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Escenarios
Miércoles 21 septiembre, 2022

Familia de campesinos

•Vida dura y ruda
•Apostar a la esperanza

UNO. La vida dura de un campesino

La vida del señor Z. fue dura y ruda. Todos los años útiles como campesino. Y desde antes de la salida del sol hasta cuando la luna alumbraba el surco. Y de lunes a sábado. Y siempre de jornalero. Sin un pedacito de tierra para sembrar. Pobre nació. Más jodido vivió.

Luis Velázquez

Más, mucho más jodido murió.
Todos los días fueron iguales. Por ejemplo, y entre otras cositas, llevar el itacate al campo y comer debajo de los árboles, sentado en el suelo.
Muchos años después, más de sesenta cuando se retirara del campo, ninguna pensión del IMSS ni tampoco del ISSSTE.

DOS. Familia de campesinos

El padre, campesino. El abuelo, campesino. Los hermanos, campesinos. Día llegó cuando los hijos agarraron camino y dejaron el pueblo y se fueron por ahí a otros pueblos a buscar chamba.
Casado, vivía en una casita de teja y piso de cemento. Pero como la casa era muy vieja las tejas estaban rotas y tenían muchas filtraciones.
En temporada de lluvias, la casa era una gotera. Y se resolvían colocando un montón de cubetas para cachar el agua.
Y el señor Z. y su esposa y tres hijos encargados de una cubeta para una vez llena salir corriendo a la puerta para tirarla a la calle y otra vez el mismo ritual.

TRES. Remedios caseros

El señor Z. y su esposa eran de buena madera. Nunca se enfermaban. La señora padecía de la presión arterial alta y cada vez que se sentía mareada tomaba un juguito de limones cortados de un árbol en el patio y que le bajaban en automático la presión.
Siempre, remedios caseros como sustitutos de la consulta médica y las medicinas.

CUATRO. La vida precaria

A los sesenta años de edad enfermó de la próstata y entonces, día y noche a la carrera para llegar al baño.
Y ni modo, la precariedad de la vida lo imposibilitaba para la consulta con el urólogo (mil pesos que cobraba) y la compra de medicinas.
Fue la peor pesadilla. En el día y la noche, cada media hora, cada hora, tenía presiones urinarias. Y por menos y menos agua que tomaba, digamos, como remedio casero, ni así.

CINCO. Limitaciones económicas

Era un hombre callado apostando a escuchar a los demás. Era abstemio y nunca probó una cerveza ni menos licor o aguardiente.
Sabía, estaba cierto de sus grandes limitaciones económicas, sociales y educativas, y entonces, vivía con discreción.
En el surco y en el campo a la hora de la comida participaba con todos. Pero siempre oyendo y oyendo. “El mundo” le pusieron de sobrenombre los amigos. Y el señor Z. únicamente sonreía.

SEIS. Agarrándose a trompadas con la vida

Sus hijos migraron del pueblo para seguir empujando la carreta.
Incluso, el mayor se fue y desapareció por completo. Nunca volvió al pueblo. Jamás envió una cartita para decir dónde andaba y cómo estaba.
Siempre viviendo “a la quinta pregunta”. En la más canija austeridad franciscana.
La esposa iba a la iglesia. Y confesaba y comulgaba. Y en el sermón el sacerdote siempre garantizaba que en el otro lado del charco los pobres serían felices y dichosos en el paraíso celestial porque dada la miseria en que vivían en la tierra merecían la vida eterna gozosa.
El señor Z. únicamente escuchaba a la señora cacarear la homilía sobre los bienaventurados. Pero desde el lado del pesimismo. Después de muerto, decía, no hay nada. Polvo serás.


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