Estrés marital
El terapeuta familiar acuña el siguiente término bíblico. Estrés marital. Se refiere, entre otras cositas, a cuando el aburrimiento y el hastío se atraviesan en la vida conyugal y en términos generales termina en el divorcio.
Incluso, odiándose la pareja entre sí. Y si posible es, transmitiendo el rencor a los hijos.
Peor tantito: cuando brota en el hogar y en el tálamo y en la vida cotidiana, nada puede frenar el ataque masivo, implacable e impecable.
Luis Velázquez
Casi casi como si la pareja viajara en un tren rodando sobre un túnel inacabable.
Suele darse desde el primer año de matrimonio. Y, claro, también cuando se cumplen diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, etcétera, números de años de vivir y convivir día y noche.
La constante universal es, como se sabe, cuando de pronto “en el camino de la vida social” aparece por ahí un amante, ya sea para el hombre, ya sea para la mujer.
Y la relación extramarital se vuelve intensa y volcánica. Más cuando la amante tiene veinte, treinta años menor.
Y desde luego, la amante es fogosa. Y si sale manipuladora, mucho peor.
Y si el marido, por ejemplo, es indiscreto y comete por ahí actos y hechos fuera de rutina, entonces, el avisito inminente del estrés marital.
Y si la esposa tiene amiguitas canijas ejerciendo a plenitud la liberación femenina, “veinte y las malas” estalla la tercera guerra mundial en casa.
Por añadidura, llega hasta la relación con la amante.
Peor, mucho peor, cuando la amante ha envejecido al lado del amante.
Y cuidado y por ahí la amante se embaraza de manera calculadora porque a partir del momento se vivirá el peor infierno entre los peores de la vida.
Otras ocasiones el estrés marital surge cuando el marido o la esposa trabajan y trabajan mucho y suelen descuidar incluso hasta el diálogo con la pareja.
Más, y como reza una novela de Elena Poniatowska, cuando el marido únicamente llega “en la noche” a cenar y dormir, sin atender las demandas cotidianas tanto de la esposa como de los hijos.
Más cuando la pareja llega “oliendo a leña de otro hogar” argumentando estar muy cansado.
La ausencia de diálogo y convivencia acelera y multiplica el estrés marital.
Y ni siquiera en el desván el terapeuta familiar y/o el sicólogo puede allanar la mala vibra y el peor karma.
¡Ay si los celos hacen de las suyas!
¡Ay si la imaginación inventa escenas, hechos, circunstancias, cosas explosivas!
¡Ay si las amiguitas son entrometidas y abonan con chismes la relación tensa!
¡Ay si las amigas aconsejan el divorcio ya, ya, ya!
¡Y ay si sugieren que de una vez lo demande y lo deje en la ruina y la miseria y le quite todo, casa, cuentas bancarias, automóvil, terrenos y negocito o comercio si tiene!
Las amigas suelen descarrilar al matrimonio más sólido dice el terapeuta familiar.
¡Y ay si la pareja trabaja y gana un salario superior al marido y hasta desempeña un cargo público o privado!
Está probado y comprobado que cuando la esposa gana más en la chamba que su pareja el hombre en automático y solito brama y ruge y se va frustrando.
Incluso, llega a la locura de imaginar y convencerse de que la pareja logra un ascenso salarial o gerencial por una relación íntima con el patrón.
Y los celos, ya se sabe, son explosivos. Más cuando la pareja tiene una imaginación dinamitada.
En el estrés marital algunos hombres han asesinado a las esposas…