un conjunto toca rock, con la bocina a mil decibeles, para que la voz de la cantante semidesnuda se escuche y multiplique.
Dos, tres, cuatro minutos después, el romerí­o se escabulle. Poco a poco las aguas se reacomodan. Desde algún lugar del mundo llega el orden, pues ningún policí­a aparece por ahí­. Después de la tempestad viene la calma reza la biblia.
De nuevo busco a la novia. Ni una señal. Por ningún lado veo su carita afilada, flaquita, bajita.
Me angustio. Imagino pendejada y media.
Al ratito tampoco se me ocurre preguntar, digamos, en la Cruz Roja ni en el Hospital Regional. Tampoco en la policí­a.
Lo advierto y registro: me horroriza la multitud, me horrorizan los borrachos, me horrorizan los embotellamientos. Ni el carnaval está hecho para mí­ ni tampoco yo para el carnaval.
Idiota, atontado, voy a la Central Camionera, donde se concentran los autobuses del pueblo. Camino rápido, apresurado. Deseo llegar lo más pronto posible. Aliento la esperanza de que ahí­ pudiera estar.
Y la muchachita de 18 años ahí­ está. Asustada, perpleja, pálida, temblando de miedo y temor, rezando un padrenuestro.
”˜”˜Gracias a Dios estás aquí­”™”™, dice, abrazándome.
”˜”˜Gracias a Dios que tú también”™”™.
Entonces, juramos al mismo tiempo:
”˜”˜Jamás volveremos a un carnaval”™”™.
Por culpa del susto olvidé las exuberantes tetas y pompis de Sonia Furió... ahora la veré en el cine, ni modo.

”˜”˜ENTRE MíS HAGO EL AMOR, MíS GANAS DE HACER LA REVOLUCIí’N”™”™

2011.
En la tele miro el desfile del carnaval. Aplastado en el sillón. En tres canales se transmite al mismo tiempo. Cambio de canal, cambio de imagen, cambio de mirada.
En los anuncios paso a otro canal.
Y si en los tres canales hay anuncios (como sucede a cada rato) leo el periódico. El jueves, Lorenzo Meyer y Jorge Germán Castañeda, en Reforma. El viernes, Luis Javier Garrido, en La jornada. El sábado, la crónica de Jaime Avilés en La jornada. El domingo, Miguel Angel Granados Chapa en Reforma y Mario Vargas Llosas en El Paí­s. El lunes, Manuel Camacho Solí­s en El Universal. Etcétera.
Y si los periódicos se acaban, paso a leer los últimos artí­culos pendientes de la semana en Proceso.
Regreso al desfile del carnaval en la tele. Miro un cromo trepado en un carro alegórico. Ato y desato la imaginación y la fantasí­a. Sueño a la chica. La figuro en la intimidad. Me libero.
Frase en la universidad de Nanterre, en Francia, en el movimiento estudiantil del 68. ”˜”˜Entre más hago el amor más ganas tengo de hacer la revolución. Y entre más hago la revolución más ganas tengo de hacer el amor”™”™.
Frase metafí­sica: ”˜”˜El pecado no existe. Y si no hay pecado no hay pecadores. Y si no hay pecadores no hay culpa. Y si no hay culpa ninguna razón existe para pedir perdón”™”™.
Placer infinito: la modelo, con las preciosas nalguitas al aire, gira, se mueve, trepida, oscila de norte a sur y de sur a norte. No son pompis plásticas. Sino originales, auténticas. Tan es así­ que de sus nalguitas podrí­an hacerse unos sabrosos bisteces encebollados.
Cambio de canal y busco modelos en el desfile.

