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Barandal
Lunes 02 octubre, 2023

El besito en la mano

**De alcaldesa a AMLO
**Desdoro moral

ESCALERAS: Hasta donde se recuerda, si se recuerda bien, nunca por ahí se han visto unas fotografías donde algún ciudadano besara la mano a los presidentes Benito Juárez García, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas del Río.

Luis Velázquez

Simplemente, digamos, si algún indito o campesinito por ahí hubiera intentado alguna vez seguro que de inmediato el trío de presidentes lo hubiera evitado.
El ritual religioso establece, por ejemplo, que se besa la mano al padre y a la madre (y quien más, en todo caso, lo merece).
También al Sumo Pontífice.

PASAMANOS: Pero, bueno, en la república “amorosa y humanística”, la presidenta municipal de Tecámac, en el Estado de México, Mariela Gutiérrez Escalante, trepada en el templete se acercó a AMLO, el presidente, y le besó la manita.
Y AMLO, el presidente, primero, lo permitió. Segundo, la dejó. Tercero, sonrió dichoso y feliz. Y cuarto, tiempo suficiente para que la alcaldesa se la haya, digamos, ensalivado.
Ni hablar, el fervor y la idolatría. La adoración sin límites. El santo laico. El mesías. El profeta. El enviado de Dios para salvar la tierra. El fetiche.

CORREDORES: ¡Vaya alcaldesa ridícula!
Las neuronas, la inteligencia, el talento, la experiencia, la prudencia, la serenidad y la frialdad política y social alcanzaron así el más alto decibel de la servidumbre humana.
En todo caso, en el relato bíblico nadie besa la mano a Jesucristo. Ni siquiera, vaya, las personas curadas de enfermedades duras y rudas.
Es más, ni siquiera las personas resucitadas.
A lo más que llegaron fue a besar su manto y túnica… y lo que bastaba para sanar.

BALCONES: Nadie puede considerar el beso de la alcaldesa mexiquense como el beso, digamos, de la diabla.
Por el contrario, quizá, un beso de gratitud mezclado y entremezclado con la gratitud política y social porque MORENA y la 4T y el obradorismo la catapultaron a la presidencia municipal.
Mujer agradecida, pues, halagando la vanidad presidencial.
Caray, la presidenta municipal, licenciada en Sicología.
Es decir, consciente, acaso calculadora, de la debilidad humana de la frivolidad.
Además, graduada en universidad de la Ciudad de México, la metrópoli más grande del mundo.

PASILLOS: Los indígenas y campesinos iniciaron la costumbre, la tradición y la cultura del besa-manos.
Se la besaban al patriarca del pueblo. El chamán. El tlatoani. El jefe de jefes.
Se la besaban al patroncito de la hacienda porfirista.
Se la besaban al sacerdote que por ahí llegaba… y que, bueno, siempre se opuso el Obispo Rafael Guízar y Valencia en sus andares por la montaña negra de Zongolica, por ejemplo.
Se la besaban al profe de la escuela primaria y al médico efímero que aterrizaba en la región étnica.
Caray, la costumbre se volvió ley no escrita.

VENTANAS: Significativo que el presidente de la república lo permitiera. Y en público. Y sonriendo, ajá.
Bien decía Eufemio Zapata, el hermano menor del Caudillo del Sur, “la silla presidencial embruja y hace levitar” a todos.
La sicóloga alcaldesa del Estado de México “sicoanalizó” a AMLO y de seguro estaba cierta que en ningún momento rechazaría el besito en su mano… así, digamos, lo agarrara desprevenido y de sorpresa.
AMLO, en el vuelo esotérico.
Además, el filtro para acercarse.
A partir de ahora, las mujeres saben que pueden dar un besito en la mano al señor presidente.
Casi casi, el besito de los escritores Carlos Fuentes Macías y Fernando Benítez a Luis Echeverría Álvarez cuando acuñaron la frasecita bíblica de “Echeverría o el fascismo”.


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