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Martes 11 abril, 2023

53 cadáveres en una sola fosa

*“Nos estamos muriendo en vida y no sabemos nada de nuestros hijos”: activista Aracely Salcedo, once años desaparecida su hija Fernanda Rubí

*En la región centro, 53 cuerpos en Campo Grande; 23 cuerpos en Los Arenales; 15 cuerpos en Atzacan; 15 mil fragmentos óseos en Calería

*“Si yo falto ¿quién va a buscar a mi hija? Mis fuerzas ya no son las mismas de antes" reflexiona Colectivo de Familias Desaparecidas

*Crimen organizado continúa intimidando, halconeando y amenazando en la zona Córdoba-Orizaba/Noé Zavaleta/En Misión Especial

  • Aracely Salcedo. Veracruz, un fosario/Foto: Yerania Rolón

  • Fernanda Rubí. Secuestrada en el Duartazgo

ORIZABA, VERACRUZ.- La activista Araceli Salcedo Jiménez cumplirá en septiembre próximo once años de búsqueda desde que su hija Fernanda Rubí Salcedo fue secuestra por un comando de Los Zetas en el interior de un bar de Orizaba y hoy, tras cinco fosas clandestinas descubiertas en la región montañosa Córdoba-Orizaba, admite que ya no tiene las mismas fuerzas de antes y que no se quiere morir sin saber dónde está su hija.

“Mi hija merece regresar a casa. No merece quedarse en las penumbras, en la obscuridad, no merece terminar en un basurero. Hasta mi último aliento no dejaré de buscarla, por las noches, en sueños le pido que aguante más, que ya pronto nos volveremos a reunir, que volveremos a reír”.

Araceli Salcedo, su escolta federal y yo estamos en un café de plaza “El Faro” en Orizaba. Turistas ríen y toman café lechero y cenan pambazos. Una pareja de jarochos baila “El Querreque”. En las pausas toca la marimba “Veracruz”. Un aguacero pertinaz cae sobre el Pueblo Mágico. Araceli no sabe que es una “champola”, le recomiendo la de guanábana. En la última década, la líder del Colectivo de Familias Desaparecidos Orizaba-Córdoba ha tenido otras ocupaciones prioritarias que andar investigando a qué sabe este pequeño placer jarocho llamado “Champola”.

Salcedo admite que tras once años de búsqueda de Fernanda Rubí ya no tiene las mismas fuerzas de antes, el desgaste emocional y físico –la salud entre ellas- le ha pegado mucho: “Nos estamos muriendo en vida y no sabemos nada de nuestros hijos”.

Y hay una preocupación, que inunda a Aracely Salcedo y a miles de mamás en Veracruz y en México: “Sí yo falto ¿qué va a pasar? ¿Quién la va a buscar? ¿Alguien se va a acordar de ella?". expone Aracely, mientras un nudo se le hace en la garganta.

Y expone un caso: Ramón Ponce Moreno de 68 años y Sara Hubert Pacheco de 73 años se murieron sin saber el paradero de su nieto de 18 años, Ramón Antonio Ponce Hubert, desaparecido el 3 de septiembre de 2013 en la ciudad de Córdoba.

Don Ramón, incluso, se aferró a la vida, convaleciente en el hospital, tomó de la mano a Aracely y sonriendo le dijo que cuando saliera organizará una búsqueda en Los Arenales o en Calería para seguir buscando a su nieto y que cuando la jornada de búsqueda concluyera se iban a ir a tomar un “tequila Don Ramón” para celebrar su salida del hospital. Dos días después, Ramón Ponce salió del nosocomio en una carroza fúnebre y su familia con el acta de defunción en la mano.

“Uno como buscador quisiera tener más horas, más días, más puntos positivos a dónde ir a buscar a nuestros hijos; el problema, es que los desaparecidos no disminuyen, cada día vemos más caras nuevas, madres y hermanos que antes no marchaban y que ahora lo hacen porque tienen a un hijo o un hermano desaparecido”.

