Conducía el taxi.
Circulaba en la ciudad.
Fue en la colonia Casa Blanca.
Baleado en la calle Elías Lizardi Sánchez.
Al parecer, desde una camioneta Honda color blanco le dispararon.
Deja una esposa y una hija.
Un trabajador más de la información, ejecutado en el tiempo de la 4T.
En el periódico Notiver lo presentaron como reportero y taxista.
En el periódico La Jornada publicaron que “se le halló una credencial apócrifa de prensa”.
En otro medio que era locutor de radio.
En otro... que había tenido fugaz y efímero desempeño como reportero digital.
La ONG internacional, Artículo 19, ya se ocupó de la muerte de Pedro Pablo Kumul Amaya.
Pero, bueno, y como algunos medios con convenios con el gobierno del Estado “aunque sean chiquitos pero alcanzan para pagar la nómina” suelen maquillar la realidad a conveniencia de quien paga, entonces, habría de decirse, mientras averiguan con hechos concretos y específicos, que era taxista y trabajador de la información.
Y si era reportero y taxista, entonces, más, mucha más dignidad porque, y en todo caso, se desempeñaba como trabajador del volante (y que nunca es desdoro) para garantizar el ingreso a casa pues estaba casado y con una hija, dado que en el periodismo los salarios son pichurrientos y de hambre como desde hace más de cien años lo publicó Ricardo Flores Magón en el periódico Regeneración.
Por lo pronto, en el panteón de la purificación moral los siguientes reporteros y corresponsales ejecutados:
Jorge Celestino Ruiz. En Actopan. 3 de agosto del año 2019.
María Elena Ferral. Papantla. 30 de marzo del año 2020.
Julio Valdivia. Tezonapa. Además, decapitado. 9 de septiembre de 2020.
Jacinto Romero Flores. Ixtaczoquitlán. 19 de agosto del año 2021.
Joaquín Espinoza Jiménez. Río Blanco. Además, degollado. 19 de octubre 2021.
José Luis Gamboa Arenas. Veracruz. Y a puñaladas. 11 de enero, 2022.
Yesenia Molllinedo y Johanna García. Cosoleacaque. 4 de mayo, 20221.
Michel Pérez Tadeo. Originaria de Coatzacoalcos, la muerte le alcanzó en Tlalpan, en la ciudad de México. 23 de febrero, 2022.
“Haiga sido como haiga sido”.
Con Pedro Pablo Kumul, diez trabajadores de la información ejecutados en los cuatro años de Cuitláhuac García Jiménez.
Cinco fueron con Miguel Ángel Yunes Linares.
Diecinueve con Javier Duarte.
Cinco con Fidel Herrera Beltrán. Alfredo Gándara Andrade, director de Comunicación Social.
Uno con Miguel Alemán Velazco. Voceros, Sabás Huesca y Raúl Peimbert.
Ninguno con Patricio Chirinos Calero. Vocero, Miguel Melchor López Azuara.
Ninguno con Dante Delgado Rannauro. Voceros, Juan Antonio Nemi Dib e Ignacio Alberto Oropeza López.
Ninguno con Fernando Gutiérrez Barrios. Vocero, Edgar Hernández.

JUSTICIA A PASO DE TORTUGUITA...

Hacia el cuarto año del sexenio de la 4T, diez reporteros ejecutados.
En uno que otro caso, los menos, unos detenidos.
Ninguno, hasta donde se sabe si bien se sabe, sentenciado. Quizá, acaso, porque la justicia camina a paso de tortuguita, con todo y la fábula con la liebre.
Ningún asesino intelectual identificado, ni menos, claro, capturado.
Es decir, la impunidad como máxima presea de la procuración de justicia.
Y de ñapa, otro reportero desaparecido.
Se llama Francisco Eusebio Hernández Elvira y es coordinador de Radio Azúcar f.,m. Y presidente del Club de Periodistas de Isla.
Originario de Isla fue secuestrado en su departamento en Nopaltepec, Cosamaloapan, donde vive.
Y mataron a su mascota.
Desapareció el 20 de noviembre de este año.
La ONG internacional, Artículo 19 lo boletinó.
También la Comisión Estatal de Búsqueda.
Por fortuna apareció dos días después. Ayer, aun cuando la Fiscalía General omitió los detalles, quizá, quizá, quizá, por seguridad y/o discreción, circula que fue hallado por campesinos, golpeado y atado de pies y manos entre cañales en Cosamaloapan.
La realidad real encima de los reporteros secuestrados, desaparecidos y asesinados, con el documental “A plena luz, Caso Narvarte”, la historia de la masacre en la Colonia Narvarte de la Ciudad de México, donde cuatro mujeres y un hombre, el fotoperiodista Rubén Espinoza, fueron asesinados en el sexenio de Javier Duarte.
El cineasta Albert Arnaut lo dijo así a la periodista Elisa Alanís de Milenio TV:
Uno. El jefe de Gobierno en la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, benefició a Javier Duarte con una investigación amañada.
Dos. Nunca existió voluntad social, política ni jurídica para llegar al fondo del asunto.
Tres. La investigación siempre estuvo mal hecha.
Cuatro. Hay colisión en las Fiscalías de la Ciudad de México con los grupos criminales.
El cineasta y su equipo leyeron y estudiaron con lupa los veinte tomos penales de la investigación oficial.

PANTEÓN GUINDA DE REPORTEROS

En el casi sexenio de Javier Duarte llegó un instante estelar cuando los funcionarios públicos empezaron a inculpar a los reporteros de su propio asesinato.
En unos casos... que porque tenían malas amistades.
En otros... porque habían traicionado a un cartel y brincado a otro y los primeros ajustaron cuentas.
En otros... porque se les atravesaron conflictos amorosos pasionales.
En otros... porque pertenecían a la comunidad lésbica, y ni modo, pasiones tormentosas.
En otros... porque venganzas familiares.
Y cuando el número fatídico de los diecinueve trabajadores de la información aumentaba, momento existió cuando Duarte reaccionó con furia y dijo que los denunciaría, porque ni modo que “arrastrara con el desprestigio”.
Nunca actuó ni procedió.
Digamos, todo quedó en balandronadas.
Ahora, caray, Pedro Pablo Kumul satanizado hasta por una parte de la prensa sectaria, igual como en el pasado histórico, digamos desde que Porfirio Díaz Mori era dictador y un gobernador del Estado de México declarara que había financiado a Ricardo Flores Magón con el periódico “Regeneración”... a cambio de su silencio.
Quedan por delante par de años a la 4T en Veracruz y los cadáveres de reporteros en el panteón guinda y marrón y los secuestrados y desaparecidos pudieran aumentar.