de manera histriónica “amorosa y humanística”.
Todos los días en casa, los padres, los hermanos, la esposa, los hijos, los tíos, los primos, esperando que el pariente secuestrado y desaparecido llame a la puerta.
Y mirar pasar un día, un semestre, un año, otro año, otro año, otro año, y ninguna pista, ninguna señal, ningún aviso, ninguna posibilidad.

DOS. Destino incierto

Jamás en el país y en Veracruz se había conjugado tanto tiempo (y que seguirá) el verbo esperar.
Y en todas sus variantes geográficas.
Y tantas personas al mismo tiempo.
De pronto, un hijo, por ejemplo, fue plagiado y en el mismo domicilio particular y los malosos, digamos, se lo llevaron con destino incierto.
Y en la espera, dejando que la imaginación vuele en medio de las tinieblas.
Por ejemplo, si estará vivo, si estará comiendo a sus horas, si se habrá bañado, si estará con vida, si lo estarán golpeando, si lo habrán asesinado, si lo habrán sepultado en fosa clandestina o tirado a un río por ahí y hasta en otra entidad federativa.

TRES. “La esperanza muere al último” …

Y aun cuando en uno que otro miembro de la familia fructifique el desaliento, la madre, por ejemplo, segura de que el hijo está vivo, incorporarse a los Colectivos, integrados con padres con hijos desaparecidos, y a revolotear la tierra en donde tienen una información o les han dicho o sospechan de la existencia de una fosa clandestina.
Y confiadas todas las madres en la esperanza de encontrar el cadáver del hijo para la cristiana sepultura.

CUATRO. El peor de los mundos

Se vive y desde hace muchos años, digamos, desde el año 2007 cuando Felipe Calderón Hinojosa ascendiera a la presidencia de la república, el peor de los mundos en el país y en Veracruz.
Tan solo en el Estado jarocho, más de siete mil cuatrocientas personas desaparecidas y sabrá el chamán su destino.
La incertidumbre y la zozobra más terrible y espantosa de la vida.

CINCO. “Nunca resignarse”…

Esperar y esperar y seguir esperando, conscientes de que “la vida es desierto y oasis/ y nos derriba y lastima/ y nos enseña/ y aunque el viento sople en contra/ nunca resignarse” (Watt Whitman).
Con todo, incluso, que se rece todos los días al Ser Superior.
Con todo, incluso, que la esperanza real, concreta, específica y lacónica estuviera languideciendo o de plano, muerta.
Peor, mucho peor, es cruzarse de brazos y mirar el cielo, la noche, las estrellas, las nubes, apostando a que Dios, una Virgen del altar católico, pudieran lograr el milagro.

SEIS. Pasar la vida rezando

Esperar con un altarcito en casa con una lámpara prendida y flores frescas y la estampita de un santo milagroso y de la morena del Tepeyac y de Dios Padre y Dios Hijo.
Y todas las noches rezar y seguir rezando y rezando.
¡Qué duro y rudo y difícil es vivir en el tiempo del secuestro, la desaparición y la desaparición forzada!
Ya podrá imaginarse el dolor y el sufrimiento en los hijos y las parejas de las personas mayores desaparecidas.
Caray, perder a un hijo, un pariente, así nomás, porque los malos se lo llevaron…