Huracán morenista
I (Éric Cisneros, derrotado en tres ocasiones)
Éric Patrocinio Cisneros Burgos pasó por Veracruz como un huracán, una tormenta, un tsunami... político.
Renunció a la secretaría General de Gobierno, “El dos del palacio”, el jefe político del gabinete legal y ampliado, para buscar el siguiente cargo público.
Y cuando perdiera intentó regresar, pero su tren se había ido con nuevo titular.
Luis Velázquez
Buscó la candidatura de MORENA a gobernador y fracasó.
Quiso la candidatura de MORENA al Senado de la República y quedó con las ganas.
Desde hace varias semanas, pocos, excepcionales, actores políticos se ocupan de su persona.
Un día, le tomaron la foto (exprofeso, quizá) en el aeropuerto Heriberto Jara con destino ignorado y desde entonces, como el topo de Carlos Marx, en el fondo de la tierra, en el limbo, en la nada.
Y la nada es nada.
Bien pudiera, claro, estar buscando por ahí oportunidad relevante con todo y que la Nahle revelara que “era su amigo”.
Y con todo y el rafagueo de AMLO, el presidente.
Los noventa presidentes municipales de MORENA y uno que otro partido político por ahí estaban de su lado.
Y a la hora “de la verdad al desnudo”, de poco o nada sirvieron.
La baja votación en la encuesta de MORENA para elegir al coordinador de la 4T… camino partidista a la gubernatura.
Su vocero oficial, Víctor Cisneros, director de TV Más, pregonaba que “El dos del palacio” era un caso inédito en la historia pública de Veracruz.
Y, bueno, diría el viejito del barrio y el cantante, “cayó de la nube que andaba”.
Lo dijo en el siglo pasado Eufemio Zapata, el hermano menor del Caudillo del Sur:
La silla del palacio está embrujada. Enloquece a unos. Hace levitar a otros.
Más, cuando tienes personal, subalternos, auxiliares, secretarias regando incienso a tu paso.
Susurrando al oído que eres el mejor entre los mejores.
“Hay días cuando me siento Dios” exclamaba Calígula cuando había tenido relaciones con sus tres hermanas ansioso de un heredero a quien legar el poder imperial y faraónico.
II (Historia de un deicidio)
Desde el mes de diciembre del año 2018, cuando tomara posesión, Cisneros Burgos mostró talante.
Por ejemplo, en los primeros días del sexenio, en los límites de Isla y Rodríguez Clara, fueron emboscados unos migrantes.
Una mujer centroamericana fue acribillada y falleció.
Entonces, “El dos del palacio” desde Tierra Blanca aseguró (sin pruebas) que los policías municipales de Isla eran culpables.
Y luego luego, el alcalde le reviró precisando que los asesinos eran “polleros”.
Y Cisneros reculó.
En el viaje sexenal se la pasó rafagueando a varios alcaldes a quienes inculpaba de narcos y como siempre, sin pruebas y sin interponer denuncia penal en su Fiscalía General.
Sobre todo, a los ediles del sur del Estado jarocho.
Tanto poder público y político llegó a tener que cuando el diputado local de MORENA, Magdaleno Rosales Torres, lo señaló de comprar bienes materiales en Baja California con recursos oficiales, el góber obradorista “tiró su espada en prenda”.
Más poder cuando impuso a varios funcionarios públicos en el gabinete estatal, entre ellos, quizá la silla más connotada, la Fiscal General.
Es más, dispuso que la Fiscal General lo acompañara en sus giritas turísticas promocionales en Veracruz.
Por ejemplo, en el corte de listones de ferias pueblerinas y aldeanas.
Y en la coronación de “las flores más bellas del ejido”.
Su grado de influencia en las neuronas y el corazón del góber alcanzó “la plenitud del pinche poder” en los siguientes operativos:
Uno, las Rodadas, encabezando el ejército de motociclistas en las carreteras de Veracruz.
Dos, el mural con su cara afrodescendiente en una pared de Misantla, gobernada por un panista.
Tres, el control de los noventa alcaldes.
Cuatro, sus fotos comprando la despensa en plaza comercial de Coatepec navegando en las redes sociales.
Cinco, ponerse una máscara de un toro y treparla a las redes sociales haciéndose, digamos, el graciosito.
Seis, pintándose la cara como catrina y desfilar en Xalapa acompañado por su Fiscal General vestida de bruja.
Siete, el rafagueo a los opositores.
Ocho, apretando la Magnum en contra de algunos compañeros del gabinete estatal, entre ellos, el ex titular de la secretaría de Educación y el diputado jefe máximo de la JUCOPO, Junta de Coordinación Política.
Nueve, creer, sentir, que podía derrotar a Rocío Norma Nahle García en la contienda partidista para elegir candidato a gobernador.
Diez, declarar la guerra a uno que otro reportero.
Once, inaugurar Clínicas de Salud cuando el legítimo derecho correspondía al secretario de Salud.
Doce, denominarse el biógrafo y líder de los afrodescendientes.
Trece, escribir libros, ajá.
Catorce, llenar Veracruz de espectaculares, tanto coraje despertado en las neuronas y el corazón y el hígado de AMLO, el presidente.
Quince, colocando sus promocionales en plazas comerciales para el paso de la gente.
Era, pues, “su estilo personal de ejercer el poder y gobernar”.
Claro, con el visto bueno del jefe de jefes.
Únicamente le faltó bailar salsa, huapango y danzón como el patroncito…
Pero, bueno, el priista Jorge Uscanga Escobar, lo expresaba del siguiente modo:
“En política no hay hombre muerto”.
Incluso, ya se sabe, los muertos… resucitan y que los hombres comunes y sencillos resucitaban en el relato bíblico.