Los Siervos de la Nación de la más alta, mediana y baja tesitura como operadores políticos electorales.
El objetivo, y como cacarean desde hace ratos los candidatos y precandidatos, evitar (ajá) que el pasado político vuelva.
Más, ahora, cuando gritonean en el palenque público la cuestionable y dudosa purificación moral y honestidad valiente.

LUNES
Enriquecidos a la sombra del poder

En marzo del año 1929, el genio político de Plutarco Elías Calles lo llevó a fundar el partido abuelito del PRI, el Nacional Revolucionario, PNR.
Desde entonces y hasta el año 2000 cuando el tricolor fue derrotado por el PAN en la elección presidencial, los priistas se adueñaron “del hacha, la calabaza y la miel”.
Famosa la frase bíblica acuñada: si el PRI pierde en las urnas gana en los tribunales.
Bastaría recordar que, con la fuerza todopoderosa del Dedazo, Calles impuso a cuatro sucesores.
Además, impuso a uno de sus hijos como gobernador de Nuevo León. Y al otro como diputado federal y ministro Sin Cartera.
Y de paso, claro, se enriqueció a la sombra del poder.
Es más, fue cuando cometió el segundo fraude electoral del país luego de Benito Juárez García en 1867 cuando ordenara el asesinato de los cien seguidores de José Vasconcelos Calderón, el candidato independiente y a quien, afirman los historiadores, le arrebataron el triunfo en las urnas.
Y de ñapa, debió huir a Estados Unidos, primero, y luego, a Europa, para, digamos, salvar la vida.

MARTES
MORENA, PRI del siglo XXI

Desde Benito Juárez, la elección de Estado ha existido entre las tribus gobernantes en turno.
La herencia política como parte de la elección de Estado fue creada y recreada por las generaciones priistas:
La cargada, la estampida de los búfalos, la compra de votos.
Las columnas políticas pagadas. El robo de ánforas. La caída del sistema, oh Manuel Bartlett Díaz, y las urnas embarazadas.
Incluso, la compra de las encuestas a las empresas correspondientes.
Y como estrategia, anunciar desde antes, mucho antes, el inminente triunfo de los candidatos oficiales.
En el proceso, todo el dinero oficial posible para seducir y encantar a los electores, además de la oferta renovada de una buena chamba sexenal, una plaza burocrática, negocios lícitos e ilícitos y empresas fantasmas.
Y, claro, los programas oficiales durante todo un sexenio para crear y recrear lealtades y fidelidades y amarrar el voto ciudadano con tiempo suficiente.
Así fue Elías Calles. Así fue con el PRI en su momento estelar. Y con el PAN. Y es con MORENA.
Incluso, los malquerientes suelen afirmar que MORENA es el PRI del siglo XXI.
Más todavía cuando el partido guinda y marrón está adueñado de la Presidencia de la República, veintidós gobernadores, mayoría de diputados federales y senadores y mayoría de Congresos locales y presidentes municipales, síndicos y regidores.
El aparatito gubernamental bien aceitado para los comicios de mediados del año entrante.

MIÉRCOLES
Miles de cargo para repartir

Seis años en el paraíso terrenal, mínimo.
Miles de cargos públicos para repartir entre los miembros conspicuos de MORENA.
Lo dice en frase memorable el coordinador estatal de Veracruz, Esteban Ramírez Zepeta, en proceso electoral anterior:
“No peleen. Hay más de dos mil cargos públicos para repartir” únicamente en el Estado jarocho.
Lo dijo Antonio López de Santa Anna: “El hombre es nada. El poder es todo”.
La lucha intestinal por un cargo público.
Por eso quizá, además de la ambición y la codicia del poder, Benito Juárez García se reeligió quince años como jefe del Poder Ejecutivo federal.
Y Porfirio Díaz Mori, su paisano, 34 (treinta y cuatro) años seguiditos, salvo los cuatro años en que prestara la silla embrujada del palacio a un compadrito querido.
Y Calles y Álvaro Obregón se alternaron la silla mágica aun cuando en la primera reelección Obregón fue asesinado en el restaurante “La bombilla” en la ciudad de México.
Además del cuarteto de sucesores impuestos por Calles.
Por eso mismo, Victoriano Huerta asestó golpe de Estado militar a su amigo Francisco I. Madero y lo ordenó asesinar por la espalda y tiro de gracia junto con el vicepresidente José María Pino Suárez.
La fiebre incurable del poder. Lo decía el tuxpeño César “El tlachuache” Garizurieta:
“Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.

JUEVES
Veracruz jodido

En el caso de Veracruz, por ejemplo, con 78 (setenta y ocho) gobernadores desde 1824 con Guadalupe Victoria, el primero, el resultado económico y social es el siguiente:
Seis millones de los ocho millones 60 (sesenta) mil habitantes en la miseria, la pobreza, la jodidez, el desempleo, el subempleo, los pichurrientos salarios de hambre y la migración, sobre todo, a Estados Unidos, y como ilegales la mayoría, expuestos a la feroz persecución gringa de la policía migratoria.
Mejor dicho, 5.5 millones de jodidos considerando (ajá) que en el V informe de gobierno efectuado en Perote soltaron la versión esotérica de que en el año 2023 medio millón de paisanos dejaron de ser pobres.
Medio millón de personas analfabetas y quienes simplemente no saben leer ni escribir.
Dos millones 600 (seiscientos) mil con la escuela primaria, secundaria y Bachillerato, incompleto.
Para eso sirven, entre otras cositas, las elecciones de Estado.

VIERNES
Vaya utopía democrática

El ideal democrático sueña, entre otros hechos, con unas elecciones transparentes, limpias y confiables.
Desde luego, sin el Dedazo para elegir al candidato ni tampoco una elección de Estado.
Pero, vaya paradoja, incluye, además de la democracia electoral, la democracia económica. Una mejor calidad de vida para todos. Oportunidades para todos. Empleos dignos y pagados con justicia laboral.
Democracia educativa: la calidad en la educación primaria, secundaria, bachillerato y universitaria, desde la licenciatura hasta la maestría y el doctorado.
Democracia de salud: el legítimo derecho a vivir sano con una medicina que a la primera receta se traduzca en una mejoría en la salud. El acceso a medicinas baratas y eficaces. El derecho a una operación quirúrgica con precios accesibles.
Democracia en la seguridad pública para vivir sin sobresaltos ni secuestros, desapariciones, torturas, asesinatos, fosas clandestinas e impunidad.
Un ideal democrático quizá demasiado ambicioso. Y que acaso, nunca, jamás, se verá ni sentirá ni usufructuará en la vida.
Más cuando cada seis años aparecen nuevos ricos y nuevas familias ricas y poderosas al cobijo del poder público.