Una razón de peso y con peso: La extorsión y los abusos y excesos del poder policiaco.
El uniforme, la gorrita, la patrulla, el tolete y la macana empalmados para sembrar el miedo, el terror y el horror en los indígenas de Zongolica.
Entonces, ni hablar, los presidentes municipales de ocho municipios únicamente tuvieron como posibilidad unirse al clamor popular.
Incluso, el alcalde de Zongolica quedó comisionado para solicitar por escrito al gobierno del Estado la salida de la SSP.
Todavía peor: Los habitantes de ocho municipios decidieron integrar el Consejo de Seguridad Ciudadana.
Y por lo pronto, caray, indicativo y significativo, aceptaron la presencia de la Guardia Nacional y en la que, todo indica, tienen (por ahora) mayor confianza.
De hecho y derecho, la sierra de Zongolica se convierte en la primera en asestar tremendo manotazo.
Y en contra de la SSP de la 4T, MORENA y el obradorismo jarocho.
Mucho peor si se considera la siguiente circunstancia y hecho:
De acuerdo con el llamado Estado de Derecho, la obligación superior es garantizar la seguridad en la vida y en los bienes.
Más, mucho más en la vida porque en todo caso los bienes van y vienen si vuelven como en caso de Job, el paciente bíblico.
Y cuando, caray, la policía estatal ha sido lanzada de Zongolica la SSP, entonces, palabras mayores para el desencanto y la frustración social y de seguridad.
Polis extorsionadores.
Polis abusivos.
Polis soberbios y autoritarios.
Se ha cumplido de nuevo la profecía:
Si el ciudadano mira venir en un lado de la banqueta a un policía y en el otro lado a un ladrón, mil veces preferible caminar del lado del ladrón.
El ladrón, por ejemplo, roba, asalta, atraca y huye.
Pero el policía, roba, asalta, atraca, madrea, detiene y lleva a la barandilla acusando de agresiones, injurias y ofensas a la autoridad policiaca.
Más que el fracaso de la SSP en Zongolica, el fracaso social del góber salsero, huapanguero, danzonero y camaronero enchipotlado.

II (Un pueblo harto)
Nada más duro y rudo como el rechazo social a la SSP.
La población, harta.
Los ciudadanos, todos indígenas, hartos.
Los transportistas, hartos.
Quizá, y en el fondo, uno que otro alcalde y/o todos, hartos.
Y cuando vieron a la población enardecida, molesta, irritada, encabritada bien quizá pudieron recordar la fábula de la mula.
Luego de tantas mentadas de madre y latigazos del patrón, la mula suele emmularse a la orilla del precipicio.
Ni un paso pa’lante, ni un paso pa’atrás.
Entonces, se zangolotea y sacude y tira la carga.
Y ahí se mantiene, firme, inalterable.
Lo decía Fernando Gutiérrez Barrios.
Si es mediodía y el pueblo dice que es de noche de inmediato han de prenderse las farolas.
La virtud número uno de un político, un gobernante, un patrón la tiene el topo de Carlos Marx: Si el topo se asoma a la tierra y olfatea vientos huracanados, vuelve a sumergirse y a esperar.
Es decir, oler el destino de los días y las noches llevando el termómetro social.
Significa que en Zongolica fallaron las antenas, primero, de los gobiernos municipales para avisar en tiempo y forma lo que estaba sucediendo.
Segundo, fallaron los termómetros del gobierno del Estado.
Nadie previó lo que vendría.
Tercero, fallaron las antenas de la secretaría General de Gobierno, encargada de la operación política y social.
Y cuarto, fallaron los radares de la secretaría de Seguridad Pública.
Y desde luego, fallaron “las orejas”.
Y/o en todo caso, el avisito fue a tiempo a Xalapa, pero lo menospreciaron y desdeñaron.
El hecho es concreto, específico, lacónico y macizo: La SSP, fuera de Zongolica.
Y, por lo pronto, con la anuencia (ni modo) de ocho presidentes municipales.