Y laborar a través del Internet, las redes sociales, el WhatsApp, los enlaces tecnológicos…

ROMPEOLAS: Desde la casa, y a través del Internet y el celular estar pendiente de la familia y los amigos… Incluso, desde la casa asistir a clases en la escuela… Y en todo caso, enviar la tarea al profe por las redes sociales… Y si el maestro pide trabajar en equipo como se estila ahora, ni hablar, trabajo en equipo tecnológico… Caray, en los peores meses de la pandemia las trabajadoras sexuales ofrecían streap-tease a domicilio… Y los chicos, los más felices, pues solían congregarse en el depa de un amigo y darse vida…

ARRECIFES: Nada más satisfactorio como leer un libro (una novela, unos cuentos, unos poemas, unos ensayos) en el Internet… Además, leer a escritores del mundo que páginas especiales abrieron… Claro, y en el caso de trabajadores de la información, seguir reporteando por teléfono (y como ya se estilaba) y entrevistar por celular y/o por el Facebook a las fuentes de información… Y enviar por Internet las notas al periódico… ¡Vaya, el florecimiento del servicio de comida casera a domicilio!...

ESCOLLERAS: Gracias al COVID, el auge de las tabletas digitales para mirar (y admirar) películas, incluso, filmadas en el otro extremo del mundo… Es más, escuchar misa todos los días en las mañanas y rezar el rosario en las tardes desde casa y en casa… Y sentados (y hasta en piyama y en chanclitas) en el comedor ante la tele tomando cafecito de olla con un pancito… Y ejercitándose en casa cada madrugada y anochecer con tantos aparatos tecnológicos creados ex profeso… Y ni se diga, con la bandeja de entrada en la computadora llena de recaditos y mensajitos…

PLAZOLETA: Desde luego, las clases presenciales han sido retomadas y también la asistencia física en muchos, muchísimos trabajos… Pero de igual manera, una parte importante sigue laborando desde casa y haciendo la vida normal como un ermitaño… Más, mucho más cuando se vive en la quinta, sexta, séptima (etcétera) década… El otro día, el señor Héctor Fuentes Valdés salió a un mandadito en la noche y la ciudad iluminada le pareció otra, totalmente diferentes al tiempo previo al coronavirus… Además, volteó para todos lados y el grueso de la población andante por ahí eran muchachos de unos veinte años de edad…

PALMERAS: Es la hora, entonces, de amar (más que nunca) a los elefantes… Los elefantitos, ya se sabe, cuando se sienten y creen viejos, se aíslan de la manada, se internan en la selva, buscan una cueva de su tamaño y se encierran… a esperar la muerte… Pero en el caso humano, la paradoja para volverse un ermitaño, como Pedro, el anacoreta, de Alto Lucero de Paquita la del barrio, quien en un momento estelar de su vida se alejó del mundo y encerró en una cueva en lo más alto de la montaña… Quizá, reproduciendo el modelo de los jesuitas y franciscanos de enclaustrarse en un monasterio… Renacer, pues, a la vida, y darle otro sentido…