Una señora pasea a par de perritos. Son french poodle y parecen hasta hermanitas gemelas. Son hembras.
Otra dama pasea un perro lobo. Y el simple hecho de acercarse siembra y multiplica el miedo y el temor.
Apenas el perro lobo siente una presencia extraña, en automático ladra. Listo, incluso, para lanzar la primera dentella.
La dama le habla y lo apacigua y tranquiliza. Pero el perrito clava la mirada omnipotente. A la defensiva y contraofensiva.

DOS. El parque de los perritos

El par de damas da vueltas en el parque durante una media hora. A veces, paso a pasito, porque el trío de perritos se detienen frente a un árbol y alzan la patita y orinan.
En las manos, las señoras llevan bolsas de plástico para levantar la popó. A tono, digamos, con las sugerencias de los animalistas.
Una señora siempre llega al parque con una blusita y un pantalón de mezclilla. Y tenis. Es alta y delgada y de piel blanca. Y muy seriecita. Y respetuosa saludando de manera protocolaria.

TRES. MORENA de ojos grandes

La otra señora pasea su perrito lobo con shorcito ajustado. Y una blusa sin mangas. “Hola”, dice, en lugar de los buenos días.
Ella es bajita de estatura, digamos, como decía el abuelo, “con cuerpo de uva”. MORENA de ojos grandes. Y se advierte que todos los días se ejercita quizá en el gimnasio porque tiene bien marcados los bíceps.

CUATRO. Platica con su perrito

Por ahí también llega hacia la misma hora un señor de la séptima década. Pasea con un pastor alemán. Y, claro, amarradito de una cuerda.
Y por lo regular, siempre va platicando con su perrito. Incluso, le platica hasta los noticieros de la noche anterior que habría mirado y escuchado antes de dormir.
A veces, el pastor alemán mueve la colita quizá como respuesta a las noticias macabras que le cuenta.
Las señoras, en cambio, se la pasan dando órdenes a sus perritos. “No, no, no” les dicen cuando por ahí quieren desbalagarse como si estuvieran en un carril de caballos a punto de la carrera estelar.

CINCO. El velador de la noche

El velador de la noche y quien termina la jornada laboral hacia las ocho de la mañana siempre está pendiente.
Sobre todo, de las dos damas de los perritos.
¡Vaya a darse por ahí un desaguisado como aquella mañana, un sábado, cuando unos juniors embriagados pasaron “como alma que lleva el diablo” por el parquecito y dispararon, así nomás, contra otro velador y lo mataron y se perdieron en la mañana salvaje de Veracruz.
En la cintura del velador, la pistola manifiesta.
En las noches suele dar vuelta en la manzana siempre vigilante.
Y mucho sabe de estas pues fue escolta en el gobierno del Estado, ahora jubilado. Y con mucha enjundia y garra. Fuerte y macizo que está.

SEIS. Delicia en el parque

Por eso, el par de damas de los perritos llega puntual media hora antes de las 7 de la mañana.
A veces se juntan y caminan en los pasillos del parque con el trío de perritos y los tres animalitos han terminado por conocerse y llevarse bien.
Incluso, el perro lobo condescendiente con los french poodle.
Ellos son los únicos paseantes y constituye una delicia ejercitarse en el parque solitario.