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Viernes 05 agosto, 2022

La vida… por los hijos

Cada vez cuando por ahí aparece encumbrado y/o favorecido el hijo de un político con un negocito o cargo público, los delitos de nepotismo, tráfico de influencias y conflicto de intereses relucen por completo.
Incluso, tanto el hijo como el padre terminan satanizados.
¡Corruptos! les gritonean.
Pero si vamos a la historia, vaya revés, porque es, ha sido y será práctica inevitable, como por ejemplo, lo demostró Benito Juárez, el presidente de la república en el siglo pasado y uno de los héroes de AMLO, el presidente, y la 4T.

Luis Velázquez

Benito Juárez procreó cuatro hijos. Tres mujeres, a cuyos maridos (los tres ricos y pudientes, qué caray) les otorgó cargos públicos como el primer acto presidencial, todos viviendo en Palacio Nacional.
Su único hijo se llamaba Benito Juárez Maza.
Y el hijo fue gobernador de Oaxaca, igual que el padre, digamos, como ahora, Alejandro Murat, en Oaxaca, y Alfredo del Mazo Maza en el Estado de México.
Además, también fue diplomático en Roma, Estados Unidos, Berlín y París.
Y diputado federal por el Partido Demócrata.
Y con todo y que durante 33 (treinta y tres) años, su paisano Porfirio Díaz Mori se perpetuara en el poder, siempre protegió y blindó al hijo de Juárez, y al que otorgara uno que otro puesto público.
En los años 1911 y 1912, hacia finales del Porfirismo, el hijo de Juárez gobernaba Oaxaca con la bendición de Díaz Mori.
Es más, con todo y que Porfirio Díaz fue satanizado habría de recordar, dice el politólogo Carlos Ernesto Ronzón Verónica, que mientras Díaz Mori alquiló una casa en la Calle de Cadena en la Ciudad de México para vivir como presidente de la república, Juárez, igual que AMLO, el presidente, vivió en Palacio Nacional.
Incluso, el Castillo de Chapultepec, donde vivió Maximiliano de Habsburgo, fue utilizado con Porfirio Díaz para eventos oficiales.
Por eso, en el ejercicio del poder político han de existir prerrogativas, una de ellas, si el padre es político y tiene hijos con vocación pública, ni modo de frenarlos.
Por el contrario, todas las puertas y ventanas abiertas de la Casa Pública para ellos.
Si Porfirio Díaz lo hizo con su hijo Porfirito, el gran constructor de la obra pública de aquellos treinta y tres años…
Y Benito Juárez también con su hijo Benito y de paso Porfirio Díaz con el hijo de Juárez…
Y José María Morelos envió a su hijo Juan Nepomuceno estudiar a Estados Unidos donde le ganó la admiración por Maximiliano de Habsburgo…
Y Plutarco Elías Calles encumbró en cargos políticos a sus hijos…
Y si José Ramón fue “el orgullo de mi nepotismo” con el presidente José López Portillo…
Entonces, por los hijos, todo, incluso, hasta la vida.

BENITO JUÁREZ, HIJO ILUSTRE DE VERACRUZ

Juárez, recuerda el profe Ronzón, únicamente pudo construir una gran obra pública nacional.
Fue el tren de la Ciudad de México a Veracruz.
Además, en la ciudad jarocha se exilió cuando la presidencia itinerante.
Y desde aquí, promulgó las Leyes de Reforma.
Y creó, claro, la ley del Registro Civil.
Más todavía, y como agregado histórico, Antonio López de Santa Anna, tres veces gobernador de Veracruz y once ocasiones presidente de la república, encarceló a Juárez y Melchor Ocampo en las mazmorras del Castillo de San Juan de Ulúa, porque azuzaban a la sublevación en su contra y los miró como un peligro para su presidencia imperial.
Incluso, y de paso, fue el tiempo aquel cuando “El tigre de Santa Julia”, Chucho El roto y “Los bandidos de Río Frío”, los asalta/caminos que tenían asolada las regiones del país, entre ellas, Veracruz, tiempo cuando los empresarios solían contratar a todos ellos para vigilar el traslado de sus mercancías del puerto jarocho al Distrito Federal.
Entonces, y además de la enseñanza histórica del nepotismo de que “todo por los hijos”, bien podría el gobierno de Veracruz, tan obradorista que es, un gran homenaje a Juárez, casi casi, declarándolo Hijo Ilustre.
Así, y en vez de andar promoviendo los pachangones con las fiestas patronales en cada pueblo que para reavivar la economía local y regional, nada mejor que volar lejos y mirar hacia las grandes ligas.
El más feliz sería AMLO, el presidente.

NEPOTISMO EN VERACRUZ

El caso más notorio en Veracruz, por ahora, es la historia de José Manuel Pozos Castro, ex diputado local y presidente municipal de Tuxpan, y su hijo José Manuel.
En su tiempo de legislador local nombró a su hijo, con la bendición del góber fifí, subsecretario de Finanzas y Planeación.
Y ahora, en su tiempo como alcalde tuxpeño, ni modo, el diablo se atravesó con tentaciones y una chica burócrata de SEFIPLAN interpuso denuncia penal en contra del hijo por abuso sexual.
Y ni modo, el nepotismo quedó frustrado, interrumpido por lo pronto, pues el hijo debió solicitar permiso en la chamba, dijo, “para defender su honor”.
Otro caso connotado fue cuando la primera secretaria de Trabajo y Previsión Social designara a una hija directora de Amparos, y ni modo, las dos descarrilaron por las travesuras de un hijo en Chicontepec.
Según la fama pública se mantiene el primo del góber, subsecretario de Finanzas y Planeación, de quien se afirma tiene a hijas en cargos públicos.
En vez de hijos en el poder, el diputado local, jefe máximo de la Junta de Coordinación Política de la LXVI Legislatura y que maneja el billete oficial, Juan Javier Gómez Cazarín impuso a su padre como presidente municipal de Hueyapan de Ocampo, y lo que significa, claro, claro, claro, el cariño y la gratitud de un hijo por su padre, ¡hosanna, hosanna!
Pero, bueno, con la referencia histórica del maestro Ronzón, “todos están perdonados” y pueden ir en paz…
Y una vez más, ¡arriba Benito Juárez!...


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