EL MARIDO TRABAJA, LA MUJER SE DIVIERTE

2011. Desfile del sábado. Doce del dí­a en el zócalo jarocho.
Busco el último libro de Julio Scherer Garcí­a en la librerí­a de Conaculta. No ha llegado. Ni modo, en el siglo pasado, Alfonso Reyes lo decí­a así­: ”˜Los mexicanos llegamos a la civilización con 50 años de atraso”™”™. Paso a la librerí­a de Sanborn”™s, en la avenida Independencia, y tampoco. Busco, entonces, un teléfono público para una cita.
En los teléfonos del zócalo me detengo. Pero cuando llego a la cabina una chica de unos 23, 24, 25 años, pantalón blanco, blusa azul, morena, labios carnosos, ojos negros, habla por el aparatito.
Espero.
Termina de hablar y cuelga el aparato. La chica atrae. Me gusta. Me presento. Se presenta. Le pregunto si es jarocha. No, soy turista, dice. Hablamos. Del carnaval. De los bailes populares. De la playa. Del cafecito en La Parroquia. Del gí¼ero-gí¼ero.
--¿Tienes con quien salir?
--No.
--¿Salimos?
--Salimos. Pero con una advertencia:
--¿Cuál?
--Soy de carrera larga.
--¿Qué significa ser de carrera larga?
--Soy una golfa y termino la pachanga hasta mañana domingo, al mediodí­a.
--Lo siento, no puedo.
--¿Te echas para atrás?
--No, a las 9 de la noche debo estar en casa para dormir a mis nietos contándoles un cuento.
--Ni modo, adiós.
--Adiós.
El carnaval, ya se sabe, es la fiesta de la carne.
Las parejas suelen decirse: ”˜Nos damos unas vacaciones. Y nos veremos dentro de ocho dí­as”™.
La secretarí­a de Salud regala miles de condones, porque, como dice el doctor Pablo Anaya, ”˜”˜lo ideal es que nadie sea infiel y viva para su pareja, pero si no se puede, ni modo, usen condón”™”™.
Los moteles de la ciudad son insuficientes. Ocupados, dí­a y noche. Incluso, hasta pagando cien pesitos más.
”˜”˜Â¿A qué horas (pregunto al empleado de un motel) están más ocupados los cuartos: en el dí­a o en la noche?”™”™.
”˜”˜En la noche”™”™, contesta.
”˜”˜Â¿Por qué?”™”™.
Respuesta:
”˜”˜Porque mientras el marido trabaja la mujer se divierte”™”™.

EL ZÓCALO, SODOMITA Y GOMORRITA

Sábado, 7 de la noche.
Camino en el zócalo, frente a Los Portales. Ver gente por simple curiosidad. Ni una copita habré de tomar. Hace catorce años colgué los guantes de borracho público (en la cantina), privado (en casa) y clandestino (en el motel). El doctor lo prohibió por razones de salud. Y ni modo, dejaba al doctor o dejaba el alcohol. Con todo el dolor del corazón preferí­ lo segundo. (Me despedí­ de la carrera etí­lica con una borrachera en cantina de mala muerte, acompañado de una chica fácil).
Sigo caminando frente a Los Portales. Y de pronto, zas, a lo lejos, reconozco una cara conocida. Un antiguo amigo. Epocas preparatorianas, idas, lejanas, olvidadizas en las detalles por culpa del Alzheimer.
Pero el amigo es otro, es él mismo y no es al mismo tiempo, se parece en la sonrisa, en la mirada, en la estatura, en el porte.
Ha salido, parece, del armario.
Está vestido con ropa de mujer, vestido rojo, pegado y ajustable, entallado, tipo Marí­a Victoria, la dama del pujido en un filme cinematográfico. Zapatillas de mujer. Pulseras y aretes de mujer. Fumando como mujer. Besando a un hombre como mujer. Marí­a Félix, la mexicana que al cruzar una calle en Parí­s detení­a el tráfico nomás por su porte de reina, dirí­a que mi amigo ”˜”˜es un mujeruco”™”™, es decir, cuerpo de hombre, alma de mujer, pues así­ denominaba a su cuate Carlos Fuentes Mací­as.
¿Mi amigo convertido en un gay? ¡Carajo, ¿cuándo y por qué salió del clóset?!
Antes, en la prepa al amigo fascinaban las chicas. Ahora, está con un chamaco de 18 años, su mejor Viagra, la piel sin arrugas, bronceado, oliendo a carne de monte. ¡Oh, emperador Adriano, salve! Margaret Yourcenar, traducida por Julio Cortázar, lo cuenta en su libro ”˜”˜Adriano”™”™. El emperador enamora de un chamaco de 17 años. Primero, enví­a a su esposa al otro extremo del reino. Luego, se entrega con devoción al chico. Hasta crea y recrea una ciudad con su nombre. Antí­noo. Levanta estatuas de Antí­noo en cada calle. Acuña, incluso, una moneda con la efigie de Antí­noo. El emperador tiene dos felicidades: una, salir de cacerí­a. Dos, pasar el dí­a y la noche con Antí­noo.
Y el amigo preparatoriano está ahí­, en un bar de Los Portales. El carnaval también sirve para dar rienda suelta a la identidad.
La marimba toca. Y mi amigo se pone a bailar con su novio. Riendo, a carcajadas. Pegados, pegaditos, valiéndoles el mundo, pues, caray, vivimos en México (y en el mundo) el auge de la diversidad. Un sicólogo lo dirí­a de la siguiente manera: en cada grupo de diez hombres... dos, mí­nimo, son homosexuales activos y/o pasivos, a quienes únicamente hace falta un empujoncito, digamos, carnavalero.
¿Estaré en el camino equivocado!, me pregunto, mientras me alejó del zócalo, región del pecado, aldea sexual, nicho del destrampe, Sodomita y Gomorrita.

