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Lunes 13 marzo, 2023

Ventaja de la vejez

**Libre de pasiones
**Vivir sin sobresaltos

ESCALERAS: Entre una de las cositas y prodigios maravillosos de la vejez está que por lo regular, salvo excepciones, el anciano está libre de todas las pasiones tumultuosas y borrascosas de la vida.
El sicólogo dice que hacia la sexta, séptima, octava década, ya se conocieron (o pudieron haberse conocido y hasta padecido) las pasiones más truculentas.

Luis Velázquez

Pero sobre todo, se conoció la naturaleza humana y nada mejor como “mirar los toros desde la barrera”.

PASAMANOS: Un amigo, por ejemplo, de sesenta y cinco años recibió una llamada telefónica en su celular. Otro amigo le preguntaba cómo estaba.
“¡Caray, como quieres que esté si anoche mi amante me dejó por un hombre de cuarenta años!”.
Se trataría de excepciones. Claro, las pasiones más intensas y volcánicas son las del corazón y el sexo, pero en la vejez la persona quisiera tener y usufructuar el mayor número de días buenos en materia de salud en vez de andar en las locuras y aventuras del amor y el deseo.

CORREDORES: Un viejito dice: “¡Déjenme vivir en paz!”.
Por eso, cero amoríos. Cero deudas. Cero bienes materiales superfluos e innecesarios. Cero resentimientos y odios y venganzas. Cero batallas sociales. Cero alianzas sórdidas y siniestras. Cero pasiones ideológicas y políticas.
Octavio Paz y Lozano, Premio Nobel de Literatura, murió deseando pasar los últimos años de su vida leyendo y escribiendo, sin asomarse al mundo.

BALCONES: A los 80 años de edad, el pintor Pablo Picasso casó con una chica de veinte años de edad y procrearon un hijo.
Pero, bueno, y en todo caso, se trata de personas y personajes fuera de serie y que suelen existir, digamos, cada cien años dice el sicólogo del barrio.
Basta y sobra con llegar a la vejez con las pasiones controladas, pues ningún caso tiene “meterse en camisa de once varas” y provocar al diablo.
Excepcional también el escritor francés, Víctor Hugo, quien en el lecho de muerte escapó de la casa y de los suyos para reunirse con una amada, trabajadora doméstica de una amante, una Marquesa, que había envejecido a su lado.
Nada como los días reposados, tranquilos, sin sobresaltos. Y sin pasiones desordenadas.

PASILLOS: El escritor Charles Baudelaire cuenta la historia (Pequeños poemas en prosa) de una anciana que se acerca a un niño para acariciarle.
La anciana, sin dientes y arrugada, asusta al niño. Y el niño llora.
Entonces, la viejita dice:
“¡Ya pasó la época de agradar. Incluso, a los niños!”.
Y siguió su camino.
Nada mejor en la vejez que apapachar los árboles, las plantitas, las flores y el pasto y mirar y admirar los pajaritos, las gaviotas sobrevolando en la bahía, las nubes blancas, negras y azules, el sol, las estrellas, la luna, la noche.
Y refrescarse con la brisa marina del Golfo de México y sentarse en la arena a mirar el desembarco de las olas en la playa.
Y si es posible, claro, claro, claro, leer un libro y escuchar a los clásicos.

VENTANAS: Las pasiones, y de todo tipo, desde las ideológicas y partidistas hasta las amorosas, son avasallantes. Y destructivas.
Por eso, las mejores bendiciones son llegar a la vejez sin las tentaciones pasionales.
Con toda la experiencia de la vida y del mundo para evitar caer en sus emboscadas… que las trampas de los días y las noches y la fe y la esperanza siempre se empalman.


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