Veinte amigas
**Cero envidias
**Buen karma
UNO. “Amigas para siempre”
Son veinte amigas. Su leyenda es la siguiente: “Amigas para siempre”. Y su religión gira alrededor de la zumba, un desayunito donde cada una paga su consumo, la manualidad y la tarde pastelera.
Unas, las menos, solteras. Otras, casadas. Pocas, divorciadas.
Luis Velázquez
Pocas, viudas.
Y entre ellas, siempre un buen karma, mejor vibra. Los astros acomodados a su favor.
Cero envidias. Cero intrigas. Cero habladurías a la espalda. Cero discusiones políticas. Religiosas. Sexuales.
La amistad, digamos, en su más alto decibel.
DOS. Todas solidarias
Unas a otras se cuidan y procuran. Se envían correítos en el WhatsApp con la oración del día. Y se dan, claro, los buenos días y las buenas noches.
Y cuando enferman o atraviesa un caos, una sicosis, todas están ahí, a su lado.
Y la reconfortan con la presencia. Y la palabra. Pero más con los hechos. Se ayudan. Se quitan la blusa para darla a quien más la necesita.
Se basan en el dicho popular, filosofía de vida:
Los hermanos se imponen en un matrimonio. Pero las amigas se eligen.
Los amigos, decía don Julio Scherer García, “son piedras rodantes en la ladera que se encuentran y fermentan entre sí”.
TRES. Viven actualizadas
Pendientes de los videos enviados por WhatsApp. Y entre ellas se lo circulan. Y todas quedan informadas.
Y se informan de todo. Desde el último platillo circulado en las redes de las nutriólogas y chefs hasta, incluso, caray, avisitos parroquiales de políticos.
No más, claro, para estar enteradas. Y en todo caso, cuando sea la hora, cada una ejercer el sufragio en las urnas de acuerdo con sus valores, principios, creencias, tendencias, afectos, y desde luego, rencores y odios.
CUATRO. La amistad, único patrimonio
Da envidia y de la buena como cacarean y festinan en el rancho.
El viejito del barrio siempre lo ha sostenido:
“El único patrimonio de los hombres y mujeres son los amigos”.
Y amigos, claro, “a prueba de bomba”.
Te doy y me das. Me ayudas y te ayudo. Estás pendiente de mí y yo también.
Veinte amigas. Veinte lealtades. Veinte razones de peso y con peso para vivir. Y seguir empujando la carreta, aunque la carreta pudiera estar destartalada.
CINCO. Entender y comprender
Poco a poco se fueron integrando. Empezaron unas tres, cuatro. Y cada una hablando maravillas de otras amigas.
Y luego de un examen minucioso, digamos, reglas para la convivencia universal y perpetua, incorporaran a las amigas de las amigas.
Y fueron cautas. Prudentes. Mesurados. Tolerantes.
Conjugando a plenitud el par de verbos más importantes en todos los idiomas del mundo.
Uno, entender. Y dos, comprender.
Entender y comprender las razones de las demás y sin juzgar ni menos condenar a las otras.
Entonces, los cimientos de la amistad de las Veinte Amigas son y están sólidos.
Y ningún vendaval huracanado del Golfo de México las zangolotea ni estremece.
SEIS. Fondo de ahorro
Todos los días la amistad entre ellas se multiplica y crece.
Crecen el afecto y el cariño. Crece la confianza. Crece la amistad a largo plazo. Crece la reciprocidad. Una amistad inalterable. Saben, por ejemplo, que “tarde o temprano” empezarán a morir.
Entonces, han integrado un fondo de ahorro con aportaciones cada mes para cuando alguna enferme y en el camino pudiera fallecer.
Nada, como refiere el viejito del barrio, de que en una relación solamente una persona está por amor y la otra por interés malsano para sacar provecho.
Son veinte amigas regidas por la sociedad fraterna, la sociedad igualitaria, la sociedad generosa. Digamos, el llamado “socialismo con rostro humano”.