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Lunes 15 agosto, 2022

Las guerreras de la noche

En medio del COVID, la recesión y la inflación, de pronto, las trabajadoras sexuales dejaron de publicitarse en el aviso económico en el periódico impreso.
Incluso, en la mayor parte de los días que caminan, apenas, apenitas, un solo anuncio. En el caso local, ella se llama Suzy y ofrece masajes corporales.
También dejaron de ofrecer show taibolero a domicilio como lo hicieron en un principio de la pandemia.
Y aun cuando en algunas ciudades de Veracruz, las mesalinas llegan todas las noches a las calles y avenidas

Luis Velázquez

preferidas para sus servicios, son menos, mucho menos que antes de la crisis sanitaria.
En las discotecas, las chicas VIP dejaron de exhibirse y promoverse y más porque cobraban entre cinco a diez mil pesos por unas tres horas de servicio.
Cierto, en algunos antros el show continúa. Pero es menor. Mucho menor a los tiempos de bonanza.
Y si Veracruz está considerada la entidad federativa número uno en la producción y exportación de trabajadoras sexuales hacia el el interior de la república como lo ha demostrado la investigadora Patricia Ponce, autora del libro “Las guerreras de la noche”, de seguro la tendencia habrá disminuido.
El caso es que si Veracruz anda así, la interrogante social gira alrededor de las chambas que las daifas estarán haciendo para llevar el itacate y la torta a casa.
Y más, como dice el viejito del barrio, porque alguna fuente de ingresos han de tener.
De lo contrario, se estaría empollando un coraje social y una indignación crónica sin precedente y que como en la película “Nuevo orden”, primero lleva a que la gente a saquear las tiendas comerciales y luego se van contra los ricos en sus mansiones.
El punto de partida, la punta del iceberg social, la expresa el poema de Salvador Díaz Mirón:
“Nadie tiene derecho a lo superfluo… mientras otros (millones quizá) carezcan de lo necesario”.

CONGALES CERRADOS

En muchos pueblos suburbanos y rurales, hasta el congal de mala muerte ha desaparecido.
Además de las mesalinas locales solían llegar trabajadoras sexuales de ciudades urbanas cercanas los fines de semana.
Bastaría referir que en otros tiempos, antes del COVID, “chicas del talón dorado” como les llamaban en el siglo pasado arraigadas en Orizaba solían bajar a los pueblos de la sierra de Zongolica los viernes y sábados, y ahora, ni hablar, el servicio suspendido.
En las calles de Xalapa, la capital, “las guerreras de la noche” que aun restan denuncian que la policía las intimida y amenaza y soborna como si cobraran el llamado derecho de piso.
Y como la economía anda tan mal, ninguna duda de que los galanes de las mesalinas, los llamados “padrotes”, habrán quedado sin sujeto y objeto de explotación y las chicas se los habrán sacudido.
La crisis económica y social es tan dura y ruda que, caray, hasta las daifas han salido afectadas y de seguro quedando la mayoría a la deriva.
Y más por los niveles educativas:
Un número indicativo y significativo, apenas, apenitas, con la instrucción primaria. Y secundaria, en el mejor de los casos.
Mujeres que de pronto se divorciaron y quedaron al garete económico y social y sin una posibilidad laboral, incluso, para enfrentar el gasto diario con los hijos, únicamente tuvieron el trabajo sexual.
Los pichurrientos salarios de hambre y sin prestaciones sociales, económicas y médicas, orillando a tales extremidades.
Un Veracruz con seis millones de personas en la miseria y la pobreza.
Y si de por sí, la recesión y la inflación sigue pegando al bolsillo de los jefes de familia trabajadores que son, incluso, con el salario mínimo, con mucha mayor razón a “las guerreras de la noche” y también, que las hay, del día.

ENALTECER LA VIDA DE LAS CORTESANAS

El mundo de la prostitución es el mundo invisible. Menospreciado y desdeñado. Es más, satanizado.
Y satanizado, caray, cuando, y como en el pueblo, cada fin de semana llegaba una daifa al burdel y quien prefería a los chicos para iniciarlos en la vida íntima y a quienes todos ellos llamaban “La quinceañera”, casi casi, “mamá”, porque estaba pendiente de ellos… en todo y con todo.
En otras latitudes geográficas, por ejemplo, la Ciudad de México, y desde hace mucho tiempo, antes de la 4T, la autoridad creó y fomentó talleres artesanales para enseñar y capacitar a las trabajadoras sexuales en las artes manuales como posible fuente de ingresos.
Es más, hasta pusieron un restaurante donde todas ellas, cada una, guisando los platillos favoritos de sus pueblos con un sazón excepcional.
Y, claro, también la asistencia médica y sicológica para enaltecer la calidad de vida cotidiana.
Se trata, dice la profecía bíblica, del trabajo más antiguo en la historia de la humanidad y que, como dicen, resulta inevitable.
Pero al mismo tiempo, el sueño utópico de dignificar la vida de todas las mujeres.
Y más porque las daifas también son objeto y sujeto de violencia, digamos, doméstica.


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