El primero, el exgobernador Javier Duarte, y el segundo, Jorge Wínckler Ortiz, ex Fiscal General en el bienio azul.

PASAMANOS: En el caso de Duarte (internado en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México), en el palenque penitenciario manejaron que tenía la denuncia interpuesta por desaparición forzada.
Y luego de un ratito mediático, el silencio. Los abogados dijeron que se había caído.
Y en el caso de Wínckler (internado en el penal de máxima seguridad, Almoloya) está acusado de secuestro y desaparición forzada.
Además, cinco políticos, funcionarios públicos que fueran a su lado, están, digamos, prófugos de la justicia pues hay orden de aprehensión.
Uno, Luis Eduardo Coronel Gamboa, el Fiscal para la Atención de Denuncias por Personas Desaparecidas y cuya máxima política fue la siguiente en aquellos años:
“Los desaparecidos… desaparecidos están”.
Dos. Marcos Even Torres Zamudio, Fiscal Anticorrupción, y quien fuera maestro de Wínckler.

CORREDORES: Y tres, cuatro y cinco, los policías ministeriales, Roberto Moral Mil, Sergio García Celis y Uriel Rodrigo González.
Con los siete mil desaparecidos en el Estado jarocho y los más de 130 mil en la república amorosa, resulta insólito que solo el par de políticos jarochos estén detenidos por desaparición forzada.
En tanto, la Interpol, el Ejército, la Marina y la Policía Ministerial de la Fiscalía General siguen rastreando pistas, huellas, rastros, señales del terceto prófugo.
¡Vaya prestigio y honra para Veracruz, el Estado Feminicida, primer lugar nacional en secuestros y extorsiones!
También, claro, primer lugar nacional con enfermos de Sida y primer lugar nacional en la producción y exportación de trabajadoras sexuales.

BALCONES: La desaparición forzada “es un delito de lesa humanidad que nunca prescribe”.
Y por desgracia, se ha aplicado en todos los confines del mundo y en todos los tiempos.
Víctor Serge, el activista político contemporáneo de Lenin, León Trotsky y José Stalin, escribió un libro intitulado “Diarios de un Revolucionario”.
En Rusia, camino al poder, Lenin creó una policía secreta. Se llamaba “La Cheka”. Y sus facultades eran las siguientes atrás de los enemigos, adversarios, incómodos, contestatarios e indeseables:

PASILLOS: Una, “destruir la autoridad moral de todos los comandantes obreros honorables.
Dos, difamarlos.
Tres, arrestarlos.
Cuatro, torturarlos.
Cinco, asesinarlos.
Y sexto, desaparecerlos.
Y, claro, sin dejar huellas.
Incluso, y en nombre de la ley, llegaban a la hora de la cena al departamento del objetivo, madreaban a la esposa y los hijos y se llevaban al padre de familia y lo desaparecían.
Casi casi, la Gestapo de Adolf Hitler, entre otras grandes desgracias de la humanidad.

VENTANAS: Desgracia también cuando hacia mediados del siglo pasado las dictaduras militares gobernaban América Latina.
Y en aquellas dictaduras los soldados detenían a los enemigos y adversarios y trepaban a un helicóptero y los lanzaban vivos en medio de un océano infectado de tiburones.
Bastaría referir las diecinueve personas que en el sexenio de Javier Duarte fueron detenidas y desaparecidas y asesinadas y arrojados los cadáveres en la barranca “La aurora” (que de aurora nadie tenía) en el municipio de Emiliano Zapata.
Veracruz, en las grandes ligas mundiales de la desaparición forzada.