El cafecito dominical
••El mejor de todos los días
••El gozo en medio del reposo
UNO. El cafecito dominical
Los científicos han descubierto que el cafecito (lechero, exprés, de olla, etcétera) sabe mejor el día domingo cuando y por lo general la mitad del mundo y casi la otra mitad descansa y reposa.
Luis Velázquez
Y bien puede sentarse en la mesa del café durante horas inacabables pidiendo al mesero de confianza caliente de nuevo el cafecito que suele enfriarse en la espera.
Desde luego, el cafecito en la madrugada luego de hacer el amor.
Y/o con la pareja y los amigos en la tarde nostálgica de los años y meses idos, recordables.
DOS. Una forma de querer a los amigos
Hay quienes toman café todos los días hacia media mañana con los amigos de siempre y siempre en la misma mesa y platicando quizá las mismas cosas y festinando a los demás.
Pero con el hecho de tomar cafecito todos los días se corre el riesgo de convertirse en un acto monótono, burocrático, sin sentido.
Entonces, mejor de vez en vez, pues hay ocasiones cuando el tema de la plática queda agotado.
En provincia, la única forma de mostrar el cariño y el afecto por los amigos es tomando café.
En la metrópoli, la manera de querer es hablándose por el celular y/o enviándose WhatsApp.
TRES. El único patrimonio humano
El cafecito dominical con los amigos enaltece los más altos valores del espíritu pues “la amistad es el único patrimonio” de los seres humanos.
Con frecuencia, en aquel café de la famosa Zona Rosa de la Ciudad de México llegaban los escritores Carlos Fuentes Macías, Carlos Monsiváis Aceves, Gustavo Sainz y Fernando Benítez y el pintor José Luis Cuevas para un cafecito con el pitorreo consabido en que solían decapitar a los políticos.
CUATRO. Los amigos en París
En un antro en París, los escritores Octavio Paz Lozano, Carlos Fuentes y Albert Camus solían tomar, primero, el cafecito, y luego, whiskazos, alternando con sabrosas discusiones sobre política y literatura.
Luego, solían bailar con sus parejas hasta que la madrugaba se anunciaba en la calle.
Otras veces, todos ellos, más otros invitados, llegaban al departamento parisino de Paz, y le daban tupido y duro al cafecito y luego al festín etílico y componiendo el mundo.
En sus buenos tiempos, el político jarocho, Mario Vargas Saldaña, ex alcalde y cuatro veces diputado federal, solía tomarse cuarenta cafés en el día siempre echando la grilla con los amigos, socios, aliados, cómplices y columnistas.
CINCO. La magia del café
En el Bachillerato y la Universidad, los chicos pronto descubren la magia del café en los días previos a un examen cuando se desvelan estudiando con el pie en el acelerador hasta el fondo.
Entonces, saben, están consciente de que con el café se mantienen despiertos, acelerados, las neuronas dispuestitas para corretear el sueño y aprovechar la noche y la madrugada.
SEIS. La Última Cena
En “La Última Cena” de Jesús con los apóstoles probaban y disfrutaban el cafecito de olla hecho en casa cuando el hijo de Dios pidió delante de todos a Judas: “Lo que haz de hacer… hazlo”.
Y Judas lo entregó a los soldados fariseos que esperaban a una, dos cuadras de la casa.
En las oficinas públicas y privadas, el cafecito es el más consumido. Y suele quedar muy sabroso cuando lo prepara la secretaria Reinis del jefe, pues, como dicen por ahí, lo hace con amor.
El único líquido consumido en los velorios es el café. A veces, cafecito con “piquetito”.