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Escenarios
Miércoles 10 agosto, 2022

Niño lector

•¡Vaya maravilla!
•Absorto en un libro

UNO. Niño lector

El niño de unos 7, 8 años, está sentado en una mesa en el café de La Parroquia, 207 años. Con lentes, sus pies cuelgan de la silla. A su lado, sus padres y una niña de unos diez años. La niña saborea una champola de fresa y los padres platican frente a un lechero.

Luis Velázquez

Y el niño con cubre-bocas tiene la mirada clavada, firme, inalterable, sin mirar a los lados ni menos distraerse en un libro.
Lee y sigue leyendo y únicamente levanta la mano derecha para dar vuelta a la página.

DOS. Gran viaje literario

El libro es como de unas doscientas sesenta páginas y estará leyendo la página número cien.
Y nada lo distrae. Absorto. En el viaje literario del libro que lo tiene abstraído y perplejo.
Y aun cuando tiene otra champola de fresa a un lado y unos huevitos con frijoles, apenas, apenitas, picotea y sorbe una chupada a la champola.
La lectura lo ocupa. Y por supuesto, ni la madre ni el padre, tampoco la niña, quizá su hermana, lo distraen.
Forma parte, quizá, de la República de Lectores. En su caso, él mismo, una república.
Insólito, inverosímil, el niño centrado y concentrado en la lectura de un libro, cuando en el mayor de los casos, una historieta de Superman y/o del Hombre Araña.

TRES. Lector tenaz

Es sábado 6 de agosto hacia las 9:15 de la mañana. El sol, radiante, apenas se asoma por ahí a través de los cristales del café.
Y los “207 años” apenitas se está llenando, ya sabe, tiempo del COVID, la recesión y la inflación. Tiempo, incluso, cuando, lógico, los precios de los platillos han aumentado.

CUATRO. Una hora de lectura

Por aquí la familia llegó al café, el niño abrió el libro y se zambulló en la lectura.
Y hacia las diez de la mañana y quince minutos cuando se levantaron de la mesa, el niño seguía leyendo.
Incluso, los padres y la niña ya de pie para retirarse, el niño continuaba leyendo, más que como si viera una película de caricaturas en la tele y que sin duda sería Mafalda, la chica con una inteligencia incandescente, capaz de asombrar al intelectual más pulido y culto.

CINCO. Genes culturales heredados

El niño de 7, 8 años de edad leyendo en los “207 años” manifiesta un extraordinario proceso de inducción de los padres.
Y desde luego, manifiesta que ellos también son lectores obsesivos para haber trasmitido la práctica y la disciplina y el gusto por la lectura al hijo.
En más de cincuenta años de asistir con regularidad al café, nunca, jamás, el escribidor se había topado con un niño leyendo un libro con tanta intensidad.
Y aun cuando bien pudo tenderse un puente para platicar, nada mejor que mirar y admirar en estado hipnótico el trance cultural del niño.

SEIS. República de Lectores

Únicamente así puede formarse a largo plazo una República de Lectores.
Casi casi, como en Europa, donde la gente, desde los niños pa’lante, leen a toda hora y en todos lados.
Leen en el autobús urbano de pasajeros y el tren. Leen cuando hacen fila para tramitar un expediente y hasta para comprar tortillas. Leen en la antesala del médico. Leen cuando esperan turno para ser atendidos en una diligencia y/o entrar al cine.
Además, leen libros de provecho y utilidad. Nada de leer, como en México, un libro por año y un libro de autoayuda espiritual, sicológica y siquiátrica. Un libro para hacerse millonario en el primer intento.


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