MUJERES, ”˜”˜CERCA DE MIS OJOS, LEJOS DE MI VIDA”™”™

Paso frente a la Catedral y me asomo. Dos, tres, quizá cuatro, señoras, sentaditas en las bancas, rezando, parece.
¿Debo entrar un ratito a la iglesia? ¡Hace mucho tiempo perdí­ la fe!
¿Echarme un padrenuestro aunque sea? ¡Ya no creo!
¿Dios me dejó o yo lo dejé? ¡Ninguno de las dos opciones, fue por culpa de un sacerdote indiscreto que contó el secreto de la confesión!
¿Qué es mejor, perdonar y olvidar o no perdonar ni olvidar? Lo dudo.
¿Vivo mis dí­as y noches sin Dios? ¡Soy católico a mi manera!
¿Crees en el diablo? ¡El diablo, ya lo dijo Benedicto XVI, no existe!
¿Crees en Dios? ¡A veces!
¿Crees en la Virgen? ¡No!
¿Apruebas el aborto? ¡Lo apruebo!
¿Estás de acuerdo con el uso del condón? ¡Estoy!
¿Respetas la dignidad humana? ¡La respeto!
¿Estás en paz con los tuyos? ¡Estoy!
¿Viviste en paz con tus padres? ¡Toda la vida!
¿De qué te arrepientes? ¡Todos nos arrepentimos de cositas!
Paso frente a la Catedral y sigo de enfrente.
En la avenida Independencia camino atrás de una chica de unos 30 años que lleva un vestido ajustable, al parecer sin tanga, y sus pompis se adivinan duras y firmes y se bambolean con rí­tmica delicadeza (uno dos, uno dos, uno dos). Oh Nahui Ollin, te extraño. Nahui, ojos verdes de mar, la primera mujer que posó desnuda en México, dijo al doctor Atl: ”˜”˜¡Dame fuego!”™”™. Niña que caminas delante de mí­, enciéndeme. Pequemos, mafaldita, pequemos. Tú y yo solos en el planeta.
Pero (y aunque suene churrigueresco), el poeta Juan José Tablada me regresa a la tierra: ”˜”˜Mujeres (decí­a) que pasáis por la quinta avenida... tan cerca de mis ojos... tan lejos de mi vida”™”™...

UN REPORTERO ESTRANGULADO

El carnaval deja heridas. Años atrás, en una fiesta de la carne, estrangularon a un compañero reportero a las 4 y media de la mañana.
Se llamaba Porfirio. Cubrí­a las notas de sociales. Era alto y fornido, de color, hací­a pesas, piel intensa, pero a los quince años de edad descubrió que le encantaban los hombres.
En un carnaval conoció a un tipo. Se cayeron bien. Tomaron como cosacos. Empezaron con cerveza. Pasaron a vino blanco. Siguieron con whiskazos. Terminaron con tequila. Bailaron en un baile popular.
A las cuatro de la mañana, hambrientos y sedientos de sí­, alquilaron una habitación en el hotel Carmelita, en un callejón del primer cuadro de la ciudad. 30 minutos después ya estaba muerto. El galán lo habí­a ahorcado en el momento estelar de la fusión corpórea.

AMOR MOTELERO

Domingo. 8 de la mañana.
Desde 1998, cada año, de manera puntualita, juramento no escrito, el deleite carnal es el mismo. Con devoción suprema, me encierro con la fotógrafa Mafafita (mi pepenchita, mi chelita, mi vaquita estreptisera) en el motel, pues somos ”˜”˜amigos con derechos”™”™ como se llama la última pelí­cula de Jennifer Aniston, la ex mujer de Brad Pitt.
Antes y después de hacer el sexo, Mafafita cuenta historias de polí­ticos y reporteros y yo también le confí­o historias de polí­ticos y reporteros que he conocido. Es decir, intercambiamos barajitas. Ella cuenta. Yo cuento. Quedamos a mano.
A veces, si queda tiempo, encendemos la televisión, en ningún momento para ver pelí­culas pornográficas, sino para escuchar las noticias de última hora.
Y luego de que nos amamos, la acerco, como a las once de la mañana, a la grada del gobernador y el alcalde en el bulevar para fotografiar el desfile y a los polí­ticos que asisten.


2 comentario(s)

Didier 21 Mar, 2011 - 23:13
Grande maestro!!, primera vez que visito su blog, pero ya soy cliente, Saludos!!

SendyArlet 07 Mar, 2011 - 14:12
Muy buena crónica, ¡lo felicito!

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