NUMERALÍA DEL HORROR…

Veracruz tiene puntos rojos de fosas clandestinas en la huasteca veracruzana, en la zona costera que va desde Veracruz, Úrsulo Galván y Alvarado, en la Cuenca del Papaloapan, y en el sur de la entidad. La zona montañosa industrial Córdoba-Orizaba no es la excepción.

El Colectivo de Familias Desaparecidos Orizaba-Córdoba (FDOC) ha encontrado en la última década cinco puntos positivos de fosas clandestinas en la región. Los números son, lo mismo, fríos, que aterradores.

En Campo Grande, Ixtaczoquitlan, han sacado –por ahora- 53 cuerpos; de los cuales 18 ya fueron reconocidos y entregados a sus familiares. Todos estos de “data reciente”, es decir, no tenían ni dos años de haber sido inhumados clandestinamente. En pocas palabras, fueron desaparecidos y asesinados en tiempos de los gobiernos de la Cuarta Transformación.

El trabajo pericial forense consigna que de los 53 cuerpos, 50 pertenecen al sexo masculino y sólo hay tres mujeres. Y sí, por este delito no hay nadie, absolutamente nadie en la cárcel.

“Duele a veces tanta indiferencia en la procuración de justicia. Tanto desdén de no querer investigar a las células criminales”.
El narcocementerio de Campo Grande se encuentra en medio de siembras de caña, café y chayotes. Los colectivos dejaron de buscar cuerpos ahí por intimidación de las células criminales, quienes halconeaban y rondaban por ahí para sembrar pavor en los colectivos.

“Volveremos en otro momento. Decidimos dejar descansar Campo Grande por un rato; aclarar que los trabajos de ahí no están concluidos”.

En los Arenales en Río Blanco han sido sacados 23 cuerpos, aquí, apenas se han logrado identificar a cinco personas y regresarlos con dignidad a sus familias para que les den cristiana sepultura.

En el predio Santa Ana en Atzacan, el colectivo de Aracely Salcedo ha logrado extraer quince cuerpos. Está fosa es la más avanzada en cuanto a identificaciones, pues 12 osamentas ya fueron identificadas y volvieron a las tumbas familiares.

El gran dolor de cabeza para el gobierno federal y local, tanto el de la cuarta transformación, como el anterior, es el de Calería en Córdoba, en la congregación de El Porvenir, pues de ahí fueron extraídos más de 15 mil fragmentos óseos de un número indeterminado de cuerpos. Autoridades y Fiscalías no saben ni por dónde comenzar la identificación de este macro rompecabezas.

El reto para este año, apunta Salcedo, es iniciar los trabajos en El Rancho El Cali, ubicado en Río Blanco, más de once hectáreas de un terreno plano, en donde colectivos han sido advertidos que ahí podría ser un punto de fosas clandestinas.

EL “CARNICERO”

En México es común que la realidad supere la ficción. Como si se tratase de película de terror, en el caso de Campo Grande, los 18 cuerpos ya identificados e identificados fueron sacados de la tierra “desarticulados”, no desmembrados, que es una cosa muy distinta.

Es decir –explica Salcedo- los victimarios contrataron a un especialista para hacer cortes muy finos y calculados de las personas que ahí enterraron en dicha fosa clandestina. Este especialista cortaba brazos, cabeza, piernas, torso y otras extremidades, con la misma destreza, como se diseccionan las partes de una res.

En Campo Grande se tuvieron que suspender las labores de búsqueda, no porque haya la certeza de que ya no hay cuerpo ni tampoco por desidia del Colectivo FDOC sino por las intimidaciones, halconeo y mensajes velados del nuevo grupo delincuencial que ahí domina.

“Dejaremos descansar ese predio un rato… volveremos” dice Salcedo, con la misma seguridad de quien ha sentido la respiración de la boca del lobo y que sabe que no es bueno meterse en sus fauces.


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