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Jueves 15 septiembre, 2022

Autobuses de la muerte

•Migrantes jarochos
•Fallida política económica

ESCALERAS: Los tráileres están convertidos en el signo de la muerte para los migrantes de Veracruz. El tráiler de la muerte en San Antonio, Texas, con seis paisanos que perdieran la vida. El autobús de la muerte en la carretera de Ciudad Victoria, Tamaulipas, a Monterrey, Nuevo León, con once paisanos fallecidos.

Luis Velázquez

Todos, incluidos los tres menores de Naolinco que perdieran la vida en Texas, huyendo de Veracruz por dos razones de peso y con peso.
Una, la errática política económica para alentar la creación de empleos en las regiones indígenas, campesinas, suburbanas y urbanas.

PASAMANOS: Incluso, tan errática la política de la secretaría de Desarrollo Económico incapaz de recuperar los treinta mil empleos perdidos en el tiempo del COVID y la recesión y que, bueno, en otras entidades federativas ya los han rescatado según exhibe el Seguro Social.
Y dos, huyendo los migrantes de la violencia desbordada como dice la activista Estela Casados al describir un Veracruz con 413 (cuatrocientos trece) feminicidios en el transcurso del año.

CORREDORES: Los diecisiete paisanos de Veracruz perdieron la vida cuando viajaban a Estados Unidos soñando con el paraíso terrenal.
En unos casos, habrían dejado hijos huérfanos y parejas viudas.
Todo, por vivir en el Estado Fallido que es Veracruz.
Fallido para garantizar, como establece el Estado de Derecho, la vida en cada nuevo amanecer.
Pero también, para ofrecer oportunidades dignas de empleo en un Veracruz, en una república amorosa, con pichurrientos y miserables salarios de hambre y con frecuencia sin las prestaciones económicas, sociales y médicas tipificadas en la Ley Federal del Trabajo.
Caray, trabajadores sin el legítimo derecho al Seguro Social y el INFONAVIT.

BALCONES: ¡Ay, la tierra prometida!
Si la secretaría de Desarrollo Económico de Veracruz cumpliera su tarea de procurar la creación de empleos, los seis paisanos de Naolinco ni los once migrantes perecidos con el tráiler de la muerte en Ciudad Victoria habrían tenido la necesidad de irse como migrantes a Estados Unidos.
Pero se trata “de una tomadura de pelo”.
Incluso, la peor imaginación para conducir al buen gobierno y que únicamente alcanza para festivales y ferias de pambazos, tamales, pambazos, tacos, garnachas, higos y mangos.

PASILLOS: Caray, la tragedia bíblica en su más alto decibel.
Despedirse en casa de los padres y la esposa y los hijos y los hermanos y los tíos y los primos…
Y echarse el morralito al hombro con dos o tres muditas de ropa…
Y pagar entre 150 y doscientos mil pesos a “los polleros”…
Y jurar y perjurar que apenitas lleguen a Estados Unidos se reportarán y les irán avisando cuando ya, ya, ya tengan empleo…
Y de pronto, quizá mirar y escuchar en la televisión la noticia de los tráileres de la muerte en San Antonio, Texas, y en Ciudad Victoria, Tamaulipas.
El dolor y el sufrimiento. El horror. El terror. La angustia y la desesperación. Todos los jinetes del Apocalipsis en cada familia.

VENTANAS: Lo peor de todo, vamos hacia el cuarto año del sexenio y nada, absolutamente nada, posibilita la esperanza de que la calidad de vida de la población pueda mejorar.
Con todo, ajá, que el presidente de la república amorosa declaró la semana anterior desde “La gran mañanera” que en los próximos dos años de su sexenio nos irá mejor, mucho mejor, “a todos”, dijo.
Ta’gueno. Nada en la vida como vender esperanzas demagógicas, populistas, ramplonas y baratas.
Y ni modo, la población electoral tan jodida que está creyendo en la palabra oficial…


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