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Jueves 29 septiembre, 2022

AMLO se irá al cielo...

El presidente de la república amorosa, AMLO, se ha convertido en el primer habitante del mundo en tener la certeza, la seguridad, de que al morir se irá al cielo.
Al cielo, claro, al lado de Dios para, entre otras cositas, pasear con los ángeles y querubines en el paraíso celestial.
Incluso, con todo y que Ignacio Ramírez, El Nigromante, Ministro de Asuntos Religiosos con el presidente Benito Juárez García, aseguraba que ni Dios ni el cielo existen.

Luis Velázquez

Acaso, quizá, quizá, quizá, seguidor del escritor ruso, León Tolstoi, quien revirara a “El Nigromante” observando que “si Dios no existe, entonces, yo soy Dios”.
El único dios para Calígula, por ejemplo, era él mismo, cuando Emperador y César romano, revelaba que “hay días cuando me siento Dios”.
Antón Chéjov, el escritor ruso discípulo de Tolstoi, y que también era médico de profesión, decía que en el quirófano había buscado el lugar exacto donde se alojan el espíritu y el alma y buscó desde el occipital hasta el dedo gordo del pie, el metatarsiano, y en ningún lado los pudo ubicar, ni siquiera, vaya, con el auxilio de otros médicos cirujanos.
Pero, bueno, si Francisco Ignacio Madero creía en los médiums (igual que Plutarco Elías Calles) y en un viaje esotérico se le apareció Benito Juárez y le aconsejó lanzarse a la candidatura presidencial porque derrotaría a Porfirio Díaz Mori en las urnas, entonces, en el camino a Damasco, AMLO, el presidente del Edén, ya tiene su Edén terrenal, y ahora, va por el Edén celestial.
Irónico y burlón, como siempre ha sido, cuestión, claro, del carácter y el temperamento de Tabasco, propio del Golfo de México, AMLO también aseguró que “le gustaría ir al infierno para ver cuántos falsarios se encuentran por allá”.
De hecho y derecho, el presidente amoroso ha revelado la más alto profesión de fe religiosa, allí donde, y por lo regular, la ciencia se topa con un muro peor que el muro de Berlín y peor que el muro Donald Trump.
Uno. El cielo existe.
Dos. El infierno también.
Tres. Si el cielo existe, de igual modo, Dios.
Y cuatro. Si hay Dios, de igual manera, Luzbel.
El reino del bien contra el reino del mal.
En su novelística, Pedro Páramo y El llano en llamas, Juan Rulfo cuenta la historia de los muertos y fantasmas.
Y escribe, por ejemplo, que en las noches, en los panteones donde están sepultados, los muertos platican y dialogan y se carcajean y pitorrean.
Es más, los fines de semana organizan grandes bailongos salpicados y rociados de alcohol.
Quizá, hasta fumando y fumando mota y mota de la buena.
Tal cual, ninguna duda de que en el otro lado del charco hay otro mundo.
Y aun cuando nadie ha regresado del más allá, salvo Lázaro resucitado por su amigo Jesús, y salvo los muertos resucitados por los apóstoles, por ahora, en el siglo XXI, ningún muerto ha vuelto para jurar y rejurar que hay cielo y hay infierno y hay Dios y hay Luzbel.
Palabra de AMLO.
Palabra de “La mañanera”.
¡Bendito el chamán que el presidente de la república amorosa tiene ya, ya, ya, garantizado un espacio en el cielo!
Y, bueno, si “le gustaría ir al infierno para ver cuántos falsarios se encuentra por allá”, mejor, que en ningún momento lo intente, vaya a toparse con Adolf Hitler, José Stalin, Benito Mussolini, Francisco Franco y Porfirio Díaz Mori.
“¡Huy, qué miedo, qué miedo!”.

EL PAPÁ QUE SE TOPÓ CON DIOS EN UN PASILLO DEL VATICANO

El primer paso de la fe religiosa de AMLO fue cuando desde “La mañanera” anunció una política “de besos y abracitos” para los malos.
El segundo cuando desde la homilía política de “La mañanera” expropió a la iglesia católica el “Amaos los unos a los otros”.
El tercero, cuando adoptó como suyos dos mandamientos de los diez del decálogo de Moisés:
“No robar, no matar”.
Y el cuarto, y por ahora, la declaratoria pública de que se irá al cielo.
Bien podría, claro, toparse en el cielo con Benito Juárez, quien con todo y separar el Estado de la Iglesia, permitió la boda religiosa de sus tres hijas, a quienes casó con magnates.
Nunca, sin embargo, se toparía con Lázaro Cárdenas del Río, debido a que como escribiera José Vasconcelos Calderón, tenía una lujuria insaciable y cada noche esperaba una doncella diferente que le acercaran.
Mucho se duda de que se toparía con Plutarco Elías Calles y Tomás Garrido Canabal, el góber de Tabasco, caracterizados por la feroz persecución en contra de los sacerdotes y obispos, incluso hasta cerrando iglesias.
Quizá allá estarían la madre Conchita y el caricaturista José de León Toral, la asesina intelectual y el homicida físico del general Álvaro Obregón, a quien le metieron unos balazos en el restaurante “La bombilla” de la ciudad de México y su cabeza cayó sobre un plato de mole con pechuga y que tanto le gustaba.
Y es que si el presidente de la república amorosa se irá al cielo al morir, con un buen cabildeo ante Dios Padre y Dios Hijo y uno que otro apóstol bien podría merecer el permiso para una temporadita en el infierno y saludar a sus malos.
La señora madre de Joaquín Guzmán Loera, El chapo, condenado a cadena perpetua en Estados Unidos, bien le podría ayudar.
Por lo pronto, AMLO se ha convertido en el segundo hombre en el planeta en contacto directo con el Ser Superior, luego de aquel Sumo Pontífice que una madrugada despertó con sed y fue a la cocina del Vaticano y en el pasillo se topó con Dios, quien lo esperaba, y se pusieron a platicar, según crónica maravillosa de Gabriel García Márquez cuando era corresponsal en Europa.

REMEDIOS LA BELLA DEI SIGLO XXI

En el primer mes del sexenio obradorista, diciembre del año 2018, el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra descubrió que “AMLO tiene mucho parecido con Dios”.
Y en la primera posada del sexenio, Solalinde llegó a una casa en la Ciudad de México cargando un Niño Dios con la cara de AMLO.
Tiempo después diría que Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, “se parece, y mucho, a la Virgencita del Tepeyac”.
Por lo pronto, si ignora el mensajero, digamos, celestial, que notificara a López Obrador que al morir se irá al cielo, a menos, claro, que haya sido el mismo Solalinde.
Pero, bueno, en tanto sucede la gran transformación de la tierra entrando al cielo, el presidente ha repetido que al terminar el mandato “se alejará por completo” de la vida pública y en ningún momento caerá en la tentación del Maximato tan famosa con Plutarco Elías Calles.
Ni tampoco será Vicepresidente de la República, como han profetizado los críticos.
Incluso, de nuevo reitera que vivirá de su pensión del ISSSTE, más la pensión de adulto mayor, más las regalías de sus libros, más “los ahorros que tiene Beatriz”, su esposa.
Así, tal cual, y desde la comodidad de la hamaca en medio de árboles tropicales en su rancho, “La Chingada” espera el momento de volar al cielo como Remedios, la bella, en la novelística de Gabriel García Márquez.
Y ojalá desde el cielo cabildeé con el Ser Superior para que los obradoristas más fieles y leales también aterricen en el paraíso celestial... aun cuando en el cielo tendrá nuevos amigos.
Queda pendiente que de una vez la iglesia católica lo beatifique...


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