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Diario de un reportero
Sábado 09 septiembre, 2023

Maldición bíblica

**Desempleo en Veracruz
**Vendedor de hielitos
**Médico del Dr. Simi


DOMINGO
Maldición bíblica



Hay dos Círculos del Infierno en Veracruz. Par de Jinetes del Apocalipsis. Dueto de los males de Pandora. Y los dos, irresolubles. Casi casi una maldición bíblica.
El primero, el desempleo, el subempleo y los pichurrientos salarios de hambre, ofensivos, humillantes.
Y el segundo, la incertidumbre, la zozobra, la inseguridad y la impunidad.Sólo faltaría, y como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial cuando en las calles y avenidas la gente caminaba con una cartulina gigantesca enfrente sostenida por las manos pidiendo trabajo “de lo que sea”.
El desempleo y el subempleo, digamos, el peor Círculo del Infierno.
Y aun cuando por ahí festinan que en Veracruz la gente es dichosa y feliz se trata de la gran estafa sexenal.
El rollo. El chorizo. La patraña.

Luis Velázquez

Ninguna familia puede alcanzar la felicidad cuando el padre, el hijo, los hijos, tocan puertas y ventanas para una oportunidad laboral y todas están cerradas.
Y con llave.
Simplemente, ninguna posibilidad.
Más cuando la gente tiene varios años desempleada.
Veracruz con la 4T, la única entidad federativas de la república incapaz de recuperar los miles y miles de empleos perdidos en el tiempo del COVID según documentan la secretaría de Trabajo federal y el Seguro Social.

LUNES
De universitario a vendedor de hielitos

El joven K. estudió hasta el cuarto año en la facultad de Ingeniería. Necesitó interrumpir la carrera universitaria porque el padre quedó cesante. Y la madre, ama de casa. Y tres hermanos más, menores.
Entonces, a buscar chamba para ayudar con el itacate y la torta en casa.
Buscó una posibilidad en una compañía constructora y nada. Ni siquiera, vaya, de albañil.
Tocó puertas en un taller mecánico y tampoco nada.
Envió solicitudes con su currículo a una que otra industria y empresa y varias semanas después, nada.
Los amigos lo tentaron para alcanzarlos en Estados Unidos como migrante y lo está pensando.
Entonces, su madre lo enseñó a hacer hielitos y vende hielitos con los amigos y conocidos y de casa en casa.
Por fortuna, un amigo le prestó una bicicleta y en la bici se mueve.
Y, claro, hay días buenos. Hay días malos.

MARTES
Carta de una chica egresada de Comunicación

“Me llamo Teresa y cuando tenía 23 años egresé de la carrera. Para Ripley, durante dos años nunca encontré chamba.
La busqué de reportera en medio impreso y que la plantilla laboral estaba completa. La busqué en noticiero radiofónico, igual. La busqué en periódico digital, igual.
Entonces me fui a una oficina gubernamental de prensa y que el personal estaba completo.
Entregué el currículo por Internet en industrias y fábricas y dos años la pasé esperando una respuesta y que nunca llegó.
Un año anduvo por ahí con un candidato a un cargo público en la oficina de relaciones públicas y con la promesa de que si ganaba en las urnas estaría en su equipo laboral y perdió.
Y durante ese año apenas, apenitas, me daban una morrallita para la comida y el autobús urbano de pasajeros.
Me contrataron como secretaria de una doctora y terminé de trabajadora doméstica haciendo limpieza en la oficina de la jefa y en la antesala y en los baños.
A los cinco años de andar con la esperanza me rendí. Y ahora, con mi título universitario tengo una fondita donde vendo picadas y gordas y antojitos y me voy defendiendo”.

MIÉRCOLES
Médico del Dr. Simi

El señor F. estudió Medicina. Cumplió con la Residencia y el servicio social. Cumplió con el examen profesional.
Entonces cabildeó un espacio en el Seguro Social. Y todos cubiertos. Y en el ISSSTE, ni el aire pasaba. Y en el Hospital de PEMEX, soñando, digamos, con las grandes ligas, y una muralla de Berlín.
Y en el Hospital Civil dependiente de la secretaría de Salud ni el saludo le dieron.
Un maestro le dio cobijo en su consultorio. De ayudante. Y el profe le daba una morrallita, suficiente, entonces soltero, para necesidades vitales.
Soñando, claro, con la esperanza.
Pero cuando casó y llegó el primer hijo, la vida dio un vuelco de más de 180 (ciento ochenta) grados y de nuevo el camino al Gólgota sembrado de espinas, cardos y abrojos.
Desde hace ratito es un médico de las Farmacias Simi. Y en dos poblados cercanos. Uno, en la mañana. Y el otro, en la tarde.
Y cobra cincuenta pesos de consulta. Y se esmera para que con la primera receta el enfermo pueda curarse. Y como sucede con frecuencia.
Egresado de la universidad pública, para servir al Dr. Simi.

JUEVES
Contadora office boy

La señora N. es contadora pública. La primera chambita que pudo fue como auxiliar en un despacho contable con más de treinta contadores.
Entonces, recién egresada, novata, sin experiencia laboral, la jefa administrativa y anexas y conexas la utilizaban, primero, para hacer café, y segundo, para servirlo de escritorio en escritorio, y tercero, para ir a la panadería de la esquina a comprar pancito recién salido del horno.
Durante un año así la tuvieron, vendiendo siempre la esperanza de que el mes entrante ya le encargarían trabajo concreto y específico, por ejemplo, a cargo de una cuenta o dos.
Pero un año y medio después seguía de office boy y de plano, sintiendo, estando segura de que le aplicaban “la aburridora” renunció, se quitó el delantal y se fue.
Y el peor infierno llegó. Dos años más, sin madrinas ni padrinos, sin un conocido influyente, digamos, cada compañero egresado rascándose como podía, quedó desempleada.
Una noche en el insomnio de plano descolgó el título universitario en su recámara y le prendió fuego.
Ahora, trabaja con su señora madre en una fonda a cargo de la caja y lleva la contabilidad.

VIERNES
“¡Hay pizzas, pizzas, pizzas!”

El joven A. estudió Gastronomía. Además, desde el primer semestre alternó con una chambita en un restaurante. Y en la cocina. Y en donde iniciara lavando platos y vasos, pero que meses después le permitiera dar el siguiente paso.
concluida la carrera, Plan A: buscar chamba en restaurantes. Y, claro, en la cocina. Y tocó y tocó puertas. Incluso, mostrando los testimonios de su experiencia. Y nada. Más que el limbo, el vacío, la nada.
Plan B: Primero fue a los restaurantes de cinco y cuatro estrellas. Después, de tres y dos estrellas. Entonces, miró hacia los hoteles con restaurantes. Y siempre fue visto como el chef incómodo.
Plan C: Se fue a un centro turístico por excelencia en el país y le pidieron avales de grandes ligas, firmas nacionales, por ejemplo. Y pidió oportunidad para demostrar su experiencia. Y nada.
Plan D: Ahora, el joven A. tomó la decisión estelar de su vida y en su casa hace pizzas y las vende, primero, en las escuelas. Y segundo, con los amigos y en toda la vecindad. Y tercero, de casa en casa.
Le ha va tan bien que una hermana y una abuela han aprendido a hacer buenas pizzas y entre los tres empujan la carreta del negocio familiar.


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