cargando

En twitter:

Expediente 2024
Viernes 10 marzo, 2023

“No más patriarcado”

En aquel reino mágico, Trucutú, el salvaje machito, era el jefe máximo. Alto y gigante, fornido, con un mazo en la mano, “su palabra era la ley”.
Ejercía el poder con la esposa, los hijos, la familia y la comunidad.
Paseaba en el pueblo dueño de las vidas ajenas.
El patriarca.

Luis Velázquez

Casi casi como los hacendados en el Porfirismo en que todos ellos, y hasta los capataces, ejercían el derecho de pernada, aquel que permitía el abuso y el acoso sexual en contra de las mujeres, esposas, hijas, hermanas, tías y primas de los campesinos.
El derecho de pernada como está retratado en la novela “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, llevada a la pantalla.
A los doce años de edad, aprox., cuando Pancho Villa trabajaba con su familia en una hacienda porfirista, el latifundista intentó ultrajar a la hermana menor y Doroteo Arango fue que rápido, le arrebató la pistola y le pegó un tiro y salió huyendo y se internó en la sierra de Chihuahua.
En el paraíso celestial, el padre Adán era el jefe máximo, aun cuando la madre Eva era más inteligente y seductora y lo convenció de comer de la manzana prohibida.
El patriarcado fue y es todavía en muchos pueblos de la república con las siguientes características:
En la familia, los hijos varones eran, son, los únicos con derechos universales.
Las hermanas estaban obligadas (todavía) a cocinar y a servir la comida en la mesa y lavar los platos y limpiar la casa y pasar jerga y pasarse a lavar y planchar la ropa.
Y desde luego, a tejer los calcetines rotos de los hombres.
Los hijos varones eran los únicos que estudiaban carrera universitaria y las mujeres apenas, apenitas, con el derecho, ajá, de cursar la escuela primaria para aprender a leer y escribir y hacer cuentas.
El fin de semana los hijos podían salir solos a reunirse con los amigos y festinar en el antro.
Las mujeres debían ser acompañadas por los hermanos y hasta por la madre.
Si la hija se ponía de novia podía salir con el visto bueno de toda la familia.
El único destino de la hija era casarse, y mientras, debía aprender las tareas del hogar y con eficiencia y eficacia.
Pero más aún, le inculcaban la obligación inevitable de la obediencia y hasta la sumisión.
Incluso, caray, consciente de que el marido tenía derecho a tener las mujeres que deseaba y si en el camino se le antojaba la relación con un miembro de la comunidad sexual estaba aprobado.
De antemano, en aquel patriarcado, la mujer tenía prohibido divorciarse.
Y en todo caso, aguantar todo y con todo al marido, desde las infidelidades hasta las borracheras y los fines de semana con los amigotes en la vida loca.
Un tiempo duro y rudo y canijo para las mujeres... y que por infortunio y desgracia todavía existe y subsiste.
Quizá más arraigado en las regiones indígenas y campesinas y obreras.
Por ejemplo, siempre, siempre, siempre, las mujeres indígenas caminando dos, tres metros, atrás del marido indígena.
La superioridad física hasta en los detalles.
Por eso, y entre otras cositas, el grito universal de las mujeres en su “Día” fue “No más patriarcados”.
¡Basta, basta, basta ya! clamaron con el puño alzado para ser visto por todos, sin excepción.
“Los seres humanos nacemos iguales” reza una leyenda de la revolución francesa, la madre de las revoluciones en el mundo.

¡BASTA, BASTA, BASTA!

Basta ya de tanta lucha social y degaste humano y social y espiritual de las mujeres para que sus legítimos derechos les sean reconocidos y aceptados sin remilgos.
Basta del acoso sexual y, caray, hasta en las oficinas públicas y de los jefes y subalternos con tantito poder.
Basta ya de que las mujeres en las oficinas públicas y privadas ganen menos sueldo que los hombres desempeñando, incluso, las mismas tareas, y ellas, con mayor eficacia y eficiencia y talento e inteligencia.
Basta de que los patrones en el gobierno y la iniciativa privada les pongan tantas trabajas para acceder a un cargo elevado.
Basta de tratar a las mujeres con desdén y menosprecio que porque tienen un bajo coeficiente intelectual.
Basta de tanto feminicidio, Veracruz, campeón nacional, invicto, inderrotable.
Basta del desprecio oficial de la 4T en Veracruz en contra de las mujeres, caso último, el del secretario General de Gobierno, Éric Cisneros Burgos, con la diputada local, Ruth Callejas Roldán.
Basta de congelar las denuncias por acoso sexual interpuestas en la Fiscalía General.
Basta, pues, de tanto pinche patriarcado en sus diferentes y peores modalidades.
Caray, la lucha de las mujeres por su legitimidad es histórica, milenaria y bíblica.
Y una tribu gobernante llega al poder y se va y adviene otra y el mundo para las mujeres va empeorando.
En teoría alardean de que ante la ley “todos somos iguales”, mujeres y hombres, extraterrestres y aluxes.
Pero en el terreno de los hechos existe una distancia kilométrica, mil, dos mil, tres mil años de distancia.
El patriarcado en la casa, en la familia, en la vida conyugal, en el salón de clases, en el trabajo oficial y privado, y al paso que vamos, se ignora si también domine y predomine el patriarcado en el cielo y en el infierno.
¡Vaya, el patriarcado hasta en los reclusorios como el caso del preso en Poza Rica, Veracruz, que en la visita conyugal asfixió a su mujer y le quitó la vida!


Deja un comentario

Acerca del blog

Blog de noticias desde Veracruz.
Aquí, deseamos contar la historia de cada día.
Y cada día es un nuevo comienzo.
Y todos los días se empieza de cero...

Portal de noticias de Veracruz.