Peor pesadilla de Veracruz
I (Miles de desaparecidos)
La vida es dura y ruda. Por ejemplo, luego de trece años de los Colectivos, integrados con padres con hijos y parientes plagiados y desaparecidos, asesinados, sepultados en fosas clandestinas, ahora, y la resignación aparte, escenas como una pesadilla.
Una, por ejemplo, los padres abrazando las fotos de sus hijos como si en verdad los abrazaran vivos y “en vivo y a todo color”.
Dos, mirando y abrazando sus fotografías y diciéndoles que los aman y los extrañan y los siguen buscando.
Tres, convocando la imagen de “El Niño Perdido” encendiendo veladoras en parques y jardines ante las fotos de todos ellos.
Cuatro, pintando murales con las fotos de ellos y frases bíblicas en recuerdo de todos y cada uno.
Cinco, listos los Colectivos para instalar los árboles navideños, el Árbol de la Esperanza, en cada zócalo de las ciudades de Veracruz de norte a sur y de este a oeste.
Y sexto, el Colectivo “El Solecito” descubriendo en un islote de Alvarado un total (por lo pronto) de diecisiete cadáveres en el transcurso del año por terminar.
“El Niño Perdido” instalado en varios municipios del Estado jarocho, pues bastaría referir la existencia de treinta Colectivos.
Treinta Colectivos manifestando la pesadilla más terrible y espantosa de los últimos años como es el caso de los hijos desaparecidos.
Más de siete mil cuatrocientos de acuerdo con la ONU, Organización de las Naciones Unidas, y en foro mundial con su sede en Ginebra.
Además, el primer lugar nacional en fosas clandestinas.
Veracruz, un fosario.
En Veracruz, de hecho y derecho, más fosas que municipios.
Cada vez, los Colectivos descubriendo más y más y más fosas.
Una realidad tan inevitable como avasallante y cruda.
Quizá, la peor pesadilla en la vida humana pues está canijo que de pronto, ¡zas!, una hija, un hijo, un hermano, un tío, unos sobrinos, unos padres, sean plagiados y desaparecidos sin rastro humano.
Incluso, secuestrados en su propia casa.
A veces, por ahí, la persona secuestrada liberada después de pagar el rescate.
Otras veces, y a pesar del pago correspondiente, el asesinato y el cadáver tirado por ahí en un camino, una carretera, en una calle, una avenida.
Ninguna angustia tan insoportable como la desaparición de un familiar.
En una cosita llamada Estado de Derecho cuya esencia superior consiste en garantizar la seguridad en la vida y en los bienes.
Más, mucho más en la vida, pues lo bienes van y vienen… si regresan como en el caso bíblico de Job, el paciente.
Caray, por más “niños perdidos”…
Y más veladoras prendidas por ellos en los parques y jardines…
Y por más plegarias al Ser Superior para su pronta y segura vuelta a casa…
Y por más cadáveres encontrados en fosas…
Y más exposición mundial de la ONU…
La pesadilla sigue aniquilando vidas en “la noche tibia y callada” de Agustín Lara.
II (Incertidumbre y zozobra)
Duro, terrible, el asesinato de un familiar y tirado por ahí en la calle o un camino.
Terrible y dura la muerte de un familiar en un fuego cruzado.
Una bala perdida.
Una pesadilla un familiar desempleado y subempleado.
Y un pariente como migrante sin papeles intentando entrar a Estados Unidos.
Angustiante la muerte de un familiar por una enfermedad.
Un cáncer, por ejemplo.
La muerte de un niño, un hijo, por cáncer.
Pero inimaginable, insólito, inverosímil el dolor y el sufrimiento y la incertidumbre y la zozobra cuando los malos secuestran (y en la propia casa) a un hijo, un pariente.
Y lo desaparecen.
Y transcurre una semana, un mes, un semestre, un año y ninguna pista, señal, rastro, comunicado telefónico exigiendo el pago de un rescate.
Y buscarlo por “cielo, mar y tierra” y nada.
Y escuchar a los Colectivos, integrados con padres con hijos plagiados y desaparecidos, y desear unirse a ellos como la última gotita de esperanza y fe.
Y prender en casa una veladora día y noche y rezar al Ser Superior para el milagro de su repentina aparición, sano y salvo.
Simplemente, el peor infierno de la vida.
De hecho y derecho como cargar la cruz a cuesta sobre un camino de espinas, cardos y abrojos con destino al Gólgota.
En el siglo pasado, en América Latina público y notorio que los secuestradores eran soldados de aquellos gobiernos militares.
Ahora, en Veracruz, sabrá el chamán el cartel y/o el cartelito secuestrador.
La vida humana de los padres y los hermanos, sobre todo, consumiéndose cada día y noche en la incertidumbre y la zozobra.